Buenas nuevas

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Dentro de una cálida tarde recién llegada los dos Khunthas habitaban su habitación compartida. El pelirrojo se había sentando al lado de su contrario acostado, empezando a acariciar su piel. También se había inclinado, besando sus partes erógenas para aumentar su temperatura corporal. Cuando se dio cuenta de que el contrario no respondía a sus provocaciones se acostó a su lado en dirección a la espalda.

—Rubén, si tienes algo puedes decirme.

—... Solo estoy algo fatigado.

—¿Sigues mal por la partida de Mónica? —la respuesta fue a medias—¿El Sultán te dijo algo malo la última vez que compartieron cama?

Rubén movió sus ojos hacia la almohada sin ninguna expresión; empezó a recordar la mencionada noche al conocer la respuesta. Se remontó a aquel pasional momento donde estaban provocando fricción con sus pieles y Samuel explorando con sus dedos y boca los sentidos de su pareja.

—Estás ganando peso. -comentó tras admirar el plano que tenía del khuntha y besar su vientre. Rubén suspiró intentando obtener aliento para responder.

—Entiendo, mi Sultán ya no me querrá si engordo. —dijo malintencionado mientras jadeaba.

—Yo no dije eso, Sultana. —respondió intensificando sus movimientos, esto provocó fuertes gemidos en el receptor.

—¿Ya me... -suspiró—nombraste Sultana?

—Aún te falta. —le miró seductor. Recogió sus dedos y se posicionó encima, apretando su cintura. Le dio un beso y le susurró al oído—Creo que te verías bien con un gran vientre, llevando a un niño.

Rubén apretó la sábana mientras volvía a la realidad, expulsando un pequeño suspiro.

—Nada de eso... Aún así, fue hace varios días. —Lolita se rindió. Unos minutos después Rubén se paró en el piso con un mejor humor, tomó algo de su armario y se dirigió a la puerta—Ahora vuelvo.

—Te recomiendo visitar a la doctora. —el contrario le ignoró-Idiota...

Miguel Ángel abrió la puerta, con sus ojos encontrando a su amigo khuntha. Al inicio presentó una cara amigable, pero un segundo le bastó pasa pensar en la razón de su visita.

—¿Vienes para algo que no sea comida?

—Tengo una bolsa de monedas para que no digan que les estoy dejando sin provisiones.

—Rubén, estoy empezando a preocuparme. Ya pasó la hora del almuerzo.

—También podemos ir al jardín para hablar, pero tráeme algo de comer.

Miguel negó con la cabeza y acto seguido habló con dos eunucos un rato antes de dirigirse al joven. Aceptó su propuesta esperando aconsejar de alguna forma al khuntha, era muy extraño que comiera sin un ápice de preocupación por su imagen. Pasaron un buen rato recordando el pasado y añorando el futuro, volviéndose a conocer y olvidando lo que alguna vez fueron. Miguel llegó a preguntar a cerca del estado mental del Khuntha, a lo que él respondió que simplemente ha pasado por muchas cosas. Puede que se sienta bastante ansioso en cuanto su próximo paso y problemática.

Cuando decidieron que era bueno regresar, en los pasillo se escucharon alguno sonidos. Fueron con cuidado y descubriera a la Sultana Kristina junto al Gran visir.

—No se imagina cuánto la extraño. —confesó Guillermo, ella puso sus dedos en la mejilla derecha y giró su cuerpo para visualizar el pasillo tras su espalda—Cada momento que paso sin verla siento que se destroza mi corazón. —ella volteó a él con una cara sonrojada y una pequeña sonrisa.

—Mi corazón está en llamas, Guillermo. —confesó, pero rápidamente cambió a melancolía—Seguro ya sabes la noticia, mi madre y el Sultán quieren casarme.

—La he oído, eso me altera... Desearía que pasara toda la vida conmigo. No sé qué piensa el Sultán, pero tengo esperanza.

Un segundo después se escucharon pasos aproximarse. Resulta que antes de tal escena la Sultana Kristina junto a un eunuco estaban entreteniendo a la Sultana Lorenza, la cual estaba muy inquieta. Fue tan escurridiza que se escapó de la mirada, por lo que el eunuco le pidió a la Sultana no moverse mientras buscaba a la niña. Las Sultanas y el eunuco retomaron su camino, mientras que el Gran Visir tomaba el contrario. En eso paró: se encontró con la gran sonrisa de Rubén.

—¿... Puedo ayudarlos?

—Rubén, él es el Gran Visir Guillermo. Señor, Rubén es una concubina. —los dos amigos hicieron reverencia. Guillermo analizó al khuntha con la mirada, luego volvió a la defensiva.

—¿... Hace cuánto están aquí?

—Mm... Un largo rato. —ladeó su cabeza—No queríamos interrumpir su linda plática.

—Concubina Rubén, no es asunto suyo. —dijo serio. Rubén lo vio juguetón.

—¡Qué tenso! ¿A caso está cometiendo un crimen? Yo no veo nada malo. ¿Tú viste algo malo? —Miguel le siguió el juego—No soy tan cruel para despellejar una inocente historia de amor, sobre todo porque me llevo muy bien con la Sultana. Es un pequeño favor gratuito, amigo.

—¿Así que usted tiene confianza para llamar "amigo" a un desconocido?

—Si no nos abrimos a desconocidos no tendremos amigos, yo quiero llevarme bien con usted. —Guillermo le vio desconfiado—Sabe, me gustan los favores. Hacerlos y recibirlos son elementos del karma y refuerzan la amistad. Si usted desea corresponder a mi amistad puede decirme a cualquier hora, así hacernos favores entre nosotros.

—... Empieza a anochecer, concubina. Tengo que irme.

Cuando Rubén por fin regresó al corazón del harén con una sonrisa no pasó mucho hasta que unas Peiks le solicitaron. Las siguió sin interés. Se encontró a Valide Sultán frente a una puerta; Rubén hizo reverencia.

—Disculpe, ¿a qué se debe mi llamado?

—Queremos comprobar su salud, esto gracias a los reportes de algunos eunucos. —Rubén entonces se paralizó. Esto era lo que temía.

—No es nada grave... no estoy enferma.

—Lo leve se vuelve catastrófico. Además, podemos aprovechar para comprobar si está en proceso de embarazo. —Rubén palideció, quiso decir algo pero los nervios no le dejaron actuar—¿Algún problema? —Rubén la miró aterrado, intentando ocultar de alguna forma aquel sentimiento mientras negaba con una falsa sonrisa.

No sabía qué hacer, pero sí sabía que no podía decirle a la matriarca que no se sentía preparado para concebir hijos, o asegurarle que no podía tenerlos, eso solo le llevaría a desgracias. Sudó y tembló en el corto trayecto hasta encontrarse con la doctora, el cual intentaba atrasar caminando despacio. Cuando la doctora le señaló sentarse él no reaccionó, la Peik tuvo que jalarle el brazo mientras él intentaba resistirse disimuladamente, sin resultados. La mujer empezó la prueba haciendo preguntas, las cuales él dudaba en responder, pero sentía la mirada de Valide Sultán que le obligaba a ser sincero. Tras revisar todos los aspectos tanto físicos, psicológicos y químicos la doctora dio por terminada la consulta.

—¿Cuál es el resultado? ¿Está bien? —preguntó Valide Sultán.

—No padece ninguna enfermedad. —las presentes esperaron más explicaciones—¡...Felicidades, estás embarazada!

El silencio fue llenado de caras asombradas. Las presentes empezaron a celebrar por la excelente noticia. Valide Sultán ordenó pronto regalar monedas y repartir dulces a las concubinas por la tradición ¡La dinastía seguirá creciendo!

Solo Rubén no celebraba, estaba impactado, no lo creía. Miró su vientre intentando que la ansiedad no lo desmoronarse, no solo obtuvo aquella dura muestra contraria a su percepción masculina, sino que el destino le daba la temible tarea de dar a luz.

—¡Felicidades, Rubén! —se acercó Valide Sultán tomando delicada sus manos—Estoy orgullosa de ti... ¿Por qué tienes esa cara? Deberías estar feliz.

—A-ah... Yo... no... no me lo creo.

—Tranquila, jovencita, —puso su mano en el vientre de Rubén—lo harás bien. —dio sus mejores ánimos, aún así Rubén no pudo dejar de temer.

Haseki Sultán《AU #rubegetta》#karmaland Donde viven las historias. Descúbrelo ahora