CAPÍTULO CATORCE: Infiltrada

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Maratón 3 de 3.


ACTUALMENTE.

—Tenía una abertura en su carótida, como si le hubiesen clavado un cuchillo grande y filoso —seguí contando—. Hasta ahora, todos mantenemos la misma postura: nadie lo hizo.

—¿Y qué tan segura estás de que sea él? —inquirió Rhys—. Lo viste muerto, ¿no?

—Mira, esa noche tuve más alucinaciones que ninguna —confesé—. Puede que no sea real, puede que todos hubiésemos seguido bajo los efectos de esa sustancia.

—¿Estás sugiriendo que fingió todo? —preguntó Rhys, intrigado.

—Bueno… —dudé un poco y luego recordé—. Esa noche nos quedamos con su celular. Si fue capaz de crear esa cuenta de chismes, es capaz de todo.

Rhys se rió en su asiento. —Mierda, esto parece de película.

—Sí —suspiré, compartiendo su incredulidad—. Es increíble.

El celular de Rhys comenzó a sonar, rompiendo el hechizo de aquellos recuerdos. Él se disculpó con una mirada y salió afuera de la cafetería para hablar con tranquilidad.

Lo observé a través del ventanal, su expresión era una mezcla de serenidad y perturbación. Se veía tranquilo, pero su ceño fruncido delataba una inquietud interna, como si lo hubiesen llamado para molestarlo. De repente, su rostro se contorsionó en una expresión aterradora. Los gestos de su cara revelaban una ira descontrolada, como si hubiese perdido toda noción de sí mismo. Jamás lo había visto en un estado tan frenético.

¡Mierda, mierda, mierda! Le gritó al teléfono.

Se pasó la mano por el cabello, mostrando su exasperación, y luego me miró fijamente. Sus ojos, antes cálidos, ahora transmitían una frialdad glacial que me erizó la piel. Vi cómo se despedía en un murmullo, leyendo en sus labios las palabras "adiós" dirigidas a quienquiera que estuviese al otro lado de la llamada.

Cuando regresó, su rostro había recuperado la serenidad.

—¿Qué pasó? —pregunté, curiosa.

—Nada importante —respondió, sonriendo ligeramente, mientras se llevaba un trozo de tarta a la boca—. ¿Por qué? ¿Acaso temes que me interese por alguien más? —bromeó, divertido.

Levanté una ceja.

—Tú eres libre de hablar con quien quieras —le recordé—. Somos amigos, ¿no?

Su sonrisa se intensificó.

—Difícil olvidarlo, considerando cómo me lo recuerdas a diario —dijo con una pizca de ironía.

Mi celular vibró con un mensaje, y los nervios se apoderaron de mí instantáneamente. Miré a Rhys, y su rostro volvió a endurecerse.

—Es hora —dije, poniéndome de pie.

Rhys dejó algunos billetes en la mesa y se levantó también, listo para seguirme.

#

Estábamos fuera del hospital donde Naomi se encontraba internada. Después de un día entero revisando los archivos de mi padre, nos encontramos sumergidos en un mar de nombres y direcciones, correspondientes a distintos hospitales de la ciudad y sus alrededores.

—¿Estás lista? —me preguntó Rhys, con una mirada intensa.

—¿Me preguntas si estoy lista para infiltrarme en un lugar completamente desconocido? —reí nerviosamente, tratando de disimular mi ansiedad.

Prisionera del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora