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✧•°• En el infierno nadie es perfecto °•°✧

 

   

  

  

    

   

  

  

 

   

  

  
 
–¿Estás segura?— insistió Lucifer, aferrado a mi cintura mientras me arreglaba frente al espejo.

–Segura.— repetí por millonésima vez en los últimos minutos. Él se aferró aún más a mí, posando una de sus manos sobre mi vientre para acariciarlo con mimo.

–¿De verdad no quieres que los acompañe? Digo, lo correcto sería darle la noticia a Charlie juntos.—

–Ajám... ¿Y eso sería antes o después de matar a Alastor?— cuestioné, alzando una ceja con suspicacia. Él gruñó con desagrado ante la simple mención del pecador.

–Después...— soltó, haciéndome rodar los ojos.

–Escucha, Alastor no tuvo toooda la culpa de mi contrato, así que ya deja ese rencor hacia él.—

–¿Ahora lo defiendes?— chilló Lucifer, frunciendo el ceño con notables celos.

–¡No! Solo...— suspiré. —Olvídalo. Iré sola al hotel y no acepto protestas.—

–Bien.— dijo, soltándome para comenzar a caminar fuera del baño. Lo seguí, viendo como abría el armario para buscar un traje.

–Lucifer...—

–¿Qué? Puedo ir a visitar a Charlie cuando quiera ¿no?— replicó fingiendo inocencia.

Suspiré pesadamente.

–No quiero seguir discutiendo esto, Lucifer.— admití, resignada. —Charlie necesita de Alastor. Y si le haces algo, ella se enfadara contigo.— expliqué.

Aquello pareció disuadirlo de su objetivo, pues dejó de buscar en el armario y se quedó inmóvil, mirando a algún punto del suelo unos segundos. Luego suspiró y volvió hasta mí, hundiendo su cabeza en mi pecho.

–Deja que al menos te acompañe al hotel ¿si?— insistió ya sin fuerzas para insistir.

–De acuerdo.—
 


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Todo el camino desde el Castillo Morningstar hasta el Hazbin Hotel, estuve mirando por la ventanilla de la elegante limosina de Lucifer. Porque sí, Lucifer había insistido en ir en limosina "para mayor seguridad con el bebé"; así que decidí no protestar.

–Juro que si les hace algo, le cortaré esos malditos cuernos y los exhibiré en la pared como un puto trofeo.— advirtió Lucifer, en un gruñido bajo.

Reí, girando a verlo.

–Me parece que desentonaría entre tantos patitos ¿no crees?— bromeé.

No respondió.

El resto del trayecto fue más o menos similar: con Lucifer amenazando a Alastor si llegaba a dañarme a mí o a nuestro hijo. Hasta que llegamos al hotel y Lucifer me abrió la puerta, como todo un caballero, abrazándome contra su pecho un par de segundos.

–Promete que llamaras si pasa algo.— insistió Lucifer.

–Lo haré. Te lo juro.— aseguré, dándole un corto beso en los labios.

Rotos |Lucifer Morningstar × Fem! Reader|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora