CAPÍTULO CINCO: Mammón

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La gente no sabía hacia donde ir, ni siquiera yo. Trataba de mantenerme lo más lejos posible de aquel cuerpo. Habían llegado como tres patrullas y los forenses estaban fotografiando cada parte del cadáver.

—Dios... ¿cómo es posible que todo terminara así? —Vera muerde sus uñas. Está nerviosa—. Mi padre va a matarme.

—¿Lo conocías? —le preguntó James.

Vera niega.

—Calíope parecía conocerlo demasiado bien... —Victoria sonríe.

—Yo no lo conocía...

—¿Y le das esa clase de besos a personas que no conoces? —ataca.

Oh no...

Hunter aprieta su mandíbula. Joder, lo sabía, él me vio.

—Da igual, chicos, ¡esto fue un completo desastre! —Vera se agarra del cabello.

—Tranquila, todo el mundo vio con quién estuvo toda la noche. —Victoria le acaricia el brazo.

Esta maniática me tiene harta.

—¿Qué carajos estás insinuando? —la enfrento.

—La verdad. —mira a todos—. ¿Nadie hablará de que la vimos ir detrás de él?

—¡Quería asegurarme de que estuviese bien!

—¡Si, estrangulándolo! —me grita.

El rostro de Victoria está rojo.

Si, porque le di una bofetada.

Una gran y satisfactoria bofetada.

—¡Estás loca! —se toca la mejilla.

—Si, estoy loca, y créeme, hay más de eso para ti si me sigues buscando. —amenacé.

—Hunter Morrison. —la voz de un oficial de policía nos interrumpe—. Ven con nosotros, tenemos algunas preguntas para ti.

—¿Qué? ¡No! ¡Él no tiene nada que ver! —Victoria lo defiende—. ¡Ella sí! —me señala—. ¡Ella estuvo con ese chico! ¡Ella lo mató!

Hunter la detiene.

—Para, Victoria, déjala en paz de una puta vez.

El policía se lleva a Hunter y ella se queda mirándolo, y, como una de las tantas veces, se traga el dolor de su rechazo.

—¿Sabes que difamar a alguien es un delito y que puedes ir a prisión por eso? —le informo a Victoria. Su rostro palidece.

—Es cierto. —secunda James—. Lo sé por mi madre.

Su madre es jueza.

—¿Le puedes decir a Myers si me puede llevar a casa luego? —le pregunto a Vera en voz baja.

—¿A Myers?

—Si...

—Pero él no es mi chofer.

—Has dicho que lleva meses trabajando para ti.

—¿Qué? ¡No! Hablaba de André. Myers lleva trabajando aquí como... —ella cuenta con sus dedos—. Como dos semanas, creo.

—Vale, entonces, ¿por qué me recogió Myers y no André?

—No lo sé, quizá le surgió algo a André.

La paranoia que me está causando todo esto me hace desconfiar hasta de mi propia sombra.

—¿Son confiables?

Prisionera del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora