(Nuevo) Capítulo 14

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Agradecí a la lluvia torrencial de la noche que debí ocuparme de los aspirantes que se refugiaron de nuevo en la casa de Aries. Shaka no pasó en ningún momento y yo no quería verlo. A la mañana compartí la primera comida con los aprendices antes de que se fueran a entrenar y otra vez mi niñera brilló por su ausencia. El silencio no había sido un problema hasta ese día: estaba solo con mis pensamientos y, peor aún, con mis sentimientos.

Me dirigí al coliseo donde Aioria instruía a los soldados y aprendices. Me senté en las gradas como un espectador más. Después de unos minutos mi compañero se percató de mi presencia y preguntó si no quería unirme a la práctica.

Aioria era rápido y tardé un poco en acostumbrarme a su ritmo y técnica; una vez que lo hice me resultó sencillo encontrar los puntos débiles en su defensa. Aunque era un entrenamiento, me sirvió para liberar toda la frustración que cargaba. Una patada, dos puñetazos, bloqueo. Girar sobre mi eje para que él siguiera el movimiento y perdiera el equilibrio. Más golpes, sudor. En lugar de agotarme sacaba más energía. Aioria se sorprendió y empezó a verse en aprietos, incluso debió recordarme que estábamos en una práctica.

Cuando le di un golpe en el estómago caí en que me había desquitado con el caballero de Leo, que nada tenía que ver.

—¡Aioria, disculpá! ¿Estás bien?

Con una mano donde lo había golpeado, intentaba recobrar el aliento y respondió:

—Dame un segundo, ¿sí?

—Perdón.

—No pasa nada... No recordaba que tuvieras la mano tan pesada.

—Creo que fue suficiente por hoy.

Volví a sentarme. Aioria me acompañó y se ubicó a mi izquierda. Nos quedamos unos segundos sin decir nada, sólo mirábamos cómo el resto practicaba.

—Mu, ¿puedo hacerte una pregunta?

Suspiré.

—Si es por lo que pasó ayer, prefiero que te mantengas fuera de eso.

—Es que no fue normal. Siempre te llevaste bien con Shaka. Eran muy unidos. Si no hubiese sido por vos, ¿quién sabe cuánto tiempo habría pasado hasta que alguien se decidiera a hablarle?

No respondí, seguí con la vista en el centro del coliseo donde Shaina de Ofiuco obligaba a un aprendiz a hacer flexiones con varios bloques de concreto sobre la espalda.

—¿Tan grave es como para haberlo golpeado y no querer decirme? ¿No éramos amigos?

—Agradezco tu preocupación, Aioria —dije con calma—. Pero es un asunto entre él y yo nada más.

Mi compañero estiró los brazos sobre la cabeza e inhaló profundo.

—Siempre hubo una especie de burbuja aparte para ustedes dos. Nadie sabía qué pensaban o hacían, pero todos entendíamos que eran como hermanos o... No sé, muy unidos.

—Supongo que ya no puede ser así.

—Si vos lo decís... En eso sí que se parecen.

—¿Qué?

—Shaka tampoco quiere decirme nada. Bueno, en él es normal. Debe dolerle no poder decirle a la persona con quien más confianza tiene.

Reí bajo.

—¿Qué es tan gracioso?

—No creo que me tenga confianza.

—¿Cómo no? —Se volteó a mirarme de cerca—. Mu, sos la persona en quien Shaka más confía y no lo digo por todo lo que pasó cuando todavía éramos aprendices. ¿No le ayudaste a volver con Ikki a la casa de Virgo? Fuiste el primero al que llamó.

Una cicatriz dulceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora