CAPÍTULO TRES: Mentir es un pecado

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—Regla número uno: no darle atención a los raros. A excepción de que a si lo queramos, claro está.

Aunque estuviera cera, su voz se oía lejana.

—Regla número dos: no hablar con los que nosotros no hablamos. Quizá eso te resulte fácil ya que no eres tan amigable, ¿cierto?

Asentí, sin comprender nada de lo que me estaba diciendo.

—Regla número tres: obedecer en todo momento. O sea que si alguno pide algo, el otro lo tiene que hacer. No sé, te daré un simple ejemplo. Si Victoria te dice que agarres la bandeja de esa tal Naomi y se la tires a la basura tu vas y lo haces. Es un poco cruel, pero...

¿Cómo podía ser tan extraño? ¿Por qué no hablaba con nadie mas que con él?

—¿Calíope? ¿hola? Te estoy hablando. —la voz de Vera me trae la realidad.

Estábamos sentadas en una de las mesas que había en el patio de la escuela.

—Si... ¿alguna regla más que quieras recordarme?

—Se que piensas que lo hago para fastidiarte, pero en realidad lo hago por tu propio bien.

—Bueno, entonces... ¿gracias?

El ambiente, que creía que no podía ser peor, empeoró cuando llegaron todos los demás.

—Buenas, buenas... —James aplastó su trasero arriba de mí.

—Tienes un banco completamente libre para sentarte —le dice Hunter, logrando que el se me quite de encima.

James bufó, totalmente indignado y cansado de que Hunter siempre le dijera que hacer cuando se trataba de mí.

—¿Ya vieron lo rarito que es el otro? —la cara de Tristan se transformó en burla total.

—Al menos es guapo. —remarcó Victoria. Luego ojeó a Hunter para ver si su rostro cambiaba en algo, pero no fue así.

Por primera vez en mucho tiempo, estuve de acuerdo con ella. Raziel era... extremadamente atractivo.

—¿A quien carajos se le ocurre ponerle un nombre de biblia a su hijo? —criticó Lucien—. ¿Acaso no pensaron en como se le iban a burlar en la escuela?

—Para mi es un lindo nombre. —admití en voz baja.

Claramente ellos me escucharon. Hunter endureció sus facciones.

—Es un nombre ridículo. —expresó, al cabo de un rato.

—¿Qué hace...? —Ezra quedó perplejo al ver como Naomi se sentaba en la mesa de los Dagger.

Dios, no... a veces no lo entiendo. ¿La molesta porque la odia o simplemente porque no puede ni quiere admitir que la rubia le gusta?

—¿Por qué se sienta con ellos? —sigue diciendo.

—¿Desde cuando te importa eso? —le dice Victoria—. Deja que la rara comparta con los de su especie.

—¿Por que ella es la rara y no tú? Digo, porque te veo mas metida en la vida ajena de los demás que en la tuya misma. Si eso no es ser rara entonces no se que carajos lo sea. —la enfrento.

Estaba cansada de oír desprecios hacia Naomi. Era mi amiga, joder.

—¿La estás defendiendo? —dice, anonadada.

—Si, porque ella no esta aquí para defenderse por si sola. —me referí a que no estaba con nosotros y no podía oírla.

—¿No vas a decir nada? —se dirige a Hunter, pero ninguna palabra sale de el—. ¿Qué carajos les pasa a todos? ¿Por qué dejan que haga y diga lo que quiera?

Prisionera del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora