Hijos del Duque

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Un carruaje se detuvo en la Puerta Imperial para que una familia noble se introdujera en el castillo con el fin quedarse pocos días. Ellos fueron recibidos con la mismísima presencia del Sultán, pues denotaban importancia. El hombre de esposa y cuatro hijos varones, aque titulado Duque, hizo una reverencia. El Sultán con una sonrisa le extendió los brazos y ambos en un abrazo se fundieron.

Rubén y Lolita se encontraban arreglándose, recién habían vuelto de la clase de repaso que solían darle a las tituladas. En ese momento escucharon a eunuco David pasar y se extrañaron al ser apuradas. Caminaron junto a otras concubinas hasta encontrarse en el punto central. Entonces vieron nuevas caras.

—¡Atención! La señorita Claudia, esposa de Francisco De Luque, y sus cuatro hijos Alejandro, Benjamin, Cornelius y Titánicus. —anunció un eunuco.

—¡Es un placer recibirlos aquí! —aseguró Valide Sultán— Siéntanse como en casa. —los invitados hicieron una reverencia.

Rubén se escondió en el fondo mirando a los recién llegados de forma trivial, no le interesaba mucho la charla que estaban dando, pero entendió que entre todo, la familia se encontraba por el bautizo del bebé. Se fijó en los tres pequeños, casi idénticos, los cuales para él, a pesar de notarse que iban a ser hombres guapos, también tenían cara de no saber dónde estaban parados. También pudo notar al bebé, que estaba siendo recibido en los brazos de Valide Sultán. Le pareció una ternura absoluta, sobre todo los sonidos felices que emitía, mostrando a futuro una gran personalidad. Se estiró un poco para verlo más de cerca y por un momento sintió que el bebé, con sus ojos verdes, le observó curioso y amable.

Tuvo una vista de la energía de estos tres niños cuando fueron invitados a los juegos que muchas veces las concubinas hacían en el jardín. Algunas jugaron a quitarse el pañuelo entre sí, otras al escondite y otras simplemente a las carreras, entre otros; los tres participaron en todas las actividades. Los niños también aprovecharon para jugar con la por fin crecida Lorenza, además de conocer a sus nuevas primas. Rubén por su parte se fue temprano del jardín para nadar en la piscina, donde habían otras pocas concubinas.

Después de largo rato practicando su nado se dispuso a descansar en solitario. En eso pudo notar una silueta pequeña observándolo a escondidas; suspiró antes de hablar.

—¿Quiere algo, excelencia? Acérquese sin miedo. —dijo amigable Rubén. El noble Alejandro se acercó conservando una cara ceñida. Sus dos hermanos, que estaban escondidos también salieron tras suyo.

—¿Por qué estás aquí? Eres varón. —dijo Benjamin.

—¿Estás seguro? —el niño le vio con cara incrédula, no pudo procesar la pregunta—En este lugar no me ven así. ¿Por qué estarían ustedes aquí?

—No somos hombres, somos niños. —defendió Cornelius.

—¿... Por qué tienes senos? —preguntó Alejandro.

—... Bueno... salieron en la edad de la flor. —Alejandro con cara de tontaina le tocó uno de ellos para comprobar que eran como los de su madre. De inmediato Rubén paró sus actos—¡Oye! No pueden tocar a las concubinas.

—Pero tú no eres una niña.

—Soy una concubina más porque soy un Khuntha. —los tres ladearon sincronizados sus cabezas—Veo que no entienden qué pasa... ¿Cuántos años tienen ustedes?

—Diez años. —dijeron al unísono.

—Imagino que jamás les han contado los cuentos de los Khunthas.

—¿Un cuento? —dijo Cornelius.

—¡Queremos un cuento! —Gritó Benjamin.

—¡Cuéntanos, cuéntanos! —Alejandro tomó los hombros de sus hermanos con ambas manos y los dirigió a sentarse al lado de Rubén, que estaba sorprendido por las actitudes de estos tres.

—Umm... Bueno, son varios cuentos, pero el que seguro les hará entender es el siguiente: Un hombre que empezó a padecer una rara enfermedad pidió a los dioses, haciendo un altar, que el bebé de su esposa naciera varón para asegurar el sustento familiar. Uno de los dioses negó el pedido, pues estaba previsto que naciera una niña. El hombre les dijo que se acordaran de las cosas buenas que él hizo, y sus esfuerzos por demostrarles a las gentes de la existencia de ellos. Así, uno de los dioses le propuso criar a una niña huérfana en su techo, enseñándole el santo karma, y de esa forma harían lo posible por cumplir su anhelo.

—¿Y nació el niño? —preguntó Alejandro.

—Así es, pero nació diferente. ¿Saben que los sacerdotes han trabajado para descubrir que se llama Amana la Diosa que controla la fertilidad y decendencia de todos nosotros? Ella hizo una nueva creación en base al karma de ese hombre y su control balanceado de lo nacimientos. Llamaron Khuntha al joven que creció afeminado.

—Umm... —los tres se sintieron aliviados por la divertida explicación.

—Pero, aún así, ¿Qué hace un《Kután》en la zona de mujeres?

—El Sultán decidió que era apto para estar aquí. —dijo orgulloso.

—!Oh, el Sultán es nuestro tío!

—¡Es el mejor de todos!

—¿Conoces al Sultán?

—Oh, sí. Lo conozco muy bien. —aclaró con una sonrisa que decía cosas que los niños no entenderían.

—Exelencias... ¡Oh! Rubén, hola. —María Nieves le saludó feliz, él le devolvió el saludo.

—¡Oh! ¿Te llamas Rubén?

—Ese es nombre de chico. —dijo burlón uno de los niños, lo que hizo fruncir el ceño a Rubén.

—En fin, ¿Qué te trae por aquí, Nieves?

—Los, em... excelencias son... solicitados con su madre y Valide Sultán.

—Ya escucharon, niños.

Benjamin y Cornelius corrieron a la salida mientras que María Nieves caminaba lentamente, hasta que se dio cuenta se que Alejando seguía en su sitio.

—Ven aquí, vamos. —la chica se agachó y le extendió la mano con delicadeza. El pequeño jugó un poco con sus dedos para después agarrar con ambas manos la palma de la chica, nervioso y con los ojos bien abiertos, para reunirse con sus familiares.

Haseki Sultán《AU #rubegetta》#karmaland Donde viven las historias. Descúbrelo ahora