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Al subir a mi habitación me apoyé contra la puerta y comencé a girar mi cabeza para masajear mi cuello

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Al subir a mi habitación me apoyé contra la puerta y comencé a girar mi cabeza para masajear mi cuello.

Estaba tensa, era algo sabido ¿Como no estarlo? Mi... situación amorosa había simplemente desaparecido por la ventana y no de la forma en la que normalmente lo hace. Ni una sonrisa, ningún gesto.

Como si se tratara de instinto volví a caminar hacia la ventana con la ilusa esperanza que él aún se encontrara ahí escondido, jugándole una vil broma a mis sentimientos. Sin embargo, no había rastro de Michael o su bicicleta en la calle.

La decepción con una pizca de enojo recorrió mi cuerpo entero haciéndome temblar. No tenía sentido, simplemente no lo tenía. Literalmente acabamos de acostarnos, no puede dejarme así como así después de todo lo que había pasado, después todos los sentimientos difíciles que tuve que aceptar de mi misma, toda la confusión y caos en el que se había envuelto mi vida tan de pronto.

Decidí apoyarme en el lado bueno de la moneda y dejar de pensar de una forma tan negativa, tal vez simplemente estaba exagerando las cosas. Mis sentimientos pueden llegar a ser algo explosivos y mi manera de sobre pensar cada mínimo detalle no ayudaban en la situación.

Tuve que descansar mi mente y mantenerla lejos de él un rato.

Pero claro que no, se sentía casi como una necesidad estar al pendiente de su vida, no importaba si eso significaba abandonar la mia por completo. Caminé de una forma casi inconciente hacia mi escritorio para seguir releyendo una y otra vez mis notas sobre Michael, sobre su familia, sus amigos, tratando de recordar momentos y palabra por palabra de todo lo que me habían contado.

Sin embargo, al apenas acercarme noté la ausencia de ellas, entrando en pánico. ¿Las había perdido? ¿Donde mierda estaban? Me lancé al piso para verificar que no se hayan caído, abajo de cada uno de los muebles, dentro de cajones, cuadernos, libros, ni siquiera llevo la cuenta de todas las veces que volví a verificar si estaban sobre el escritorio, deseando de que se tratara de simplemente una mala broma de mi tonta vista, convenciéndome a mi misma que solo necesitaba revisar otra vez y que las terminaría encontrando tarde o temprano.

Decidí tranquilizarme y dejar de actuar de forma errática, solo eran unas hojas, puedo volver a escribirlas cuando sea.

Respiré profundo mientras me sentaba en mi escritorio, cerrando mis ojos por un momento. No cabía duda de que debian estar por algún lugar de mi casa, yo nunca salgo con mis notas, soy demasiado precavida con ellas y nunca me arriesgaría a que fueran vistas por alguien externo. Mis piernas comenzaron a temblar con el recuerdo de Michael la noche anterior, entrando por la ventana y...

Maldito hijo de puta.

Me apresuré en bajar las escaleras y salir de mi casa con la bicicleta. Por mi mente nunca cruzó la idea de juntarme un abrigo o siquiera cambiar mis ropas, estaba demasiado preocupada por otras cosas como para fijarme en eso.

Pedaleé con velocidad. Algunas bocinas de automóviles se hicieron escuchar cuando cruzaba los semáforos en rojo y rogaba a todos los santos que me perdonaran la vida solo por esta vez.

Fuí ilusa, estúpida. Mi mente no estaba funcionando del modo en el que debería, definitivamente esto no debía estar pasando.

¿Que es lo que pasa conmigo? En un corto periodo de tiempo olvidé por completo quien se supone que soy y todo por un chico idiota que no daría nada por mi. Pero eso no me importa, nada me importa ahora, por que de cierta forma poder brindarle a Michael la atención que nunca recibió me hacia sentir bien, realizada, como si traerle la paz hubiese sido mi motivo de vida todo este tiempo y acabo de abrir los ojos.

Esto no iba a terminar hoy, ni nunca.

La reacción de Michael con respecto a esto... estaría feliz si fuera él ¿No? una chica que muestra interés en él, que se preocupa por su vida. Yo jamás quise dañarlo, solo lo quiero a mi lado, lo necesito en este momento más que nunca. No soy egoista, solo trato de ayudarlo, de ser su apoyo.

— ¡Abré la maldita puerta, Afton!

Mi voz temblaba al gritar y el nudo en mi estómago me estaba rogando que dejase de hacer este escándalo, pero mis impulsos eran más fuertes que todo en este momento, ni siquiera era totalmente conciente de lo que estoy haciendo.

Los estruendos que provocaban mis puños al encontrarse de forma brusca contra la puerta de roble, tan grande como mansion vieja, no fueron respondidos de ningún modo.

— ¿¡Michael!?

Un jadeo fue robado de mi aliento cuando aquel que abrió la puerta no era mi supuesto novio, sino más bien una figura alta y delgada de cabello acomodado como la moda de hace unos años atrás y unos ojos azules que te carcomen el alma apenas conectas con ellos. Era dificil apartar la vista del color morado de su traje, tan sucio que parecía que su tela estaba a punto de convertirse en cenizas en un pestañeo.

— Esta es una propiedad privada, señorita. — él habló entre dientes, su expresión siempre fría y distante, manteniendo su recta postura que aparentaba superioridad. — Déjeme acompañarla adentro, en silencio.

Sus dedos frios hicieron contacto con mi cuello, provocando un escalofrío en mi espalda, comenzando a guiarme hacia los corredores de la casa. Yo estaba paralizada, no podía controlarme. Algo en ese hombre me hacía temblar sin parar y sentía como la fuerza de mis músculos se desvanecía ante su poder. Él me estaba haciendo daño, me controlaba como si fuera un estúpido robot de su estúpida pizzería.

Tantas veces había fantaseado con ponerlo en su lugar, condecirle sus verdades a la cara y poder destrozarlo por completo por todo el daño que le había causado a su esposa... su hijo...

Pero ahí estaba, tan inútil como siempre comportandome como un perro asustado y perdido siendo enjaulado en la perrera.

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⏰ Última actualización: Oct 01 ⏰

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𝐓𝐞𝐞𝐧𝐚𝐠𝐞 𝐑𝐨𝐦𝐚𝐧𝐜𝐞 | Michael AftonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora