En una provincia cerca de la costa, inundada del olor del mar y el tacto del intenso sol, se encontraba un hombre. Vestía ropas simple y llevaba un saco en su espalda por todas partes, saco que escondía objetos que no hacían concordancia con su actual apariencia.Estaba pensando si vivir en alguna de las comunidades autónomas o irse a vivir en un país alejado. Aunque no estaba seguro y se encontraba ansioso de dejar sus tierras decidió que la segunda opción era mejor, era más seguro para él.
Habían pasado dos día, encontró un barco que podía transportarlo pronto a Génova, solo tenía que pasar desapercibido un poco más. Sin embargo, se topó cara a cara con un par de guardias mientras compraba comida. Fingió ignorancia, esos guardias ya lo habían visto sin sospecha el día anterior. Para su mala suerte ellos ya habían sido informados.
—Gran Visir.
—D-disculpen... se están equivocando. —intentó rodearlos, pero uno le tomó del hombro. Él se asustó.
—Lo estábamos esperado. —ambos reverenciaron—El Sultán Samuel VII le envió este mensaje. —le estiró un pergamino.
No sabía si era mejor seguir con su mentira, pero estaba en problemas. Miró hacia los lado y además de gente viéndole encontró más guardias. No le servía fingir. Tomó la carta y la leyó un poco apartado.
》"Querido Guillermo...
He leído cada cosa que has escrito, incluso lo que era para la Sultana Kristina. Te ordeno que regreses de inmediato. Solo te advierto que no esperes que las cosas estén como las dejaste, que me encuentre feliz. No pienses resistirte, los soldados tienen órdenes de traerte de regreso. Si no colaboras tienen el derecho de matarte. No puedo esperar para que hablemos.
Samuel Deluque"
Estaba acabado.
Enrolló el pergamino con impotencia. Sintió que el aire se escapaba de sus pulmones, sintió su cara palidecer y de repente sus piernas empezaron a temblar. Los guardias se aproximaron a agarrarlo, manteniendo su equilibrio. Se recompuso para no denotar debilidad, aunque su corazón aulló de miedo y arrepentimientos.
Le dolía. Le dolía que así terminara su vida, por amor. Le dolía pensar que terminaría a manos del hombre a quien sirvió desde su juventud, el hombre que lo veía como su amigo, como su hermano. Le dolía pensar en todas las estrategia de batalla y políticas que nunca pudieron idear juntos, que reemplazarían su puesto con furia y que los demás no podrían evitar burlarse. Le dolía nunca haberse casado, nunca haber criado a los hijos que nunca tuvo. Le dolía haber sido esclavizado y vendido al mercado.
Pero si se arrepentía, si deseaba nunca haberse enamorado negaría lo maravillosa que era esa mujer, sería como echarle la culpa a ella. Ahora, por amor le tocaba morir. El Sultán lo mandó a llamar y él como su esclavo, como su fiel confidente, tenía que afrontar el destino que le dictará.
Fue devuelto a la capital. Fue obligado a vestirse de nuevo como lo exigía su rango y lo llevaron a los aposentos del Sultán, donde anunciaron su llegada.
Allí lo esperaba Samuel, sentado en su escritorio, escribiendo. Tenía una enfadada expresión y cuando Guillermo entró y se reverenció ni siquiera levantó la cabeza. El ambiente era sofocante.
—Sultán, estoy listo para lo que usted decida hacer conmigo... —él no reaccionó.
Inundó a la sala un tormentoso silencio. El hombre tuvo que carraspear de los nervios.
—Perdóneme por ser directo... —siguió—pero tengo un último pedido... Quiero que... mi cuerpo sea enterrado con la espada que utilicé en su campaña política para que llegara al trono. —el Sultán alzó su cabeza, viéndole desagradado—Si no le molesta, claro está.
—Por supuesto que no me molesta. —él no hizo suavizar su rostro. Dejó la pluma, se levantó y se le puso de frente, Guillermo palideció—Pero antes tienes que asistir a su boda... y luego te enterarán. —gritó esa última frase.
Guillermo alzó la cabeza horrizado. No pudo expresar palabra ante tal petición, lo estaba torturando. Simplemente no podía creer que el karma jugara de esa forma con sus sentimientos. Quería arrodillarse e implorar, pero solo pudo bajar la cabeza. Samuel le vio sorprendido.
—¿En serio, Guillermo? ¿Cómo pudiste pensar que te iba a matar? ¿Soy injusto? ¿Es así como me ves?
El hombre le vio atónito, impactado de ver al Sultán lastimado.
—No pensé que fueras un cobarde, Guillermo. ¿Abandonas a tu amor así de fácil? ¿Dejas a Kristina sufriendo? —Guillermo se avergonzó—¿Crees que no respeto el amor, a pesar que hemos compartido y disfrutado poemas desde la adolescencia? ¿A caso no me conoces?
Ya entendía, estaba molesto por eso.
—Lo siento mi Sultán. Lamento haberlo insultado. Estaba aterrado porque amo a la Sultana Kristina pero es inapropiado que un esclavo se case con la realeza. No quería que ella sufriera más con mi presencia.
—Guillermo, eres mi amigo. —dijo aún molesto, pero respiró para dedicarle una sonrisa neutral—Quiero que te disculpes con la Sultana más tarde, por ahora quiero que salgas de aquí y vuelvas a trabajar. ¡Qué digo! Debería hacer doble del trabajo hoy como el primero de los castigos.
Guillermo asintió. Hizo una reverencia y empezó a abrir la puerta, dispuesto a celebrar su salvación. Lo que no pudo descubrir una vez abandonado el lugar fueron los ojos de Samuel. Ojos adoloridos, decepcionados.
—Creí que me conocía... Qué pena.
Por otro lado, Kristina aún creía que su amor se había esfumado hasta que los eunucos le comentaron que Guillermo había vuelto. No podía creerlo, pero eso no la dejaba tranquila. Lo más aterrador fue ser llamada por su hermano.
—Sultán... ¿sigue enojado?
—Hermana mía, querida. Te prometí una vez a ti y a nuestras hermanas que me aseguraría de que fueran felices... Iba a anunciar tu compromiso, pero queda anulado. —Kristina alzó la cabeza, impactada—¿... Crees que no tengo corazón? ¿Que no veía tu tristeza cada que hablábamos de comprometerte? —él sonrió—Decidí que Guillermo es el hombre indicado para ti y que te casarás con él. —dijo con un tono alegre, pero en sus ojos él la miraba con melancolía, cosa que ella no comprendió por darle más importancia a sus palabras.
Casi se desmayó con aquella noticia. Ella realmente dudaba si todo esto era real, pero no dudó en adentrarse en esa bella mentira y reunirse con él.
Se vieron las caras en el jardín donde se habían enamorado.
—¡Te extrañé tanto! —exclamó ella—Recé por tu regreso. No tuve ni un instante de felicidad desde que te fuiste...
Él le agarró las manos.
—Prometo devolverle esa sonrisa... —tocó con sus dedos aquella mejilla—y pagar por las lágrimas que usted derramó. —se acercaron más, sus cuerpos sentían que la pasión les inundaba—Cuidaré de usted con todo lo que tengo. Será mi alma y mi tesoro.
Ella sonrió.
"Esto es un sueño, el paraíso... Si realmente lo es espero no despertar."
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Haseki Sultán《AU #rubegetta》#karmaland
FanfictionSamuel VII (Vegetta) es un Sultán con un gran grupo de concubinas que se dedican a ser mera compañía y entretenimiento para su señor. Un día se consigue a un khuntha, el cual a diferencia de las demás no se conforma con esto, y hará todo lo posible...