(Nuevo) Capítulo 9

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Capítulo censurado.


El agua caliente me alivió la tensión en los músculos. Me masajeé los hombros, estiré el cuello; el crujir de las articulaciones fue placentero. Me envolví el pelo en una toalla, apoyé la cabeza en el borde de la bañera y clavé los ojos en el techo. Tenía las mejillas ardientes.

No había vuelto a ver a Shaka desde la tarde y no quería que siguiera con su tarea de niñera. me aterraba la idea de enfrentarlo para preguntarle lo del beso. «¿Por qué fue como si mi cuerpo lo pidiera?», me pregunté a mí mismo al pasarme los dedos sobre la boca. Hubiera referido aguantar sus golpes o que me sacara uno a uno los sentidos antes de que se riera de mí al darle tanta importancia a algo que habíamos hecho por curiosidad.

—¿Cómo se sentirá besarlo ahora?

Cerré los ojos, inhalé hondo; la mezcla de miel y loto del agua me endulzó el olfato. Shaka se metió en la bañera; del susto pegué la espalda contra el borde. Algunos de sus mechones rubios flotaron, otros se hundieron. Aún de pie pasó las piernas a los costados de mi cuerpo. Levanté el rostro para preguntar qué pretendía, pero la voz no me salió. Él entreabrió los ojos. Me agarró la cabeza e hice fuerza para evitar que la moviera a su antojo. Me sacó la toalla, desparramándome el pelo, y la tiró fuera de la bañera.

«Mu», mi nombre escapó a través de sus labios sonrosados, al mismo tiempo que se ponía de rodillas, y me dio un escalofrío. El agua se movió. El santo de Virgo mostró aún más sus brillos azules y una sonrisa. Recorrió mi pecho con un dedo. Inhalé fuerte. La temperatura subía poco a poco. Shaka acortaba la distancia con mi cara. Pasó los brazos a los lados de mi cabeza y me abracé a mí mismo.

Su pecho a centímetros de mi boca desprendía un aroma floral. Un cosquilleo surgió en la parte baja de mi vientre. Intenté moverme, pero la fricción de nuestras pieles me hizo temblar y él suspiró. Mi mandíbula descendió al ver su cara roja.

«Hacelo», dijo. Respiré hondo; quise decir algo, pero mi compañero me lo impidió con un dedo. Bajó hasta mi oreja y susurró: «Besame y tocame como hacen los adultos». Comencé a respirar por la boca, la cara me ardía. Juntó agua y se acarició el torso. Luego se acercó a mi boca. «Mu, haceme tuyo», tras esas palabras me besó el cuello. Apreté los dientes. Sus manos descendieron por mi pecho.

«Mu», de nuevo dijo mi nombre.

—Shaka...

«Mu, por favor», suplicó con la cara roja y la piel ardiente. Una caricia exquisita y suspiramos nuestros nombres.

«Abrí los ojos».

—¿Q-qué?

«Abrilos».

—Shaka...

«No está bien. No así».

Me encontré solo entre el vapor del baño. Levanté los brazos al tiempo que me puse de pie. Mis palpitaciones estaban descontroladas; se sentían mucho más intensas en mi entrepierna.

—¿Qué estaba haciendo? —pregunté al mismo tiempo que pasé las manos por la toalla que envolvía mi pelo.

Me senté de nuevo, abracé mis piernas y esperé a que la hinchazón bajara. «¿Por qué con Shaka? —me pregunté—. De todas las personas, ¡¿por qué justo él?!». Escondí la cara entre las rodillas. «¿Cómo voy a hacer para verlo ahora? Él nunca haría algo como eso... ¿O sí?». Sacudí la cabeza de lado a lado.

—Shaka... ¿Habrá sentido lo mismo alguna vez? —pregunté al aire.

Me mojé la cara. Suspiré para luego apoyar la espalda contra el borde de la bañera. La figura de Shaka sentado sobre mí permanecía en mi imaginación. Sólo alcanzaba a reconocer su pecho y manos; qué tipo de expresión mostraría en esa situación era un misterio que comenzaba a llamarme.

Una cicatriz dulceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora