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Tenía la vista obstruida, lo único que sus zafiros ojos podían divisar era oscuridad con tenues destellos de luces que se colaban por los pequeños huecos de, lo que asumía, era una bolsa en su cabeza. Caitlyn intentó mantener la calma al tratar de aflojar las cuerdas que contenían sus manos detrás de un poste, hasta que un recuerdo hizo click en su mente.

-¡Vi!- exclamó angustiada girando su cabeza a los lados y forcejeó con más ímpetu contra la atadura en sus manos, mientras seguía gritando aquel apodo.

Su corazón se aceleró frenéticamente al no recibir respuesta de la mencionada.

-No está aquí, Caitlyn.- escuchó la voz neutra de Jay a sus espaldas, ella dedujo que él estaba al otro lado del poste- Sólo estamos Luna y yo. Vaya, sí que te golpearon duro, llevas inconsciente casi una hora.- informó con un ligero toque de gracia, la cual no fue bien recibida por la peliazul, quien gruñó por lo bajo.

-¡Habla ya, niña rica!- exigió una molesta pelirroja- ¿Quiénes son estos sujetos? ¿Qué quieren con nosotros?- interrogó moviéndose inquieta tanto como su posición le permitía.

-No lo sé.- admitió la Vigilante de inmediato y la otra mujer rió con amargura.

-Seguro son matones del tal Silco y estás con ellos, por eso no quieres explicar nada.- acusó sin razones y enojando a Kiramman- Todo fue un plan, ¿no es así? Encontrar a Vi, mentir acerca de su hermana y traerla directo hacia su muerte.- siguió tejiendo una maraña de mentiras, logrando que la ojiazul volviera a gruñir.

-¿Por qué no te callas de una puta vez?- soltó irascible, dejando de lado su remilgado vocabulario. Escuchó de fondo una rápida risa que el pelinegro no pudo reprimir- Ellos no trabajan con Silco, estoy segura de ello. Y, aún así no lo supiera, tampoco creería que ese monstruo está involucrado.- negó.

-¿Y eso por qué?- cuestionó el muchacho algo intrigado.

-Porque si Silco estuviera detrás de esto, ya estaríamos muertos.- decretó de forma fulminante.

El silencio reinó solo unos segundos en la lúgubre habitación en la que se encontraban, porque luego escucharon la puerta abrirse, la luz del día se coló, pero aún así eran incapaces de ver lo que ocurría frente a ellos.

-¿Hola?- se atrevió a hablar Cait permaneciendo quieta.

Sin embargo, la tensión y el suspenso que invadieron la habitación se rompieron cuando unos pasos presurosos se acercaron a la peliazul para tomarla bruscamente y ponerla de pie.

-¡Oigan, suéltenme!- ordenó en gritos nerviosos, mientras sentía manos sobre ella, primero desatando sus manos y luego obligándola a caminar, casi arrastrándola, hacia la salida- ¡Quítenme sus manos de encima!- seguía exigiendo y seguía retorciéndose en un vago intento de zafarse, pero no lo conseguía, sólo escuchaba los desesperados gritos de Jay al nombrarla.

-¡Caitlyn!- la llamaba el de ojos marrones preocupado, hasta que la puerta se volvió a cerrar de golpe y, nuevamente, la habitación se tornó en un sepulcral silencio- ¡Caitlyn!- gritó una vez más, pero ya no obtuvo más respuestas.

-Mierda.- musitó la ojiverde después de un momento de insoportable silencio.

Ahora estaban ellos solos.

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La dichosa bolsa de paja fue quitada de forma grotesca de su cabeza, tomó un pequeño tiempo para ajustar su vista y acostumbrarse a la luz, desvió sus ojos hacia todos lados en la nueva habitación en la que estaba, hasta que por fin se fijó en la persona que tenía en frente; ya lo había visto antes, su máscara era representativa del líder de Los Firelights.

↑ La Sheriff y La Jefa ↓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora