Capítulo 9

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Tan pronto como acomodaron sus ideas, los investigadores se encontraron con un amargo sabor en la garganta, pues la única manera de saber sobre el pasado de Hansel, al menos por el momento, era el propio Hansel. Pero después de un café, a ambos les convenció la idea de indagar un poco en el Internet.

      Anja había invitado a su compañero a su apartamento. Al llegar, se encontraron con el recinto vacío; se supone que Annika había ido a la escuela. Cuando la inspectora notó la caja del DVD de Tierra de Osos en la mesita central, se le encogió el estómago.

      —Muy adorable hogar, jefa —opinó Danjel con sumo respeto.

      —Gracias, Nølsson. Ven, vamos a la computadora.

      Aquel asintió y caminó casi con paso redoblado.

      —¿Cómo dijo Elisabet Rupertssön que se llamaba Hansel realmente? —preguntó más tarde Anja, con las manos esperando sobre el teclado.

      —Ah, déjeme ver —respondió este, hurgando en su mochila. Sacó la cámara y revisó el carrete—. Dice... Frederik Grönnborg.

      La inspectora Olssen escribió el nombre completo en el buscador.

      En un principio los resultados lucían banales y dispersos. Aparecían otros hombres llamados igual, que, o eran más jóvenes o no tenían nada que ver con el individuo en cuestión. La segunda página ya no revelaba más que videos y demás tendencias en los que no aparecían ni las palabras buscadas.

      —Como lo pensé: nada —dijo Anja, disimulando su frustración.

      —¡Recórcholis! —exclamó Danjel, correspondiendo el sentimiento—. ¡¿Por qué tenía que asesinarlo justo ahora?!

      Anja se quedó estática, como pensando, y tuvo una revelación.

      —¿Sabes qué? —dijo.

      —¿Qué?

      —La caja con las pruebas de la identidad real de Hansel no eran una amenaza dirigida a él.

      —¿Cómo?

      —¡Así es! —La inspectora se levantó de la computadora y le pidió prestado el aparato. Miró unos segundos la fotografía de los documentos y luego dijo—: El asesino debió haber enviado la caja para Elisabet. De esta forma provocaría que ella decidiera separarse de él.

      —¿Y cómo sabía que lo haría? ¿Qué tal que Hansel revisaba su correo aquel día?

      —Es posible que lo haya conocido, y este a él. Por ello le fue fácil tenderle una trampa para matarlo. Quizá eso explique por qué lo mató piadosamente, aunque no estoy muy segura. Y a lo mejor Hansel (o Frederik) tenía una manera específica para recibir correspondencia. Era un abogado de los sucios. ¡Por supuesto que él tendría algo así! ¿Cómo no se me ocurrió?

      —¿Cómo encontraremos su buzón privado?

      —No lo sé —respondió Olssen, pensativa.

      —¿Y allí podría estar la verdadera amenaza?

      —No, Nølsson, te digo que no fue necesario. El asesino lo conocía.

      —¿O sea que puede ser un familiar o allegado? —Los ojos de Danjel se abrían bastante.

      —Tal vez. ¡Sí! ¡Puede ser! Me gusta tu idea.

      —¡Carambolas!

      —Nølsson, ¿puedes dejar de decir expresiones tan ridículas?

      —Oh, sí, lo siento —replicó aquel, un poco apenado.

      La inspectora Olssen, por su parte, tecleó solo el apellido «Grönnborg» y añadió la categoría «noticias». Había pocos relacionados; sin embargo, tras dos páginas uno sí que le llamó la atención. El título del artículo rezaba: «Relacionan a Henrik Grönnborg con el caso de la familia Hassan». Leyó en profundidad el contenido y se encontró con una supuesta acusación de racismo a un fiscal en 1979. Se trataba de una decisión polémica en la que el tal Henrik había determinado que unos niños migrantes, provenientes de Irán, vivirían sin sus padres, porque estos últimos serían deportados. Aquel país se hallaba sumergido en una fuerte crisis política, y en Fenelvadia había recelo, en parte propiciado por el miedo a Oriente. Este contexto sirvió como justificación para declarar a la pareja como peligrosa para la nación. Pero había quienes, dentro de Fenelvadia, creían que Henrik perseguía sus propios intereses.

      Anja supuso que aquel hombre era el padre de Frederik. Señaló la fotografía y ambos estuvieron de acuerdo en que había un ligero parecido con el finado, además de que coincidía con el personaje en los documentos de la caja misteriosa.

      —¡Ya recuerdo a ese malnacido! —comentó Danjel, furioso—. Dejó huérfanos a dos pequeños refugiados. Mi mamá me hablaba de él. Ya decía yo que ese apellido me sonaba familiar.

      —¿Tu mamá te hablaba de él?

      —¡Sí! En mi casa odiamos a los que abusan de su poder. Henrik Grönnborg... No recordaba que así se llamara ese maldito fiscal. Tuvo varias polémicas hace ya muchos años.

      La inspectora se quedó mirando a lontananza.

      —¿Dónde estarán ahora? —se preguntó.

      —¿Quién? ¿Henrik Grönnborg?

      —También. Si podemos encontrarlo, podremos preguntarle varias cosas. Sería magnífico. Espera, ¿crees que Karl nos pueda hablar de su familia verdadera?

      —No sé si sea buena idea, inspectora. Lo más seguro es que ignore el origen de su propio abolengo —confesó Danjel—. De conocerlo, a lo mejor tendría idea de por qué un asesino quiere eliminarlo. Yo creo que decirle esto cuando acaban de asesinar a su padre, y mientras su mamá esté destrozada, podría provocarle una crisis existencial. Será mejor darle tiempo.

      —Tal vez tengas razón. Pero no tenemos ese tiempo.

      En aquel instante su celular timbró.

      —Inspectora Olssen al habla.

      —Buenas tardes, inspectora, soy el mayordomo de Hansel Krigerssen, ¿me recuerda?

      —Johann Samður. Por supuesto. Mi más sentido pésame.

      —Gracias...

      —¿Tiene algo para mí?

      —Quisiera tratar con usted... algunos puntos sobre el amo. Como sabrá, él tenía secretos que tal vez le ayuden a perseguir al desgraciado que lo mató. ¿Puede venir mañana a primera hora?

      —Claro que sí.

      Danjel había oído la conversación.

      —Bueno, Nølsson, tu muchacho no tendrá crisis existenciales por ahora.

      —Bueno, Nølsson, tu muchacho no tendrá crisis existenciales por ahora

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Un paraíso sin ángeles [ONC] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora