XXVIII. Probablemente

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—Así que no vamos a hacer nada... —dijo Jennie nada más cerrar la puerta del baño.

—Eso dije —Lisa fue a sentarse sobre la tapa del retrete.

—¿Intentabas convencer a Hyunjin o convencerte a ti misma? —caminó hasta la pelinegra y la miró desde arriba.

—Tal vez un poco de los dos —inclinó la cabeza para apreciar a Jennie. Cada vez estaba más segura de que lucía perfecta desde cualquier ángulo que la viera —. Me siento culpable —agregó estirando su mano para sostener la de Jennie —. Pero...

—¿Pero qué? —observó los dedos de Lisa jugando con los suyos.

—Te veo y me olvido de todo —sus miradas se conectaron. Una chispa resplandeció en las orbes de Lalisa y se proyectó en las de Jennie.

—No puedes decir algo así y esperar a que me quede sin hacer nada —Jennie detalló cada centímetro del rostro de Lisa, subió su mano hasta sujetar su barbilla y ella misma se inclinó para estar a la altura de su boca —. Lalisa —susurró sin despegar la vista de esos labios que parecían pedirle a gritos ser besados; esos labios que siempre le habían resultado tan llamativos. Se atrevió a tomar asiento sobre el regazo de la más joven —. Manoban —por alguna razón le gustaba pronunciar su nombre y apellido haciendo una pausa entre ambos. El tono de su voz llegaba a los oídos de Lisa de una manera tan suave como la seda.

El roce de labios era una tentativa; Jennie vacilaba con besar a la otra, pero su boca terminaba por desviarse hacia su mejilla y continuaba bajando por la línea de su mandíbula, dejando marcas del trayecto recorrido con su tan clásico labial rojo escarlata.

—No me toques así —más que una queja, era una débil advertencia. Las manos de Jennie se escurrían por debajo de la camiseta de Lisa, llevando sus caricias desde su abdomen, pasando por sus costados y finalizando en la parte baja de su espalda —. Y tampoco te muevas así —Lalisa detuvo el movimiento de las caderas de Jennie sobre ella.

—¿Por qué? ¿No te gusta? —su respiración comenzaba a sentirse pesada.

—Claro que me gusta —dijo con su voz ronca, enterrando su cara en el cuello de la mayor y respirando el olor de su fragancia favorita —. Pero no quiero salir y tener que explicar por qué hay una carpa en mis pantalones.

—Buen punto —Jennie sonrió —. Ojalá tuviéramos más que siete minutos —enredó sus manos en el cabello de Lisa, apretó un poco su agarre y tiró hacia atrás, robándole un gemido de dolor y placer al mismo tiempo —. La cantidad de cosas que te haría —murmuró. El anhelo se reflejaba en la opacidad de su mirar.

—Dime —le pidió —. Dime lo que harías conmigo —sus dedos se aferraron a los muslos descubiertos por la falda que Jennie estaba vistiendo.

Jennie apretó los labios, pensando en si debía hacer o no lo que la pelinegra le pedía. Probablemente solo iba a conseguir encenderla más y con el tiempo tan limitado que tenían no iban a poder terminar lo que apenas estaba por comenzar.

—Empezaría por quitarte la ropa —sus ojos observaron todo lo que podían desde la posición en que Jennie se encontraba, aún sentada sobre Lalisa. Parecía querer deshacerse de sus prendas con solo una mirada —. Me encantaría volver a verte sin ella —Lisa estaba por sacarse la remera, pero Jennie la detuvo negando con su cabeza —. Puedo imaginarte a la perfección —su imagen comenzó a tomar forma en su mente —. He estado guardando cada detalle de ti desde la primera vez que te vi.

—No creí que fueras a fijarte en mí desde el principio.

—Algo en ti captó mi atención —reveló —. Y luego empezaste a actuar de esa manera tan torpemente linda y atenta que no me pude resistir.

I Like Your Mom | Jenlisa G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora