Regalo

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No podía dejar de darle vueltas al asunto y su sangre no dejaba de hervir; apenas podía controlar su indignación. Su corazón era inyectado con fuertes celos y malos deseos contra esa Odalyk que cometía ese acto ilegal. Tal vez no estaba claro si Miriham deseaba al Gran visir, el cual Kristina conocía desde pequeña, pero la duda era más que suficiente. Además, aunque ella no podía expresar sus deseos (¿Una princesa persiguiendo a un hombre? ¡Qué ridículo! Debía casarse con quien indique su figura masculina) confiaba en que algún día Guillermo leería sus pensamientos y le pediría matrimonio, siendo su única y amada mujer.

—¡Kristina, florecilla! ¿Qué quieres? Estamos en medio de algo. —su madre la saludó cuando una sirvienta anunció su entrada.

Su madre y hermano estaban reunidos en la habitación de la madre. Estaban discutiendo los costos y las opciones de regalos para darles a ciertos embajadores de ciertos países y así cocer un vínculo entre ellos.

—Disculpe, madre... —ella acomodó su cabello mientras pensaba... Lentamente proporcionó una sonrisa.

Miriham sentía emoción por los próximos días. La oportunidad que la desesperación de Valide Sultán le proporcionó fue su salvación, pues antes no podía destacarse entre las demás candidatas. Sobre todo se alegraba del infortunio de ese Khuntha, ya estaba harta de tanta buena suerte que muchas llamaban brujería por celos; no iba a dudar en ponerle en su lugar. Uno de esos días, junto a las concubinas Venecia, Ayse y Dulcinea, mientras caminaban por los pasillos de regreso a sus habitaciones, vieron a Rubén entre las últimas aún con cara pálida.

—¡Khuntha, ven aquí! —llamó de repente Venecia con cierto tono. Miriham sabía que intentaría molestarle, sin duda iban a seguirle la corriente. Cuando Rubén descubrió quién le llamaba intentó fingir sordera.

—¿Quién ha educado a esa concubina? —comentó Dulcinea al ver la actitud—¡Que le vuelvan a enseñar modales! —gracias a eso una sirvienta alcanzó a agarrar del brazo a Rubén y le dijo algo en el oído.

Rubén respiró hondo para forzar una sonrisa mientras lentamente se acercaba a la Gozde acompañada. Cuando quedó cara a cara con ella posó su mano en su pecho e hizo una leve reverencia. Gracias a eso la chica pudo ver el montón de joyas incrustadas en sus dedos y colgadas en su cuello. Más importante, su sonrisa se borró al no poder apartar la mirada del especial anillo de esmeralda, y cuando Rubén se reincorporó y juntó sus dos manos pudo ver en la otra el anillo de zafiro. Llena de ira en sus ojos se retiró rápido, dejando a las demás desconcertadas. Miriham la siguió hasta su habitación, pues pudo notar después lo mismo que ella. Sin embargo, en el proceso una Peik la detuvo.

Odalyk Miriham, tengo que informarle algo. Valide Sultán quiere verla en el jardín. —la joven se asombró.

—¿En serio?

—Sí, la espera complacida. —sonrió al escucharlo—Ella desea prestarle esto. —le entregó un velo, uno muy estético. En realidad era extraño que le prestaran un velo y más que fuera semitransparente, pero la felicidad y la urgencia no le dejó procesar. Retomó su camino y con regocijo abrió la puerta.

—¡Venecia, no creerás lo que...! —Miriham la vio apretando una almohada encima de su cama, maldiciendo en voz alta. Cuando ella habló la otra dejó de esconder su cara y la direccionó a ella—Disculpa, no es el momento.

—... No, dime qué pasa... —ambas se sentaron en la cama.

—... Valide Sultán quiere verme, no sé para qué, pero si no es un regaño debe ser bueno... No debería agobiarte con eso ahora.

—Mmh. —ella se recostó en hombro contrario—Prefiero que seas tú y que desencantes al Sultán, pero no te vuelvas como ese Khuntha.

—¡Me ofendes profundamente! —ellas se abrazaron entre suspiros, pero Miriham no tenía tiempo que perder.

Se presentó arreglada ante la matriarca en el jardín, la cual era acompañada por sus Peiks y su hija. Pasearon por una zona determinada como límite, hablando con un tono alto; Miriham aún con su nerviosismo se dedicó a mostrar su mejor versión. Ella estaba tan concentrada en la madre que no pudo ver más allá de la simple plática.

—Está agradable aquí... —Valide Sultán se detuvo; su voz era agradable—¡y qué hermosas rosas!

—... Mi querida Sultana, estas rosas son hermosas igual que usted, le daré algunas. —Miriham se reverenció y se acercó a ellas. Empezó una por una a recogerlas con cierta elegancia, sin embargo, no agarró correctamente una de ellas—... Me corté. —su dedo sangraba, lo que alarmó a las demás.

—Es suficiente por hoy. Entremos, debes curar tu herida. —declaró Valide Sultán, mientras Kristina miraba complacida hacia algún lugar.

Una hora después de aquella salida una Peik le entregó la noticia de que Valide Sultán la invitó a cenar junto a ella y su hija, pues tenía una importante noticia para ella. El corazón de Miriham palpitaba de asombro, se imaginaba un montón de escenarios honrosos y llenos de riqueza mientras se dirigía a su destino. En aquel trayecto, sin embargo, se encontró con aquella ventana y se asomó a ella. Sintió su corazón acogido por la sábana de ilusión de verlo de nuevo, pero al sus pupilas tocar el cielo su cuerpo experimentó un mórbido escalofrío. Miró por sus alrededores insegura y volvió con un ruidoso silencio a mirar al cielo, donde sentía que la observaban.

—¡Y-yo merezco el buen karma! —se apartó y prosiguió con ansiedad eléctrica.

Cuando llegó se presentó a la madre con una reverencia y le entregó las mismas rosas que había cortado; Valide Sultán las aceptó. De momento a momento entre el cómodo momento, finalmente llegó el tema a tratar.

—Tus días de esclavitud han acabado. —Valide Sultán anunció, Miriham sonrió—Ya no eres una concubina, serás entregada como novia.

—¿... Me casaré con el Sultán?

Odalyk Miriham, no diga sinsentidos. —se burló Sultana Kristina.

—El Sultán prometió casar al hijo del embajador de Bosnia y Herzegovia con una de sus concubinas. Tú eres la elegida.

Lo cierto es que el paseo fue una trampa. El hijo del embajador se encontró escondido junto a un eunuco para decidir si le agradaba aquella concubina. Verla y escuchar sus conversaciones le habían convencido de que ella debía ser suya. Sobre todo, cuando ella se rasguñó el dedo y él declaró que deseaba que no estuviera sufriendo, el eunuco le respondió《No se preocupe por ella, la señorita Miriham puede actuar tímida, pero es una chica fuerte.》lo que le hizo sonreír.

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Haseki Sultán《AU #rubegetta》#karmaland Donde viven las historias. Descúbrelo ahora