—Rubén, este... —María Nieves mostró los objetos de tela y materiales que había olvidado al irse de la reunión.—Oh, deja eso por allí. —señaló el armario donde iban todas esas cosas. María Nieves después de obedecer estaba por retirarse—¡Espera, ven! —extendió sus brazos y ella se acercó a corresponder, antes de que se soltaran y ella se fuera Rubén besó su frente. Notó a los segundos la mirada de Lolita—¿Pasa algo?
—Es muy amiga tuya, ¿no? —asintió—Tanto que la invitas a donde no la llaman para tenerla a tu lado. —asintió dudoso—Je... Qué lindo. ¿Has... tenido fantasías con ella? —Rubén abrió sus ojos y se volteó asustado.
—¿Q-QUÉ?
—¿... o talvez con otras? —Rubén entonces le agarró por el cuello sin mucha fuerza, asustado.
—¡No! ¡tienes locura! ¡no dejaré que intentes mancharme! ¡Si... si se te ocurre arruinar mi vida con rumores te voy a arrastrar conmigo! —Lolita sonrió extrañamente, salió del agarre del Khuntha y se acostó en su cama.
—No te quedes pensando en Ayse, no cambiarás nada. —el receptor frunció el ceño. Quería reprochar y decir que solo intentaba provocar en él impotencia, pero conociendo el estatus de Lolita pensaba que quizá fue algo que tuvo que lidiar. Fue a su armario a buscar su bata de dormir y notando que su acompañante tenía ropa normal le buscó el suyo. Se quitó el vestido, se puso la bata y se paró frente a la cama.
—¿Realmente no te importa con quién esté el Sultán? —preguntó el khuntha de vestido gris con detalles negros al khuntha de vestido verde oscuro.
—No vale la pena.
—¿... No soy tu competencia?
—Ya estoy en mi estatus límite. El Sultán me tuvo aprecio y por eso estoy aquí, pero lo demás es un sinsentido para una infertil.—Hubo un silencio. Un poco conmovido Rubén se sentó en la cama y empezó a acariciar la espalda contraria. Le mostró su bata y el otro levantó su parte superior. —Formulo de nuevo mi pregunta ¿... No crees que son lindas? A mi parecer son extremadamente atractivas. —dijo con una sonrisa. Rubén le miraba fijamente mientras se desvestía—Las Kalfas y Jariyes que invitas son un encanto. Estoy celoso de ti, yo jamás podría acercarme a ellas por miedo.
—¿... Por qué eres tan sincero? —Lolita volteó su cuerpo y después de que sus ojos se encontraron tomó aquel torso y plantó un beso. Rubius se congeló con un sonrojo en su cara.
—¿Eres igual a mí, Rubén? —quitó lo que faltaba de su vestido—¿Tienes fantasías sobre ellas?
—Lolita... —no sabía qué hacer, solo se dejó llevar por las caricias—Si... estas intentando... destruirme... te pido... pido que pares—amenazó entre suspiros. Lolita sonrió, no paró sus caricias. De repente Rubén tomó las muñecas de Lolita bruscamente—Quiero que me ayudes a destacar por encima de las demás. No puedo seguir perdiendo el tiempo. Cualquier sutileza podría ser clave, —Rubén soltó una de las muñecas y enredó ambas manos —a cambio erradicaré tu soledad. —Lolita sonrió.
Mucho rato después se escuchó la puerta del harén, Ayse había vuelto junto a una Peik—no Alexandra—. Viendo el panorama Lolita ideó un plan. Algunas Gozdes se habían acercado mientras ambos Khunthas bajaban a recibirla.
—¿Te fue bien? —preguntó una.
—Claro que no. —varias voltearon a ver a Lolita. Antes de continuar vio sutil a Alexandra—¿Por qué el Sultán te devolvió tan temprano? Una concubina no puede durar tan poco.
—Oh... No es tanta la diferencia de tiempo. —sonrió nerviosa.
—Es muy raro, —de repente opinó una Gozde—¿No debiste durar más siendo que el Sultán no ha tocado concubina en mucho tiempo? —Ayse recordó que Valide Sultán le dijo que lo animara lo más que pudiese, lo intentó, pero cuando el Sultán le ordenó irse no había cambiado mucho su semblante. Empezó a agitarse mientras escuchaba a sus compañeras seguir el juego de Lolita.
—¡Bien, suficiente! ¡Deben dormir! —gritó la Peik. Todas callaron.
En la mañana, cuando la madre le entregó los regalos a Ayse pudo visualizar junto a las concubinas las no tan vistosas joyas y pocas monedas; se sintió decepcionada y entendió que realmente el Sultán no se alegró.
—Es el karma de tu vaguedad. —Lolita molestó.
—¡Espero que el Sultán no te odie —actuó Rubén audible—y que la próxima vez dures tanto o más que yo! —fingió compasión.
La madre vio la escena pensativa, no recordaba el hecho recién recordado. No le tomó importancia, sin embargo, a los días que veía a su hijo con más estrés empezó impetuosa a analizar las personalidades de las concubinas e hizo una lista para mandarlas rutinariamente.
—La siguiente en estar con mi hijo será Rubén. —mandó a Alexandra—Veremos si estas concubinas logran que deje de sentir tristeza.
Así lo hizo. Samuel sintió el nudo de sus tripas cuando le tuvo en su puerta sin destello de nerviosismo como la primera vez, sin dudas de verlo a los ojos. Cuando se subieron a la cama él le acariciaba los tobillos con la yema de los dedos, luego las pantorrillas, luego los muslos, mientras el otro le hablaba de la espera de su corazón. Volvió a aspirar el humo único que el perfume no podía ocultar que emanaba el khuntha, con encanto reprimido por su luto, que le provocó una calentura adicta en su corazón zarandeado en un manantial de obscenidades tiernas que se susurraban ambos en el oído cada noche, mientras retozaban en la cama cada día que el Sultán le demandaba.
Rubén no le permitía aburrirse aunque ya le hubiese satisfecho, se convirtió en hábito volver al amanecer, ya que lograba con su personalidad llamar su atención o hacerle hablar de cualquier cosa. Le preguntó sobre las muñequeras y logró que Samuel se extendiera diciendo que eran un regalo de los embajadores de Egipto. Le convencía de darle muestras de su orfebrería, se sentaba en sus piernas y le aseguraba que no tenía aburrimiento, mientras veía su expresión de concentración. Cuando aún sonaba la música le daba una muestra de su capacidad, incluso lograba que él se le uniera. Le pedía compartir sus obras literarias favoritas para interpretar juntos a los personajes o recitar los versos, cosa que terminaba en risas o en llantos conmovidos. Pero sobre todo, daba en el clavo en su humor, cosa que Samuel no resistía y se maravillaba.
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Haseki Sultán《AU #rubegetta》#karmaland
FanfictionSamuel VII (Vegetta) es un Sultán con un gran grupo de concubinas que se dedican a ser mera compañía y entretenimiento para su señor. Un día se consigue a un khuntha, el cual a diferencia de las demás no se conforma con esto, y hará todo lo posible...