Regresando a casa.

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 -No te alarmes, es una cosa común en los usuarios de magia.- la bruja del pueblo terminaba un jarabe que reducía la inflamación de la garganta y ayudaba a dormir sin dolor. -Los hechizos requieren que sean cantados, cuanta más fuerza uses en tu voz, más poderoso será, solo se ha excedido un poco.- Canorus mordía su crep de fresas mientras el bárbaro estaba sentado al lado de su cama, protegiendo al ama que casi perdía.

-Voy a dormir.- Canorus se removió un poco y acomodo los cojines a su gusto, la espalda ya había crujido demasiado cuando el bárbaro la zarandeaba en la lucha contra esa bruja.

Después de descender de la montaña, todos los segmentos del río habían regresado a la normalidad y los habitantes del pueblo cantaban alabanzas mientras reunían regalos en la puerta de la posada donde dormía la maga y su ayudante.

El Alcalde ya estaba gestionando las arcas para hacerle frente a la subida de la tarifa del gremio.

Ahora lo único que Canorus necesitaba era reponer todas sus fuerzas y no hablar por unos días, y aunque dijo que iba a dormir, saco el grimorio de los druidas de Killa de su bolso y se retorció en la cama hasta estar cómoda.

El bárbaro miraba aún con dudas a la bruja y a su ayudante que prometían traer más jarabes para la tos seca y medicina para proteger sus cuerdas vocales, un mago mudo era un mago mendigo.

-¿esta segura ama? Minos me ha enseñado a hacer comidas más nutritivas y los libros que me pago amablemente han sido útiles.- Canorus miró al bárbaro que parloteaba y pululaba preocupado por su cama, con tan solo un mes de convivencia el bárbaro que ni siquiera podía emitir un ruido estaba hoy de pie frente a ella, preguntando que tipo de fruta le gustaría más para un zumo.

Ni ella misma se había dado cuentas de cuanto había cambiado el bárbaro hasta ahora, como una flor sedienta de agua regada por una lluvia inesperada. Quizás solo necesitaba tiempo.

Los sentimientos de envidia que había sentido hacia los demás miembros del gremio desaparecieron y solo quedaron recuerdos atrás, ahora entendía que no hacía falta apresurar las cosas, las personas entregaban su confianza a quien les demostraba ser merecedor. Quizás algún día entendería que no necesitaba que fuera un esclavo, sino un compañero que cuidara de ella por un tiempo.

Canorus miro su bolso, este sería un buen momento, cerro el grimorio y lo dejo debajo de la almohada, se acurrucó y tapo con las mantas, el bárbaro dejo de hablar sobre las propiedades nutricionales de los huevos de Amlir.

-Tengo algo que darte.- el bárbaro parecía haber perdido la vergüenza de hablar abiertamente, pero en el momento en que se sentó en la silla que tenía al lado de la cama de Canorus, precio volver en sus sentidos y avergonzarse.

Canorus removió todos los libros de su bolso y sacó un paquete encogido de tamaño de su mano, Canorus acercó la mano del bárbaro tomándolo por la muñeca, la piel gruesa y dura ya no podía llegar a sorprenderla. El paquete verde parecía aún más pequeño en las manos del bárbaro.

Saco su barita y la apunto al paquete que tenía en la mano el bárbaro, susurró el hechizo y sintió como si regresara a sus primeras clases de encantamiento.

El bárbaro vio como el paquete crecía hasta tener que sujetarlo con dos manos, Canorus tosió con fuerza y el bárbaro se apresuró a acercarle el jarabe para la tos.

-Ábrelo, es para ti.-Canorus termino de toser y se escondió en la cama, enterrándose entre almohadas y mantas.

El bárbaro miró confundida la actitud evasiva de su ama, sus manos desenvolvieron con cuidado el paquete, si este iba a ser el primer regalo de su ama debería poder conservar el papel como recuerdo para el momento en que su ama se cansara de él y lo revendiera.

CanorusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora