XXII. Límite

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—¡Aaaj! —Lalisa se quejó. Apenas despertaba y ya se veía sometida por una fuerte y dolorosa punzada en la cabeza.

Volteó a ver a todos lados tratando de reconocer algo del lugar en el que se encontraba. No sabía en donde estaba ni mucho menos cómo había llegado hasta ahí la noche anterior, y tampoco iba a esforzarse en intentar traer de regreso esas memorias porque sentía que la cabeza podría explotarle si se daba a la tarea de poner a trabajar a su cerebro. Lo último que se le venía a la mente era haber estado bailando con una chica, cuyo nombre recordaba por pura suerte, Irene; en algún momento comenzó a ingerir bebida tras bebida y de ahí en más solo se quedaba con un sinfín de imágenes borrosas.

Jennie no estaba en la cama. Lalisa supuso que había entrado en un sueño tan profundo que ni siquiera fue capaz de percatarse del momento en el que la pelirroja se levantó; eso pensando que en realidad habían compartido el mismo espacio para dormir.

—Por fin despiertas —hablando del rey de Roma —. Si no hubiera visto tu... ya sabes —sus ojos fueron a parar directamente a la elevación en las sábanas que aún cubrían el tren inferior del cuerpo de Lisa. En este punto, la menor ya no se escandalizaba por el hecho de que Jennie se percatara de sus erecciones, pero incluso así intentaba cubrirse con el primer objeto que tuviera al alcance —. Habría pensado que estabas muerta.

—¿Qué hora es? —Lalisa se sentó sin dejar de sostener el almohadón de su regazo.

—Poco después de las once —Jennie caminó hacia la cama y tomó asiento en el borde del lado vacío —. ¿Cómo te sientes?

—Me duele la cabeza —se llevó las manos a las sienes para masajearlas moviendo sus dedos en círculos.

—Me lo imaginé —metió su mano en el bolsillo derecho de su cárdigan y sacó una tira de pastillas —. No había aspirinas en el botiquín, así que salí a conseguir algunas —entonces esa era la razón por la que Lalisa no la había visto al despertar —. Toma una por ahora y otra más tarde si te sigues sintiendo mal.

—Gracias —Lisa extendió la palma de su mano para recibir los analgésicos sobre la misma.

—Voy a salir a buscar algo para almorzar —Jennie se puso de pie —. Hay botellas de agua en la nevera. Deberías tomar un baño para refrescarte —le sugirió.

—¿Puedo ir contigo? Solo dame diez minutos y estaré lista.

—No te exijas si no te sientes bien.

—Estoy bien. Mira —se levantó de la cama con velocidad. Su cuerpo resintió la brusquedad del movimiento y casi pierde el equilibrio a causa del mareo; se sostuvo del respaldo de la cama.

—Ya veo que ni siquiera puedes mantenerte de pie —alzó sus cejas.

—Eso fue porque me levanté muy rápido —se justificó —. Pero me sentiré mejor luego de ducharme.

—Mmm...

—Por favor —imploró haciendo un puchero —. Quiero pasar más tiempo contigo.

Jennie suspiró; sabía que no iba a poder decirle que no.

—Bien —accedió resignada.

Fueron alrededor de quince minutos los que Jennie esperó hasta que Lisa estuvo preparada.

—Gracias por prestarme tu camisa —dijo doblando un poco las mangas. Aún estaba resintiendo la resaca, pero sin duda el baño había sido de mucha ayuda —. Oye, ¿has visto mi celular? —preguntó revolviendo las sábanas de la cama y buscando sobre la mesita de noche.

I Like Your Mom | Jenlisa G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora