(Nuevo) Capítulo 6

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Antes de que Kiki se fuera le di la tarea de animar a nuestra diosa en caso de verla decaída y aprovechar al máximo las prácticas con los santos de bronce. Con su partida la primera casa quedó en silencio absoluto. Sin embargo, en mi mente no había más que bullicio: no dejaba de preguntarme cómo haría para complacer a Athena con el asunto de mis sentimientos. Me repetía a mí mismo que no era necesario obligarme a experimentar el amor, que en caso de que ocurriera se daría por sí solo. Además, no lo encontraría si no me estaba permitido abandonar mi puesto.

Me senté a meditar en la entrada de Aries. A lo lejos se escuchaba la voz de Aioria que daba órdenes.

Sentí pisadas a mis espaldas y al voltearme encontré a Aldebarán.

—Mu. ¿Qué pasa?

—¿No se debería preguntarlo yo al verte por acá?

—Ya terminé la primera ronda. Más tarde tengo que ir a ver los resultados de hoy. ¿Qué te pasa? Tenés cara rara.

Suspiré y apoyé los codos sobre mis muslos. Me pregunté cómo no había hablado aquello que tanto me inquietaba con Aldebarán antes que con Shaka; en cuanto al tema de los sentimientos él estaba más ducho que aquel con delirios divinos.

—Pensaba en algo que me dijo Athena antes de irse —respondí.

—¿Lo de vivir como los humanos que somos mientras podamos?

Le dediqué una expresión confundida.

—Creo que nos lo dijo a todos, o al menos sé que a Aioria y a Milo sí. Por tu estado supongo que a Shaka y a vos también.

Dejó escapar una risotada. Luego se sentó a mi lado y se cruzó de brazos.

—No sé cuánto podamos hacer con las órdenes que nos dejó, pero agradezco su consideración. No tengo idea de qué podría hacer para experimentar la vida como un humano haría normalmente. Así que entiendo cómo te sentís.

—Gracias.

Si bien me reconfortaba en parte que Athena les había dicho a mis compañeros que podrían tener más libertad, las palabras que había usado conmigo fueron otras. Aunque quedaba implícito que podrían vivir un romance si así lo desearan, a mí me lo había impuesto. «¿Será una especie de castigo divino?», reí bajo por esa idea.

—Mu de Aries.

La voz de Shaka me dio escalofríos. Miré al frente y lo vi subir las escaleras a mi templo.

—¿Ya comiste? —preguntó a tres escalones de distancia.

—Todavía no.

Noté que le tembló una ceja, señal de molestia.

—Pero voy a tomar el té con Aldebarán. —Señalé a mi amigo—. Solamente nos quedamos conversando un momento.

Me irritó tener que darle explicaciones por lo que hacía o no. Sin embargo, ir en su contra no me pareció buena idea.

—¿Necesitás algo?

Aunque fuera una pregunta que dicha por cualquier otra persona sonaría como signo de preocupación, el tono indiferente de Shaka hizo ver su tarea de ocuparse de mí como algo engorroso.

—No, gracias. Estoy bien.

Él asintió y retomó el paso.

—Voy a estar en mi templo. Tengo cosas que hacer hasta el cambio de guardia.

—Entendido.

Las pisadas de Shaka se alejaron. Aldebarán se volteó a verlo mientras que yo permanecí inmóvil. Segundos más tarde mi vecino preguntó:

Una cicatriz dulceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora