✧•°• 06 °•°✧

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✧•°• Una visita no tan buena °•°✧

  
 
  

Años… Eso es lo que había transcurrido desde que mi "trato" con Lucifer se formó. 6 años más o menos en los que, con la presencia del Rey Infernal, había podido ahuyentar a los pecadores que pretendían hacerse con el bar. Y, claro, nuestro arreglo se cumplía tal y como había prometido.

Los días que no abría el bar, iba al castillo de Lucifer para hacerle compañía. Y aunque ya todo el personal del castillo me conocía y aceptaba, algunos de sus guardias me guardan rencor por defenderme cuando quisieron echarme el primer día.

Por su parte, Lucifer solía asistir –cada noche– al bar, asegurándose de que ningún pecador viniese con malas intenciones. Aunque a veces también venía con "ideas de remodelación" que, obviamente, tenían patitos incluidas.

–Por enésima vez, Lucifer…— respiré hondo, armándome de paciencia. —.. NO voy a colocar patitos como centro de mesas.— repetí.

–Pero se verán lindos. Además, un poco de color no estaría mal.— replicó él, haciendo pucheros.

–Creo que ya bastante color tiene el bar con el letrero de afuera.— acusé, alzando una ceja con reproche.

Ah, sí. Una vez le pedí a Lucifer colocar un letrero con el nombre del bar y él, todo amable, lo hizo, colocándole un sinfín de patitos que brillaban más que el propio nombre del local.

–Pero aquí dentro también quiero ponerlos.—

Las risas de un grupo de pecadores me hizo enrojecer, sabiendo que habían malinterpretado las palabras de Lucifer por como nos miraban. Con los años me había acostumbrado a su forma de expresarse, aunque no podía decir lo mismo de quienes no lo conocían.

Además, creo que el estar siendo abrazada por la cintura no ayudaba mucho a aclarar los malentendidos.

–¿Qué tal si discutimos esto luego?— rogué, pues tenía que seguir trabajando, al fin y al cabo.

Lucifer me soltó, para cruzarse de brazos, sentándose en uno de los bancos de la barra, como si de un niño regañado se tratara. Sonreí, dándole una suave caricia en el cabello antes de volver a trabajar.

Llevé el bar con normalidad, aguantando una que otra insinuaciones por parte de los pecadores que, con una mirada asesina por parte de Lucifer, se arrepentían de haber hablado. Todo bien.

–¡¿Y a mí qué carajos me importa…?!—

El sonido de cristales rompiéndose me hizo detener mi labor para mirar a uno de los clientes, un corpulento imp, que no paraba de quejarse entre gritos sin aparente razón. Algunos de sus amigos intentaban calmarlo, pero él los empujaba para continuar con su escándalo.

–Ahg, me cago en Dios…— mascullé con fastidio.

Pero antes de que me acercase a él para echarlo, Lucifer ya había intervenido, lanzando al imp por la ventana cerrada del local. El cristal roto fue reparado en un chasquido de dedos y, los demás clientes, solo ignoraron lo sucedido.

Lucifer me guiñó el ojo, haciéndome reír, negando con la cabeza. No lo negaré, me seguía pareciendo atractivo a día de hoy, en especial cuando quería dar la impresión de "chico malo".
 

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Cuando finalmente cerré el bar, Lucifer ya se encontraba durmiendo sobre la barra. El pobrecito tenía una muy estricta rutina de sueño que, por más que se esforzara en quebrar, acababa ganándole la partida. Así que ¿contar con él a partir de las 3:00 am? Nah…

Lo cargué con cuidado, subiendo las escaleras para dejarlo sobre la cama que –por petición suya– había mandado a agrandar. Lo cubrí con la manta y luego bajé a continuar organizando todo.

Recogí las botellas y limpié una que otra vomitada. Sí, es un asco, lo sé…

Las luces comenzaron a parpadear, haciéndome prestarles atención. ¿Se habían dañado acaso?

–Vaya, vaya… ¡Cuánto tiempo, mi estimada!—

No…

… no, no, no, no…

Una sombra mucho más alta que yo cubrió mi cuerpo y, mi sangre se heló, al ver dos enormes diales rojos alumbrando sus ojos. Temblé, sin atreverme a girar, cuando una mano se cerró sobre mi hombro. ¡Mierda!

–….. Alastor….— y Lucifer está durmiendo, ¡carajo!

–Veo sigues con tu adorable bar.— comentó él, divertido.

–No gracias a ti.— escupí con rabia.

Él solo sonrió aún más, haciéndome estremecer. Había olvidado esa sonrisa que tanto lograba incomodarme y, por más que intentase, no lograba descifrar.

–Sin rencores, mi adorable Litz. Además, hoy vengo a ofrecer la oportunidad de trabajar en mi nuevo proyecto.— comentó.

–¿Y qué te hace pensar que quiero aceptar algo que venga de ti?—

Alastor amplió su sonrisa, haciendo que me asustara. De un tirón, acabé de cara al suelo, con un grillete sobre mi cuello; seguí las cadenas con la mirada hasta las manos de Alastor, que la enrollaba en el bastón de su micrófono.

–Me parece que haz olvidado a quién pertenece tu alma.— habló con más estática de la usual. Temblé. —Por más que ahora te relaciones con el rey, yo…— tiró de la cadena, obligándome a levantar la cabeza. —…sigo siendo tu dueño.— concluyó.

Lo empujé como pude, huyendo escaleras arriba. Su risa retumbó entre las paredes y su sombra, tan molesta y aterradora, me siguió, riendo igual que su dueño. «Vendrás, quieras o no» oí.

–¡¡Luc…..!!—

Mis dedos rozaron vagamente el picaporte de la puerta antes de sentir como mi cuerpo era engullido por las sombras y desaparecía. Solo pude pensar en Lucifer y…. en lo preocupado que estaría al no hallarme, ¡joder!

¿Por qué justo ahora…..?

    

   
   

  

  

     

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No tengo mucho que decir, salvo que esto recién comienza 🙃

Rotos |Lucifer Morningstar × Fem! Reader|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora