(Nuevo) Capítulo 16

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Capítulo censurado/incompleto.

Caminaba alternando la mirada entre mis pies y la espalda ancha e imponente de mi maestro. De vez en cuando se me nublaba la vista, pero me limpiaba enseguida las lágrimas para que Shion no dijera nada; suficiente había tenido hacía un rato con su llamada de atención.

A un costado se encontraba mi amigo y futuro santo de Virgo. El Patriarca movió la cabeza en señal de saludo y luego le dijo:

—Hoy no demoren demasiado: mi discípulo va a pasar la noche en vela para refinar ciertos detalles que ya tiene indicados.

—Como usted ordene, su santidad.

Shion continuó su andar mientras que yo me frené a verlo alejarse. Shaka se acercó a mí y me limpió la cara con un pañuelo que ya tenía preparado. No contuve más las lágrimas: abracé a Shaka y lloré como el infante miedoso que era. Me acariciaba la espalda con sus yemas que dibujaban círculos a la vez que me decía que todo estarían bien, no llores.

Tuve la impresión de que Shion se detuvo un instante a vernos por sobre el hombro para luego seguir adelante.

Shaka y yo nos sentamos a la sombra de un árbol. Ubicado entre las piernas de mi compañero apoyé la cabeza sobre su pecho para escuchar los latidos que ayudaron a tranquilizarme. Él me acariciaba y de vez en cuando me daba un beso en la frente, mientras que yo sostenía su mano libre y también la besaba en las heridas producto del entrenamiento físico de ese día.

—Nunca voy a ser el santo de Aries —le dije.

—Mu, las estrellas te eligieron para que lo seas. De lo contrario el Patriarca jamás te habría aceptado como su discípulo.

—Últimamente no hago nada bien.

—Son días de poca suerte. Cuando se terminen vas a dar un paso más para cumplir con el entrenamiento.

—Estás tan cerca ya —me incorporé para verlo de frente—. Tal vez te estoy retrasando.

Shaka sonrió, me agarró la cara y dijo:

—No importa si los demás consiguen antes sus armaduras, yo me voy a quedar con vos. Juntos vamos a convertirnos en santos de oro. Incluso si tienen que pasar cien años para eso, nunca te voy a dejar solo.

—Shaka —dije y lo abracé—, no me tengas lástima. Algún día va a ser necesario que sigas sin mí por tu propio bien.

—Voy a estar bien siempre y cuando te tenga a mi lado, Mu. Por eso no puedo dejar que te rindas.

Me separé del cuerpo de mi amigo para mirarme las manos.

—El maestro Shion dijo que tiene que haber una señal que indique el momento de empezar con las prácticas para ser el herrero; algo del cosmos, pero todavía no la descubro.

Volví a recostarme sobre el pecho de Shaka y él me rodeó con los brazos.

—El maestro no tiene más discípulos. Los pocos que quedan de nuestro pueblo y que podrían aprender las técnicas no quieren involucrarse con el Santuario. Si no lo consigo, nadie va a reparar las armaduras... Sin un herrero el ejército de Athena podría desaparecer y con Shion se perdería un arte milenario... y todo porque no puedo entender mi propio cosmos.

Oculté el rostro en el pecho de mi amigo al que mojé un poco con mis lágrimas. Él continuó con las caricias un rato más; después me ayudó a sentarme y me enjugó las lágrimas.

—Mejor empecemos, así descansás para poder practicar toda la noche.

Nos sentamos uno al lado del otro en la posición de loto. Formé el mudra dhyana con las manos, cerré los ojos y dejé que todo siguiera su curso. Mi cosmos y el de Shaka se encontraron, pero en lugar de repelerse fluyeron en tal armonía que parecían fundirse en uno solo. «El cosmos de Shaka es tan cálido y fuerte —pensé—, ¿por qué el mío no llega a ese nivel?». Me mordí el labio y las manos me temblaron de manera leve.

Una cicatriz dulceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora