[EL ARTE DE UN CORAZÓN ROTO #4 🎤]
Los últimos meses me han enseñado tres cosas sobre mí;
La primera y la única de la que siempre he estado seguro, la música es por y para lo que nací.
La segunda, amo a una chica de ojos preciosos.
Y tercero, no est...
Inhalo hondo haciendo que la cocaína se impulse lo más arriba posible y aguardo algunos minutos con la cabeza tirada hacia atrás, recostada en el respaldo de la silla, hasta que haga efecto.
—Creo que es la mejor mercancía que he probado en mucho tiempo —dice Fausto antes de aspirar otra línea.
—Te quedó aquí. —Señalo mi labio haciendo referencia al suyo—. Tanto tiempo y todavía no embocas bien.
—Es que no me meto cocaína cinco veces a la semana, alguno de nosotros trabajamos de verdad.
—Eh, eh, que yo trabajo. —Alzo las manos en el aire—. Dime de alguien tan excelente como yo que tenga tantas canciones pegadas.
—Todas dedicadas a la misma loca que se metió con otro mientras tú buscabas una vida para ambos.
Río.
—Eh, eh, cuidado. —Lo sentencio con el dedo—. Ella solo siguió con su vida, fui yo quien la abandonó por ir en busca...
—En busca de todo lo que tienes hoy. No te martirices por eso, fue lo correcto.
—Todavía lo dudo a veces.
Suspiro y el pecho se me llena de nostalgia.
—Yo antes lo tenía todo. Amigos, amor, una familia...
—Me tienes a mí, tienes a todas las chicas que mueren por amanecer contigo y tienes a tu abuela.
—No es lo mismo. —Niego con la cabeza—. Cuando naces sin nada, lo poco que tienes lo atesoras con el alma y... yo perdí todo por esto.
Abro los brazo haciendo alusión al estudio donde estamos y a todo lo que tengo, lo que he conseguido, todo lo que ahora no me importa.
—Te hace falta otra. —Toma la bolsita de cocaína y prepara una línea—. Cortesía de la casa.
—Como si no fuera mía. —Ruedo los ojos antes de agachar la cabeza y aspirar—. Vamos que fuera nos esperan.
Me pongo de pie y salgo del estudio sin importarme si Fausto me sigue o no. La música afuera parece tener el poder de romperle los tímpanos a cada persona dentro de mi apartamento. Mientras camino por el pasillo, un chico que no reconozco me abraza y sonrío como si fuera mi hermano del alma.
—Hola, bonita. —Saludo a una rubia que me sonríe y noto como me sigue mientras continúo caminando.
Me meto en la cocina y volteo a ver sobre mi hombro solo para asegurarme que la rubia viene detrás de mí.
—Fuera —le digo a las personas dentro de la cocina.
La rubia se prende a mi espalda.
—¿Yo también debo irme? —pregunta, mordiendo el lóbulo de mi oreja.
—Si para que tú te quedes es que se han ido todos.
Me doy media vuelta y, mientras nos besamos, caminamos lentamente hacia la isla de la cocina.
—Tu asistente me hizo firmar el contrato de confidencialidad... —suelta entre besos—. Tranquilo que no diré nada.
Bajo a su cuello riendo. Está claro que Cam hizo que firmara el contrato de confidencialidad, nadie entra a mi apartamento sin hacerlo y nadie regresa una vez cruzó la puerta; dos de las tres reglas de mi casa..
La tercera y la más importante, el estudio no lo pisa ni Dios.
Tiro de su brazo para hacer que se de vuelta y pongo mi mano en su espalda para apoyarla contra la isla. Con mi mano libre le bajo la ropa interior y aprieto mis caderas contra ella.
—Di mi nombre Corbyn... —pide—. Por favor, Corbyn, di mi nombre.
Saco un preservativo del bolsillo de mi pantalón antes de dejar que la prenda caiga hasta mis rodillas.
—¿Cómo te llamas? —pregunto mientras me coloco el preservativo.
Gime cuando la penetro y yo sonrío.
—Samantha.
Me aparto casi al instante y me quito el preservativo en medio segundo.
—¿Qué pasa? —pregunta, volteando a verme con los ojos muy abiertos.
—Nada. —Niego con la cabeza—. No...no estoy para esto.
Me subo el pantalón y salgo de la cocina con un rumbo fijo. Abro la puerta del estudio y ni bien estar dentro, dejo que se cierre con un golpe. Tomo la guitarra y me siento junto al amplificador.
La cocaína invadiendo completamente mi sistema hace que mis pensamientos acelerados se atropellen. Respiro lentamente, pero ni eso logra calmar mi cabeza.
Acabo tocando cualquier cosa, melodías sin sentido, probando acordes asquerosos que no me llevan a ninguna parte. Estoy por abandonar todo y regresar a la fiesta cuando de repente una letra llega a mi mente y como si fuera arte de magia mis dedos fluyen sobre la guitarra.
Una vez tengo la intro y algo que me suena como un coro, tomo la primer hoja que encuentro y me pongo a escribir.
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Canto la canción completa una vez y cuando quiero volver a intentarlo, mi voz flanquea por las lágrimas. Dejo la guitarra a mi lado, arrugo la hoja y la lanzo lejos de mí como si así pudiera deshacerme de esos sentimientos escritos en ella.
Tiro la cabeza hacia atrás y me golpeo contra el amplificador una y otra vez.
No quiero pensar en Sam como la mala de la historia cuando en realidad es todo lo contario; si salí del pueblo y vine en busca de algo mejor fue porque quería tener algo que ofrecerle. No puedo culparla por haber caído en toda esta mierda cuando el único culpable soy yo.
Fui yo quien se metió droga hasta por los oídos. Yo el que bebió alcohol como si fuera agua. Nadie me obligó a nada.