Capítulo 59

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Lena sintió su cuerpo extremadamente pesado al día siguiente, se levantó con las extremidades doloridas por el ángulo en el que durmió, y lo que era peor apestaba a pescado muerto.

La chica se deshizo de su ropa y se dio un largo baño de agua helada, ya que había dejado su varita olvidada en la cama.

Y entonces se fue a enfrentar al día, con su cansada rutina y falta de compañía consumiéndola poco a poco.

La semana pasó en un ajetreo de sudor, lágrimas, correcciones y músculos adoloridos, al llegar el domingo Sebatian la esperaba puntual afuera del restaurante donde trabajaba. El chico ni tuvo que entrevistarse sino que pasó directamente a las cocinas.

Era la hora del almuerzo cuando Sebastian se pasó pavoneándose frente a ella y con una sonrisa de oreja a oreja le pagó las 5 libras esterlinas.

-Gracias. - Murmuró Lena, continuó con su comida sin prestar mucha atención, pero Sebastián se sentó junto a ella, y empezó a comer en silencio.

Lena no dijo nada, pero se sentía ligeramente extraño tener una compañía después de estar tanto tiempo sola y sin saber muy bien qué decir preguntó:

-¿Y qué hay de nuevo?

-En un mes tengo audiciones generales para la academia de Ballet de Londres. - Lena sintió cómo si le cayera un balde de agua fría, pero asintió, sin tener la mínima intención de hacer una sonrisa falsa. - Ya se que quizás te pregunten mucho esto pero ¿Como es que alguien que baila como tú no puede conseguir una entrevista?

-Es complicado.

-Y yo pensé que yo era antipático.

-Mi tío es una persona muy influyente, cuando le dije que había elegido bailar en vez de hacerme cargo de... la familia, decidió hacer todo lo posible para que ninguna compañía de ballet decente me aceptara, y heme aquí.

Sebastian asintió, debía ser unos cuatro años menor que Lena por lo que dijo a continuación, la chica lo atribuyó a los sueños adolescentes e ilusiones que uno tiene antes de estrellarse contra el pavimento de la vida real.

-Cuando me acepten en la compañia, haré que te den una audición, en cuanto te vean te aceptarán.

Lena sonrió ligeramente.

-Gracias. - Dijo, sin muchas esperanzas.

Unos clientes con un niño pequeño con una pistolita de juguete entraron a la cafetería, uno de los balines pegándole al vidrio que había en la esquina y rompiéndolo en mil pedazos.

Lena suspiró, empezando a levantarse.

-Yo me encargo. - Repuso el joven.

Lena se dejó caer sobre el sofá, ligeramente extrañada.

Supongo que yo también me he olvidado de la amabilidad de la gente.

Entonces todo pasó rápido.

Un hombre encapuchado entró a la cafetería con una varita en la mano, extendió su brazo y con un movimiento cerró la puerta, y apagó las pocas luces del local, el cual quedo solo con la tenue luz que llegaban de las ventanas.

Los clientes gritaron. El niño empezó a llorar.

Lena empezó a respirar con dificultad, y de manera disimulada fue buscando la varita que siempre cargaba en la parte de atrás de su bota.

Sintió que el mundo le daba vueltas.

En el casillero. La varita está en mi casillero.

-Este es un establecimiento privado, voy a llamar a la polici–

Losing control | MaraudersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora