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—Ah, bueno, no pasa nada — dijo antes de palmearme dos veces en la cabeza e ir a buscar su bicicleta

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—Ah, bueno, no pasa nada — dijo antes de palmearme dos veces en la cabeza e ir a buscar su bicicleta. Sinceramente pensé que su reacción sería más exagerada, pero al parecer todo estaba bien.

Le dediqué un saludo con la mano mientras lo miraba marcharse. Su cabello se revolvía en el aire y a pesar de la descuidada velocidad a la que marchaba sobre su vehículo, yo lo veia en cámara lenta, como si todo alrededor mío hubiera frenado en ese instante para dedicarse a saborear la presencia del morocho.

¿Acaso era raro? Por alguna razón siento que me estoy apresurando con respecto a mis sentimientos y no tengo idea de como actuar en realidad. Nunca me sentí de la forma en la que me siento ahora mismo mientras pienso en Michael.

Me gustaría imaginarme una vida adulta, lejos de los problemas de la adolescencia y feliz... viviendo en un lindo lugar al cual sentirme orgullosa de llamar "hogar", con un trabajo que me agrade y sustente mis caprichos. Incluso tal vez tener un gato o un perro... ¿Un conejo quizás?

Llegar a casa después del trabajo e ir a saludar a mi amado esposo el cuál me espera con los brazos abiertos, completamente preparado para llenarme de mimos durante lo que reste del dia.

¿Está mal imaginarme en esa situación con Michael? Me da vergüenza incluso pensarlo pero es algo divertido que se siente, por alguna razon, casi ilegal.

Al llegar a mi casa me recosté en la cama sintiendome pesada y sin ganas de hacer nada. Bienvenidos a mi rutina, donde no hay nada que oír, nada que ver ni nada que me mueva. Simplemente el día a día consumiendo mi tiempo en la nada misma, como si se escapara de mis manos, da igual, haga lo que haga el reloj sigue marcando la hora.

Frustada comencé a patalear y dar vueltas aún yacida entre mis cómodas sabanas. Odio tener que estar rodeada de gente que ya conozco todos los días, tener que hacer lo mismo siempre y agobiarme con cosas que posiblemente también me agobien en un futuro porque no estoy viendo ningún cambio en mi presente.

El hijo de los Afton volvió a aparecer entre mis pensamientos, bueno... de él realmente no me quejó para nada.

Fue refrescante, como tomar agua de un río después de caminar por un inmenso desierto donde no tenía esperanzas de encontrar algo que no sea la aburrida arena. Y a pesar de que también habían personas nuevas, ellos se sentian como unos simples cactus más. Algunos estaban llenos de flores y otros llenos de espinas, pero en realidad ambos seguían siendo iguales al resto de cactus con los que ya me crucé.

—¿Que te pasa, Julieta?— Me sorprendí al escuchar aquella voz tan conocida. ¿Como entró acá?

— ¿Jugamos a Romeo y Julieta ahora? — no pude evitar sonreir al verlo, es solo instinto, algo casual. Había entrado por la ventana, él estaba completamente loco. Si un vecino lo llega a ver mi mamá me va a matar. —¿Desde cuando te dedicas a saltar a balcones?

Estaba feliz de ver a Michael a pesar de que le dije que hoy tenía planes que hacer, pero... ¿Qué hacía acá? Tipo, hizo lo que se le pintó y me buscó de igual forma.

— Tal vez sea mi nuevo hobbie. — mencionó sarcástico mientras subía sus hombros y se adentraba a mi habitación. Se sentó en la cama como si fuera un niñito bien portado esperando su recompensa por haber sacado un diez en matemáticas, en resumen; una cara de feliz cumpleaños.

Nos quedamos callados durante unos segundos y ninguno sentía la necesidad de moverse o iniciar una conversación. Me hizo pensar que él podía saber todos los pensamientos que rellenan mi mente en este instante, y que poco a poco me estaba curando y elevando al cielo al mirarme con aquellos ojos azules tan profundos.

Aquellos ojos guardan un secreto, algo tan miserable que su alma no la contiene y desea gritarla, incluso llegando al punto de desear morir antes de cargar la culpa de por vida. Alguien como yo no debería juntarse con un tipo como Michael Afton. Su familia, su empresa e incluso su historia se sienten casi prohibidos para cualquiera y no exactamente por su estatus social, el cual ya de por sí es enorme, sino también por el peligro.

Pero ¿De que peligro? No lo sé, tal vez estoy demasiado acostumbrada a que todas las personas y sobre todo aquellas llenas de dinero son corruptos. Por ahí juzgo sin saber, pero todo puede ser en esta vida.

Siempre fuí partidaria al pensar que la gente con plata piensan que poniendo un par de billetes sobre la mesa arreglan todo... y la verdad que hoy en día no encuentro algo que diga lo contrario. Incluso todos los estudiantes de mi colegio vimos con exactitud la puesta en prueba del dicho cuando Michael se libró de su expulsión cuando su padre fue citado.

Nadie tiene pruebas de que el señor Afton haya hecho lo que todos mencionan, sin embargo a mi punto de vista es algo bastante obvio.

¿Será sobre eso el rumor? Porque si es así entonces todo esto es una boludez más grande que una casa. No podemos evitar que los malos hagan cosas malas, deberiamos matarlos a todos para eso ¿no? Aunque tampoco creo que exista gente que sea mala en su totalidad.

Esto es demasiado difícil... medir la moral de las personas o incluso la propia me cuenta un montón.

Un tranvía descontrolado se dirige hacia cinco personas y tenés la posibilidad de mover una palanca y que se desvíe, sin embargo esta acción va a matar a otras cuatro personas.

Normalmente la mayoría elige sacrificar a las cuatro personas ya que creen que lo correcto es causar el menor daño posible, matar a cuatro personas suena mejor que dejar que cinco mueran... pero eso sería muy inmoral, después de todo estás causando un daño a propósito a pesar de que tan buenas son tus intenciones.

— Dejaría que el tren simplemente pasara.

— ¿Matarías a cinco personas aún teniendo la oportunidad de salvarlas? — no pude evitar sentir curiosidad hacia lo que Michael pensaba. No para juzgarlo, simplemente curiosidad.

— Bueno... Yo no las estoy matando, simplemente las dejo morir. — dudo un poco, aunque seguía firme en su decisión — Además ¿Acaso tengo el derecho de poner la vida de las otras cuatro personas en peligro? No lo creo.

Su punto de vista era demasiado bueno ¿Demasiado moral? Tal vez soy muy egoísta.

— Y si en vez de cinco fueran cien ¿Cambiarias de opinión? — El rió y se acercó un poco, acariciandome la mejilla con su dulce tacto. Con una mirada quejona pero aún sonriendo me replicó.

— Nena, me lo estás haciendo muy difícil ¿Sabes?

— Nena, me lo estás haciendo muy difícil ¿Sabes?

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𝐓𝐞𝐞𝐧𝐚𝐠𝐞 𝐑𝐨𝐦𝐚𝐧𝐜𝐞 | Michael AftonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora