El río.

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El bárbaro sostenía una caja de comida en sus manos, al ser la primera vez que iba a la universidad tenía a Elio acompañándolo en su hombro en forma de gato, algunos niños lo habían reconocido y pedido caramelos, caramelos que Elio sacaba de sus bolsillos o de los lazos de las niñas como un truco de magia.

Pero eso no era nada impresionante comparado con el edificio que tenía delante de él.

Estaba en la entrada de la universidad de estudios mágicos avanzados, estaba en el centro de la ciudad como referente a los magos, eruditos, porcionistas, alquimistas y brujas.

El edificio era un complejo castillo de piedra blanca, las hiedras trepadoras parecían cuidadas y tratadas para que tuvieran flores en cada ventana, Elio decía que de esas flores blancas casi hechas de cristal salían el polen luminiscente para los estudiantes que se quedaban por las noches.

El castillo era rodeado por una muralla que estaba casi hecha pedazos, conservada como patrimonio mundial de la guerra de hace 500 años, magos y brujas derrumbaron la muralla de un rey déspota que hacía sufrir las tierras bajo su dominio. Al terminar la guerra hicieron de su castillo la mejor universidad de estudios mágicos.

Los estudiantes iba y venían por los pasillos de piedra y grandes cristaleras, descansaban y repasaban en los jardines llenos de flores y pájaros copo de nieve, las hadas pululaban por las pequeñas casas que los estudiantes mantenían como asignaturas extras de artesanías.

El bárbaro miró el gigantesco reloj que te daba la bienvenida nada más pasar por las puertas del castillo, un reloj de arena negra que brillaba a la luz del sol, las manillas se compaginaban en un ritmo mecánico con las arenas y los engranajes estaban hechos de oro encantado.

El hermoso reloj estaba adornado con estrellas de metal y joyas mágicas encantadas por todos lados. El bárbaro quedó sorprendido mientras sujetaba con fuerza la caja de comida.

Pasaron al vestíbulo para poder activar la cinta y llamar a Canorus. El bárbaro una vez más quedó asfixiado de la sorpresa, había miles de escaleras y pasillos, el vestíbulo era amplio y redondo, como una gigantesca plaza rodeada de una cúpula de cristal, del techo de cristal caía una pequeña cascada de aguas cristalinas que terminaban en una fuente de marfil con diseños florales, algunos estudiantes se sentaban cerca para descansar los oídos de las extensas charlas y algunos otros solo miraban la fuente como si fuera un paisaje de calma.

El reloj del centro del jardín sonó, las puertas de todos lados se abrieron y el bárbaro se tuvo que fusionar con una pared para evitar que la multitud de personas lo pisaran.

Oleadas de estudiantes caminaron de una escalera a otra, de una puerta a otra, las lechuzas y las hadas de viento volaban por todos lados apresurados, entregando notas y trabajos a los profesores, algunos estudiantes cogía el paquete al vuelo para ir corriendo a la siguiente asignatura.

Ancianos, adultos, adolescentes, algunos niños incluso, elfos, druidas, algún bárbaro de las estepas, elfos, Rysh, enanos, humanos, híbridos de dragones y otras razas que el bárbaro aún no había visto en su vida.

Entre ellos, Canorus se acercaba a ellos, la túnica verde y blanca ondeaba elegantemente a su alrededor, el pelo que él había atado en una trenza que le caía por el hombro brillaba con la luz que pasaba por la cristalera del techo.

Bajaba por las escaleras sin prisa y una postura elegante, quizás porque era su ama o porque era cercano a ella, pero de entre todos los estudiantes atolondrados y estresados, ella era la que se parecía más a una maga talentosa y erudita.

-Vamos, salúdala con la mano, creo que no nos puede ver desde ahí.- le recordó Elio, el bárbaro levantó la mano y los ojos lavanda de su ama se fijaron inmediatamente en él, el bárbaro se sintió observado, los estudiantes que tenía al lado pararon de correr como pollos sin cabeza y se apartaron mientras susurraban, sin saberlo se abrió un pequeño pasillo por el cual Canorus pasaba sin inmutarse.

CanorusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora