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Sus ojos celestes divagaban por el lugar, cada rincón en que se enfocaba traía un recuerdo tras otro, no logró llevar la cuenta de cuántas veces había estado en esa habitación. Cuántas peleas, cuántas bromas, cuántas pijamadas y cuántos secretos compartió con Caitlyn en ese mismo espacio; que antes se le hacía tan cálido, cómodo y familiar, pero ahora lo sentía tan frío, ajeno y distante.

Y ya estaba harta.

Harta de huir de aquellos recuerdos, harta de dejar que hasta los momentos más bonitos de su pasado se marchiten cual podrida flor bajo la agonía de sus demonios y culpabilidad.

-¿Vi?- ella estuvo tan sumergida en su letal dilema interno que no escuchó cuando Caitlyn entró a su habitación y cerró la puerta detrás de ella. Violet sólo reaccionó ante su voz y se giró para poder verla- ¿Estás bien?- se atrevió a preguntarle cuando ser percató de lo perdida que estaba su mirada al conectarse con la de ella. Además, era raro encontrarla parada en medio de la habitación, observando a la nada.

-Hay...- la peleadora carraspeó cuando su voz salió más grave de la que pretendía- Hay algo de quiero contarte, sobre lo que pasó esa noche.- confesó retrocediendo un paso para dejarse caer sobre el colchón de la cama.

-Me alegro que sepas que puedes confiar en mí para escucharte.- respondió Kiramman empezando a caminar hacia ella, sin dejar de contemplarla ni un solo momento. Finalmente, se sentó a su costado derecho y esperó paciente hasta que la pelirrosa volviera a hablar, pero ella cerró los ojos con fuerza y negó con la cabeza.

-El puto problema es que no puedo decírtelo.- bramó apoyando sus codos cerca de sus rodillas y juntando sus manos sobre sus labios para evitar soltar un fugitivo sollozo.

-¿A qué te refieres, Vi?- susurró la peliazul sintiendo un pinchazo de preocupación y llevando su mano izquierda a la rodilla derecha de la chica para acariciarla suavemente.

-Si te cuento lo que pasó esa noche, me odiarás y yo no puedo vivir sabiendo eso.- admitió en un momento de vulnerabilidad cuando volvió a desviar sus ojos celestes sobre los zafiros de ella.

Caitlyn inmediatamente frunció el entrecejo antes de acunar su rostro con ambas manos.

-Por todo lo sagrado en este jodido mundo, yo jamás podría odiarte, Violet.- decretó con una férrea firmeza- ¿Crees si quiera que estoy molesta por cómo te has comportado conmigo desde que nos reencontramos? ¡Debería estarlo, carajo! No obstante, no lo estoy. Solo estoy dolida, ¿y sabes por qué?- terminó cuestionando en un tono más bajo.

-Si debo adivinar, me arriesgaré a decir que es porque sientes por mí lo que yo siento por ti.- respondió ella con una leve sonrisa de lado.

Caitlyn imitó aquella sonrisa.

-Así es. Te amo, Vi. Te he amado desde que nos conocimos a los 12 años en la Sala del Consejo y, a pesar estos 8 años separadas, eso no ha cambiado.- se declaró abiertamente con un sonrojo en las mejillas, detalle que le pareció muy tierno a la zaunita.

-Si no te vas a enojar, entonces te voy a decepcionar.- musitó tenuemente levantando su mano para apartar un rebelde mechón azul que surcaba su bello rostro.

-Déjame a mí juzgar eso.- pidió la piltoviana acariciando sus mejillas con sus pulgares, recibiendo un suspiro resignado de su parte.

Aquella acción fue señal para Caitlyn que había ganado la pequeña disputa, así que le lanzó un guiño con dulzura y apartó las manos de sus mejillas y se enderezó mejor sobre el colchón para escucharla.

-Esa noche iba a entregarme a la Sheriff Grayson, sabía que él Consejo estaba buscando cualquier excusa para culparnos de Silco, del Brillo y cualquier otra estupidez que ocurra. Jamás se lo había dicho a nadie, pero una de las tantas veces que nos quedamos en la Torre del Consejo, escuché a algunos Consejeros que querían intentar de convencer a Mel de acabar con los tratados y todo empeoró después de robar el laboratorio de Jayce. ¡Mierda! Sólo quería que ustedes tuvieran a quien culpar, esa iba a ser yo, así nos dejarían en paz y Powder y mis demás hermanos podrían vivir mejor. Sin embargo, mi plan no salió como lo esperaba. Vander y Benzo me encontraron, me encerraron y Vander se ofrecía en mi lugar; en ese momento, no sabía quién había aparecido para matar a Benzo y a la Sheriff, pero Ekko lo vió todo. Me informó que fue Silco quien lo hizo y que se había llevado a Vander...

↑ La Sheriff y La Jefa ↓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora