Rubén miró a la chica bajita, una pelirroja de mejillas rojas y bellos ojos azules, con trenzas, las cuales traían unas cintas incrustadas. Era una inusual belleza que no pudo evitar cautivarlo.—¡...Bienvenida! Um... este... Khuntha oso... Aquí. —con una sonrisa caminó para ser seguida y cumplir con el mandato.
—Rubén... ¿Puedes referirte a mí como hombre? —dijo mientras la Kalfa buscaba en las prendas reservadas.
—La Valide Sultán se... este... pondría de mal humor si lo escucha. —levantó un vestido seleccionado para medirlo con la vista en el cuerpo de Rubén, gracias a eso notó la cara fastidiada de este—¡No entristezcas, Khuntha oso! Si... si no escucha no puede molestarse...
—Oye, Kalfa, —llamó por detrás la sirvienta que antes Rubén y Miguel se habían topado. No iba sola, pues traí otras bellezas: una Kalfa llamada Mónica, una Jariye llamada Dulce y una de las doctoras del harén —antes hay que revisarla... ¿Me recuerdas, verdad, jariye?
—Sí. ¿No había quedado claro lo que dijo Miguel?
—No seas insolente. Veo perfectamente que eres un Khuntha. Aunque el Sultán te haya admitido en el harén hay requisitos que la Valide Sultán considera adecuados para que las concubinas tengan derecho a estar con él, de lo cual se me encargó por el momento. Niñas, llevadla al baño. —las dos que lo agarraron de las manos fueron empujadas violentamente.
—¡No mostraré mi cuerpo! ¿Quién te crees?
—Soy Alexandra, una Peik. Tengo más estatus que tú y todas las presentes. ¡Deja de forcejear y haz fácil el procedimiento! —Rubén continuó una protesta escandalosa y hubiera seguido de no ser por el abrazo en el torso de María Nieves para decirle en el oído《Valide Sultán sigue aquí, te azotará.》
Cuando acabaron las cinco de cumplir el mandato en contra de la voluntad del Khuntha—de lo cual se acostó llorando de la vergüenza—, la Peik se dirigió a la habitación y se acercó a su ama con la cabeza agachada y después de besar su mano se sentó a su lado.
—¿Entonces...?
—El Khuntha goza de buena salud, dejando de lado su obvio defecto. Sus pies están bien. Sus manos, aunque finas están descuidadas; sin embargo, se puede resolver. No se encontró ninguna herida o lunar o marca de nacimiento. Su rostro es fino y tiene ojos bellos. No posee caries. Es delgada, tiene cintura pequeña, y me sorprendió, ya que a pesar de su aspecto y musculatura viril escondía senos de mujer.
—Así que, ¿es como Sareye Sultana? —preguntó la mayor.
—Externamente, pero la doctora dijo que los tres casos son diferentes.
—Ya veo... ¿algo más?
—Es bulliciosa, gruñona, llorona y altanera.
—...Entonces dile a los eunucos que sean duros con ella. Queremos disciplina en este lugar.
Cuando Rubén decidió superar esa amarga primera impresión se adentró en aquella nueva cotidianidad con asombro. Sería instruído de una manera más avanzada en su lengua—combinación entre español y turco—y caligrafía, en bordado, en tocar instrumentos, en danzas, en modales, en aritmética, en literatura, en historia nacional y religional. Todo esto con una excelente calidad. También se le entrenaría en artes amatorias para erradicar su ingenuidad.
Al adaptarse al entorno, aunque se relacionaba con las demás, empezó a atesorar su amistad con María Nieves, que a pesar de ser retrasada era muy comprensiva, cálida y no le regañaba a pesar de su menor estatus. Aunque, en realidad, él y ella eran un par de concubinas con nada de poder. Le gustaba ir a la biblioteca con ella acompañado de eunucos negros, que servían, vigilaban y acompañan tanto en los jardines como en los dormitorios a todas; pudo encariñar a dos eunucos: Juan y David, cuando Miguel no estaba. Ese día a día lo mantenía ocupado.
Uno de esos días les encaminaron por la ruta de oro para llegar a sus dormitorios después de estudiar. En eso Rubén escuchó a un eunuco decir《¡En fila, va a pasar el Sultán!》y de esa forma todas obedecieron.
A Rubén se le erizó la piel al escuchar sus pasos. Por cada paso próximo a su lado se producía una adrenalina en él, hasta que subió su cabeza e impulsivamente le agarró del hombro.
—¡Que tenga buena noche, Sultán! —dijo con una extrema dulzura, viendo sus ojos morados, ocultando su nerviosismo. El Sultán solo sonrió para seguir con su camino.
No le importó soportar los regaños, ni que le negaran la cena de castigo por《La vulgaridad que demostró al Sultán, además de tocarlo y verlo a los ojos.》si al final sentía tanta complacencia al ser visto por los ojos del hombre de finas ropas, joyas de oro y excelente apariencia, que dibujaba una rosada sonrisa contagiosa en sí.
—Solo quería que se acordara y pensara en mí, y lo logré. — confesó sonriente a Miguel que hacía custodia en la puerta de las concubinas, ya que era un eunuco blanco.
—Comprendo, ¡pero fue muy imprudente. Te dije que te comportaras! Si no agradas a la madre no puedes acercarte al hijo, ¡por lo tanto, no tendrás el mismo respeto y privilegios que las favoritas, incluso podrías ser de las esposas legítimas, pero si no eres inteligente no avanzarás!
—¿Obtener... lo mismo que ellas? No seas tan corto de mente, mi amigo. —comento recostándose con una mirada avariciosa—... Seré el único para ese hombre y se convertirá en mi esclavo.
—¡Rubén, no digas esas cosas tan alto! —dijo mirando a los lados. Esto para el khuntha ameritó una risa.
—Él estará a mis pies. Seré la Sultana más importante y este harén será mío.
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Haseki Sultán《AU #rubegetta》#karmaland
FanfictionSamuel VII (Vegetta) es un Sultán con un gran grupo de concubinas que se dedican a ser mera compañía y entretenimiento para su señor. Un día se consigue a un khuntha, el cual a diferencia de las demás no se conforma con esto, y hará todo lo posible...