(Nuevo) Capítulo 15

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En la noche, me había alistado para vigilar un rato desde la entrada al primer templo, pero me detuve a mirar por la ventana. Estaba nublado, el viento era demasiado fresco para esa época del año. El Santuario estaba más tranquilo de lo habitual.

Una voz en mi interior me decía que algo no iba bien. «Primero el temblor, ahora este frío. ¿Será otra amenaza?», me pregunté. Sin dejar de pensar en ello me dirigí a la entrada de la casa bajo mi custodia. El viento soplaba cada vez más fuerte y me puso la piel de gallina.

En dirección a Rodorio todo parecía en calma, lo que me dejó más tranquilo. Me senté, entrelacé los dedos y me dediqué a pensar en todo tipo de cosas, que, por alguna u otra razón, terminaban en el caballero de Virgo.

Lo que había hablado con Aioria en la tarde dejó un efecto. «Si Shaka no tuviera dudas, no se negaría tanto. Pero sólo parece estar seguro de que lo mejor es estar lejos», pensé y una lágrima se me escapó del ojo izquierdo. «Si lo entiendo, ¿por qué me duele? ¿Por qué quiero insistirle?».

—Athena —dije al cielo—, ¿podré con esto entender cómo se siente?

Tenía que enfrentar a Shaka por última vez como había dicho Aioria y tomar una decisión, aun si eso significaba quedarme con ese sentimiento que crecía a cada segundo sin ser correspondido. Necesitaba sacarlo, expresarlo de alguna forma y que llegara al santo de Virgo.

«En lugar de decir que me rindo

es mejor que cuente todo lo que puedo hacer

Hay cosas que me hacen caer y pienso en dar marcha atrás

Y aun así, aun así, ya he tomado una decisión

Lo que puedo hacer por ti,

quizás nada me detenga de hacerlo

Todavía así quiero tocarlo:

en lugar de tristeza, tu calor

Aunque sea de a poco, ¿podré acercarme?

Los fragmentos de mis sueños, la persona que amo,

la forma del amor que imaginé,

siempre, siempre los seguiré buscando».

Enjugué las lágrimas y mordí mi labio para que no se escapara el sollozo que quería salir con fuerza. El nudo en la garganta me asfixiaba. Quería encerrarme en mi habitación y que todo pasara, hacer de cuenta que los sentimientos no me dolían ni me confundían. Pero por dentro repetía que era un santo de Athena, que no podía darme el gusto de escapar ni siquiera de eso.

El viento me hizo tiritar, pero lo que casi me dejó helado fue la voz que habló a mis espaldas:

—Es la primera vez que te escucho cantar.

Shaka se paró a un costado. Estaba tan cansado que el cuerpo no me respondió para huir. Lo miré de reojo sin dejar de temblar. Tragué grueso y aclaré la garganta para evitar que quedaran rastros de mi debilidad.

—Pensé que no querías verme —dije.

—No vengo para tratar temas personales —respondió—. Este frío no es normal.

—Pensé lo mismo, pero hasta ahora no vi nada fuera de lo común.

Curvó una ceja.

—¿Por qué temblás?

—Es una reacción al frío —contesté.

—Imaginé que estarías acostumbrado. Además, con la armadura puesta deberías soportarlo.

Con las pocas fuerzas que me restaban me levanté en dirección al interior del templo. El agarre de Shaka no me dejó continuar. Lo miré mal e intenté hacer que me soltara, pero él solo aumentó la fuerza.

Una cicatriz dulceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora