5. La dama de hielo

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2014

Estaba entre las finalistas para participar por la candidatura de la delegación Tlalpan. Era todo un logro para mí, considerando que nunca había tomado en serio el mundo de la política.

Xochilt estaba muy feliz por mi, me había dicho que me merecía eso y muchas cosas más.

Ese día, acudí a la sinagoga para agradecer por las oportunidades que me estaba dando el cielo. Llevaba puesto un cubrebocas y unos lentes de sol, pues me habían recomendado que lo mejor era ocultar mi religión, debido a que podría traerme problemas en las elecciones. Había intentado acercarme a la religión católica, pero simplemente no me sentía cercana.

Toda mi vida había sido judía y me sentía cómoda ahí. Cuando le conté a Xochitl, ella se mostró de acuerdo con eso y me contó que ella también tenía que ocultar que era de raíces indígenas porque eso podía alejar a los simpatizantes de ella.

A veces mi marido me acompañaba a esas visitas, pero normalmente era Xochitl la que se veia más interesada en mi religión, ya que ella misma me había confesado que nunca se encontró con la posibilidad de conocer esa religión y que era algo que le generaba curiosidad. Yo tenía paciencia por explicarle los elementos de este, pero a mí también me resultaba complicado.

—Oye, Clau, se que es una pregunta rara, pero tú eres una mujer de ciencia, ¿no sientes que eso interfiere con tu religión?

Me relami los labios mientras negaba con la cabeza. Mi propia hija me había hecho esa misma pregunta hacia años y aún no tenía la respuesta correcta para eso.

—Creo que he encontrado el balance. Siento que hay algo más sobre nosotros, no se que sea, pero ahí está. Creo que puedo creer en la ciencia y en la religión sin estar equivocada.

Xochilt me miraba con admiración con sus ojos castaños brillantes. A decir verdad, no se que es lo que veía en mi, una mujer fría, de pocas palabras y de ceño fruncido.

Caminamos fuera de la sinagoga, mirando las hojas de los árboles menearse con la brisa de la ciudad. Me gustaba la naturaleza y deseaba que la ciudad de México estuviera llena de árboles, al menos las partes por las que normalmente estaba.

—Ojala pudieras hablar en público sobre eso, Clau. Ojalá pudieras mostrarte frente al público de manera más humana, menos fría.

Me estuve en seco, tanto que casi causaba que Xochilt se troperazara conmigo. Sentí mi ceño fruncido y mi cabeza dar vueltas.

—Yo soy así, Xochitl. Es un trabajo serio y hablar de religión me quitaría puntos. La gente me quiere porque soy directa y sería con lo que hago, no por creer en algo más allá. Las pruebas son tangibles. No puedo mostrar ni a mi familia, ni mis gustos, ni mi verdadera cara porque eso no funciona conmigo, porque yo no soy de un partido donde la familia tradicional es lo único que importa.

Al instante de terminar de decir eso, me arrepentí. Xochilt retrocedió, como si la hubiera golpeado. Me tape la boca con ambas manos, mientras negaba con la cabeza repetidamente.

—No, no, no, Xochitl, no quise decir eso.

Xochitl nego con la cabeza.

—No, si quisiste decirlo. Está bien, Claudia.

Camino hasta donde había dejado aparcada su bici, se colocó su casco color rosa, sin mirarme solo dijo:

—Adiós, Claudia.

Y empezó a pedalear, mientras sentía que se me formaba un nudo en la garganta mientras la veía desaparecer de mi vista.

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Tras la cuarta transformación (clauchitl)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora