6. Proceso de aceptación.

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Amelia

Después de recorrer un interminable pasillo, emergimos en una sala de estar que parecía una burbuja de calma en medio del caos.

La cocina rústica se abría a un lado, con sus muebles de madera oscura y sus utensilios de cobre que brillaban suavemente. Sin embargo, la atmósfera acogedora se veía ensombrecida por la sensación de encierro que me había perseguido desde el momento en que pisé aquel lugar.

En la sala pude ver cinco rostros familiares  que cuando se percataron de mi presencia su mirada se iluminó y salieron corriendo a abrazarme.

Se quedaron algunos segundos abrazándome hasta que me separé por incomodidad, aún tenía la ropa con la que llegue aquí, y había pasado por lo menos tres semanas en un sótano, mis condiciones no eran las mejores.

—¿Puedo ducharme?—Le pregunté a Noah esperando encontrar algo de normalidad en ese lugar.

—Claro que sí—respondio con una sonrisa, su voz suave y tranquilizadora—Ven te llevaré—puso una mano en mi espalda, guiandome por unas escaleras.

Al terminar de subir todos los escalones, un pasillo largo se abría ante nosotros con seis puertas. Noah me guío atraves del pasillo señalando cada una de las puertas.

—Sarah y Liam duermen en la primera habitación, James y Sidney en la segunda—explico su voz suave y calmada—luego están Melanie y Thiago y Lauren y Frank—continuo avanzando por el pasillo con una confianza que me hacía sentir incómoda. Al llegar al final del pasillo se detuvo ante las últimas dos puertas—Judith duerme sola en la habitación de la izquierda—dijo con un tono que no relevaba nada—Y la de la derecha... Es nuestra—agrego con una sonrisa.

Abrió la puerta de la derecha dejándome entrar a la habitación que era igual de rústica que toda la casa, o cabaña, creo que realmente estaba en una cabaña gigante.

El cuarto era enorme, tenía una cama gigante en medio, un ropero, un baño, unos ventanales que te daban una vista impresionante de todo el bosque que parecía no tener salida.

Noah se retiró, dejándome sola en la habitación. Me refugié en el baño, buscando un momento de intimidad. Pero incluso allí, la sensación de vigilancia persistía.

Me di cuenta de que no había espejo, y comprendí que era intencional. Ellos se preocupaban por cada detalle, hasta el punto de eliminar cualquier objeto que pudiera ser utilizado para hacerse daño.

La ausencia de espejo era un recordatorio de que tenerme encerrada aquí era su prioridad, aunque eso significara controlar hasta el más mínimo aspecto de mi vida.

Me despojé de mi ropa. Al entrar en la ducha, el agua cayó sobre mí y las ganas de llorar no tardaron en llegar. La sensación de desamparo me abrumó. Odiaba esta nueva realidad que se había apoderado de mi vida, esta sensación de estar atrapada en un mundo que no era el mío.

Enrede una toalla alrededor de mi cuerpo al terminar mi baño, en la cama había una camisa que fácilmente me podría quedar como vestido.

Busque en el ropero en busca de algo más, pero nada, al parecer toda era ropa de Noah.

Me resigne y me puse esa camisa, me quedaba tan solo unos centímetros arriba de la rodilla. El simple hecho de no tener nada abajo me daba tanto miedo, no sabía de lo que ellos eran capaces.

Judith entro a la habitación con un pequeño maletín en la mano y se sentó a mi lado en la cama, su presencia me traía tranquilidad y era reconfortante.

—son unas pequeñas cosas que he podido conseguir estando aquí—dijo entregandome el maletín con una sonrisa amable.

Había un cepillo de plástico, un cepillo y pasta de dientes y una crema corporal.
Agarre el cepillo y empecé a desenredar mi cabello distraída en mis pensamientos.

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