↑ 19 ↓

160 13 2
                                    

8 Años después...

Mansión Kiramman...

La hermosa joven pasó a ser una hermosa mujer, ahora Caitlyn Kiramman ya tenía 24 años y su vida había decaído en picada por las consecuencias de aquella fatídica noche en la que todo cambió.

La noche ya había caído sobre Piltóver hace horas, podría decirse que era una de las pocas noches tranquilas que tenía la antigua ciudad del progreso, ninguna nombra ha explotado, ninguna explosión ha detonado y ningún tiroteo se ha desatado. Sin embargo, la ojiazul se removía con desesperación bajo las sábanas de su cama, sus movimientos eran bruscos, sus ojos se cerraban con fuerza mientras un par rebeldes lágrimas se escapaban para deslizarse por sus mejillas. Aquel momento de pesadillas, fue aprovechado por una delgada silueta que la observaba por las sombras de la habitación.

-Vi...- susurró Caitlyn entre sus sueños.

Aquel nombre sacudió internamente a quien la observaba, ella estaba conteniendo sus revueltas emociones, pero no soportó escuchar una vez más el nombre de su difunta hermana.

La piltoviana abrió sus ojos de golpe al sentir a alguien sentarse sobre la parte baja de su estómago y una mano sobre su boca. Se quedó quieta al distinguirla entre la oscuridad. Sus ojos grises, los cuales habían perdido su inusual inocencia y brillo hace años, la miraban con rabia; aunque también reflejaban locura y dolor. Lentamente, Caitlyn alzó sus manos hasta dejarlas a los costados de su cabeza, mientras no dejaba de verla a los ojos.

La joven, ahora de 20 años frente a ella, gruñó por lo bajo y quitó su mano sobre los labios de su presa. Caitlyn soltó un jadeo por la impresión.

-¿Ya te he dicho lo linda que te ves asustada?- cuestionó la de trenzas con un toque perverso de diversión en su voz.

-Powder, yo...- Kiramman no pudo continuar, puesto que la mencionada, en muy rápidos movimientos, la tomó por el cuello con la mano izquierda y con la derecha colocó el filo de un cuchillo contra la piel de su mejilla.

-¡¿Acaso eres estúpida?!- arremetió con ira de la ahora zaunita, mientras apretaba el agarre en su cuello- ¡Ya te he dicho que Powder murió! ¡Murió junto con toda su familia! ¡Se calcinó con ellos! ¡Ahora solo queda Jinx!- gritó y, de tanto enojo, parecía que sus ojos se desplomarían de su rostro en cualquier momento.

La sometida chica recordó fugazmente todas las veces que Mylo la había llamado así en el pasado.

-¡Lo siento, lo siento!- exclamó ella con voz ahogada, Jinx la estaba ahorcando.

La ojiazul rogaba en su cabeza que su padre no se despertara y, por nada en el mundo, se le ocurriese entrar a su cuarto a ver qué pasaba. Lo mismo pedía con Jayce, pues desde que ocurrió el primer atentado hace 6 años, él vivía con ellos.

De un momento a otro, Jinx la soltó para observarla detenidamente, miraba los decaídos ojos azules de la Vigilante y no podía evitar confundirlos con los celestes de su hermana. Aquella era una de las razones por las que tanto despreciaba a Caitlyn, porque era quien le recordaba a Violet, era quien le recordaba el inicio de su fin, era quien le recordaba la culpa que tenía de ser la asesina de su familia.

Era quien le recordaba que la sangre de Claggor, Mylo, Vander y Vi manchaban sus manos.

Sin darse cuenta, las lágrimas ya salían sin control de sus ojos.

-¡No! ¡No fue mi intención!- gritó y ocasionó que Caitlyn tuviera un sobresalto, Jinx giró su cabeza a un punto vacío de la habitación- ¡Cállense! ¡Ya cállense! ¡Sólo fue un error, yo quería ayudar! ¡Yo quería ayudar!- gritaba enloquecida, mientras lloraba desgarradoramente. Sin embargo, la Vigilante no podía permitir que ni Tobías ni Jayce la escuchen, por lo que tuvo que actuar.

↑ La Sheriff y La Jefa ↓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora