Epílogo

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Anja y Danjel se reunieron una mañana en la comisaría norte de Óberin. Hacía meses que no se veían, así que cuando se reencontraron, Anja no evitó abrazarlo como si hubiera sido uno de sus más grandes amigos. Un poco sorprendido por el gesto, el ahora inspector Nølsson correspondió el abrazo y le dio unas palmaditas en la espalda; sabía por lo que ella había atravesado. También se dio el lujo de llorar un poco en su hombro.

—El Bernaverdet me la arrebató, Nølsson —dijo Anja, limpiándose las lágrimas con un pañuelo que aquel le había ofrecido.

—Lo sé, jefa. Me enteré. Los diarios hablaron del asesino por todas partes, y su historia de usted la incluyeron como una publicación extra. Pero es una realidad que el Bernaverdet se ha llevado a muchos niños sin siquiera revisar bien los casos.

—¡Ellos lo dieron por hecho! —alegó Anja—. El puto Bernaverdet resolvió el fallo como si ellos tuvieran el poder sobre el jurado. Mis abogados les explicaron todos los detalles de nuestra situación, y esos ignorantes no consideraron ninguno. No vieron quién era Olaf en verdad. Omitieron sus juegos sucios con los que se gana la vida; aunque no quieran admitirlo, él es un estafador. Nada les importó. Lo único que querían era que Annika viviese entre un mar de dinero, no su felicidad.

Danjel asintió, comprensivo.

—Pero... viéndolo bien. Creo que ella no era feliz conmigo. Esa realidad me ayuda a afrontarlo. Y ni siquiera sé qué hago contándote mi vida personal.

—Jefa, no vea las cosas tan negras. —Apoyó una mano en su hombro—. Hay gente que le ha ganado al Bernaverdet. Usted no será ni la primera ni la última en recuperar a su hija. Y no se preocupe, puede confiar en mí.

—Esperemos que sí, Nølsson. Haré lo posible.

—Por supuesto. Usted es muy buena en ello. Y mientras tanto, ¿cómo está Annika?

Anja sonrió.

—Su papi la llevará a Francia a ver el último concierto de Hillary Duff.

—Se recuperó muy bien, ¿verdad?

—Me parece que sí. Pero la he notado diferente. A pesar de que todavía finge emocionarse por ver a esa cantante, sé que ese hijo de puta le hizo daño.

—¿Se refiere al trauma? —preguntó el inspector.

—Sí. Ojalá nunca hubiera pasado. Ojalá lo hubiera atrapado antes de que cumpliera su objetivo.

—Es una lástima —dijo Danjel con pesar— que se hubiera cargado a Karl también. Su madre sigue devastada, por supuesto; nos considera unos incompetentes. Odia a la policía. Pero, jefa, hayan acabado como han acabado las cosas, Ragnar no ganó. Lo detuvimos. Nuestros esfuerzos no fueron en vano. Ese cabrón está ahora encerrado en una prisión estadounidense, y no saldrá hasta el final de los tiempos. Lo mejor es que lo agarramos gracias a Henrik Grönnborg. ¿Quién hubiera creído que el canalla más grande de la historia de Fenelvadia se redimiría?

—Nadie... ¿Qué dijo Henrik?

—Mucho. Aprendí bastante de usted, a cómo provocar en las entrevistas. Como pudo, y con la ayuda de su cuidadora, me confesó todo sobre Ragnar y de cómo lo dio en adopción. Venga.

Nølsson llevó a su antigua compañera a las instalaciones de la comisaría. Allí dentro Anja se encontró con un sentimiento de familiaridad, lo que la emocionó enseguida. Después, ambos se reunieron en el despacho privado del inspector. Anja no sintió más que orgullo por él.

—Hasta tu nombre completo en el escritorio —comentó—. Recuerdo cuando me dieron la mía.

—Y le darán otra si lo desea —aseguró Danjel.

Un paraíso sin ángeles [ONC] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora