CAPÍTULO CUATRO: El cadáver de Jordi Xavier

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El pánico está distribuido y plasmado en la cara de todos los presentes, menos en la de él. En su rostro no hay nada, se mantiene muy tranquilo, indolente por lo que acaba de suceder. Envidio eso, porque él es todo lo contrario a mí. Mis manos tiemblan, mi rostro se encuentra contraído en miedo, mientras que el luce perfectamente bien. Es ajeno a todo esto, le es indiferente. Lo que pase no le interesa. Es más, me atrevo a decir que hasta parece disfrutarlo. Los gritos me aturden y me llevo las manos a mis oídos tratando de bloquear todo tipo de sonido, pero me es imposible. Todos habían perdido la maldita cabeza y no es para menos, teníamos el puto cadáver de Jordi Xavier a nuestros pies. Su cuerpo yace pálido e inerte ante mis ojos. Una marca roja adorna todo el alrededor de su cuello, el cual comenzó a sangrar de manera precipitada. Alguien lo había estrangulado con algún tipo de alambre hasta el punto de cortarle la piel y degollarlo con esa misma acción.

Mis ojos se desvían hacia el balcón y pude ver aquella figura desconocida. Miré a todos para comprobar si veían lo mismo que yo, pero nadie pareció notarlo. El foco de atención se lo había llevado Jordi. Mis pies comienzan a moverse por sí solos y se encaminan hacia ese encapuchado —el cual se parece mucho al que vi en el funeral de Tristan— intento deslizar la puerta corrediza de cristal, pero alguien me toma del brazo, impidiéndome salir hacia el exterior.

—¿Qué carajos haces? —la voz de Raziel me trae a la realidad y olvido por completo lo que estaba a punto de hacer—. La policía está por llegar, si desapareces por esa puerta serás la primer sospechosa y no es eso lo que quieres justo ahora.

Mi respiración se vuelve agitada.

—Ya lo has sido antes y no se siente nada bien, ¿verdad? —Raziel ladea su cabeza y me dedica una leve sonrisa torcida.


Tres horas antes.

Cuando volví a mi apartamento, todo se sintió sumamente extraño. Volver a hablar con él y que se comportará de esa manera conmigo me confundió por completo. Sentí que quería estar cerca de mí pero que algo no se lo permitía. Y sé muy bien de lo que se trata. Observo todos los vestidos que tengo en mi armario y no logro decidirme por ninguno. Joder... desde que tengo noción mi vida no deja de ser complicada. Ni siquiera puedo elegir un maldito vestido.

«¿Así que ahora te preocupas por un Dagger?»

¿Porque no lo haría? Lo he hecho desde que Naomi me dijo que eran los nuevos de la escuela. Pero entiendo que piense de otra manera dado lo que sucedió aquel día. Pero ¿cómo explicarle que tenía una idea equivocada sobre mí? ¿cómo hacer que entienda eso? Es obvio que jamás iba a creerme. No cuando fui la sospechosa número uno.

—Si... estaré ahí. —le aseguré a Vera a través del celular.

—¿Segura? No te escucho muy convencida.

Me siento en la cama aún con la bata puesta.

—Solo no sé qué ponerme —me agarro la frente—. No voy a una fiesta desde...

—Desde eso. —completa por mi—. Tranquila, será distinto, lo prometo.

Me agrada esta versión de ella. Vera es definitivamente otra persona cuando Victoria no está cerca.

—¿Sabes qué? Ven a casa de inmediato. —dice de repente—. Mi armario es enorme y tampoco sé que ponerme.

Una sonrisa ingenua se me escapa de la nada.

—Está bien.

—Enviaré a alguien por ti, ¿vale?

Asentí, aunque ella no pudiese verme.

Prisionera del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora