Mercado

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Cuando vivía en la ciudad, Canorus estaba por ella misma, el dinero que su padre les daba lo repartía el sirviente de su padre, su hermano se quedaba con casi todo el dinero y ella tenía lo mínimo para no morir de hambre, bajo esas circunstancias la señorita noble y delicada que era Canorus había tenido que tragarse todas las comodidades y ser feliz con lo que podía conseguir, fue difícil adaptarse al cambio de la noche a la mañana.

Vivía en un gremio como miembro, dormía en sus dormitorios, trabajaba en sus días de fiesta, estudiaba en los ratos libres y terminaba de gastar todos sus ahorros en las cuotas de la universidad y la comida, al principio era agotador, pero ahora extrañaba la habitación que alquilaba al gremio "Ojos de gato" era una habitación cálida, acogedora, con sus estanterías llenas de grimorios, mapas astrales pegados en cada rincón, una cama un poco estrecha, pero llena de cojines, mantas y más libros, pero la cama de la mansión de su familia se siente blanda y cálida, las sábanas que había cambiado ayer aún tenían el olor a bosque y sol, no quiso salir nunca de su pequeño nido.

Pero Canorus tenía trabajo y obligaciones, sacó lentamente un brazo de la cama para destaparse, el frío de la casa hizo que su cuerpo temblara un poco, rápidamente se puso una chaqueta de lana, mullida y suave. El libro sobre la anatomía de los Yakky cayó al suelo.

Con los ojos aún pegados y cerrados, tanteo la pared hasta salir de su habitación, el silencio de la casa era sepulcral, sus hermanos aún dormían en sus habitaciones, aún podía escuchar a sus padres roncar fuertemente al otro lado del pasillo de madera.

Bajó las escaleras hasta llegar al sótano, aun con el sueño pegado a sus párpados, ahí, en una gran chimenea pegada a la pared, un pequeño espíritu de fuego crepitaba débilmente.

Ella se lo había regalado a su madre cuando empezó a estudiar magia por sí misma, el talento y trabajo duro se juntaron para poder ver una sonrisa en el rostro de su madre.

Canorus se agachó hasta que pudo ver dos pequeños ojos, en medio de las pequeñas llamas, la lagartija de fuego le devolvió la mirada, los dos medio dormidos bostezan al mismo tiempo.

-Buenos dias, Dominique, necesito que calientes la casa y el agua.- la lagartija bufó y se dio la vuelta, la pequeña llama cambio de color, el naranja apagado brilló hasta que la llama era de un rojo intenso, el aura oscura y fria de la casa pronto se calentó. -Muchas gracias.-

Canorus revolotea por el sótano, barriendo las cenizas del suelo, abriendo una pequeña ventana para que desapareciera la poca humedad y contó la leña que Dominique tenía para comer.

-Creo que nos quedaremos cortos de leña, padre deberia pedir mas.- Dominique soltó un chillido de indignación y las llamas crepitaban un poco más fuertes. -Le pediré al señor Forest que nos traiga un poco mas.- Canorus le acercó cinco tocones de madera, Dominique se puso encima mientras su pequeña boca los mordisqueaba con alegría.

-Te dajre carbon que he traido de la ciudad mas tarde.-

Canorus volvió a subir las escaleras, pensando en qué tipo de jabón podría usar esta vez para su baño, recordaba que su padre había traído uno de lavanda.

***

-Déjate de tonterías y estudia más, mira ese puesto de ahí, venden libros de ayuda para estudiar.-

El festival del solsticio de primavera duraba cuatro días enteros, representando cada día los cuatro espíritus sagrados que reinaban en los círculos mágicos y los cambios del invierno a la primavera, el espíritu de las flores que traía colores, el de los animales que terminaban de hibernar, el espíritu sagrado del sol que alargaba los días y el espíritu más importante, el espíritu sagrado de la fertilidad.

CanorusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora