Capítulo 12

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Camila ya no solía tallar. Cuando su abuelo vivía, tallaban juntos, por las noches, después de trabajar. Era su forma de conectar y para Camila, que no había tenido muchos vínculos durante su vida, significaba mucho.

Después de la muerte de su abuelo, tallar había perdido su atractivo. Sin embargo, aquella noche, al tomar la navaja y empezar a trabajar en la madera, los movimientos volvieron a sus manos con tanta facilidad como cuando alguien volvía a montar en bicicleta después de años, y eso le daba... paz.

Y estar tan cerca de Lauren le daba otras cosas, también. Como, por ejemplo, le provocaba un anhelo y un hambre que llevaba mucho tiempo negando. La vio trabajar con la navaja, cortando con profundidad en vez de hacer cortes superficiales, y tuvo que admitir que le resultaba divertido constatar que Lauren no era perfecta en todo. Puso las manos sobre las suyas de nuevo, intentando mostrarle que necesitaba ser más delicada. Rodeó sus dedos y los guio hacia arriba y hacia abajo.

Lauren la miró a los ojos.

–Si sigues así –le dijo–, no vamos a tener ningún problema con la madera.

Pronunció la palabra «madera» en voz baja, en un tono sugerente, y ella se ruborizó. Lauren siguió mirándola fijamente unos instantes y, después, volvió a concentrarse en la talla.

Camila le colocó las muñecas en el ángulo adecuado, pero, sobre todo, lo hizo para seguir tocándola. Era cálida, y ella notaba como se le flexionaban los músculos de los antebrazos a cada pasada de la navaja por la madera. Se movió en el asiento con inquietud y, de nuevo, ella la miró a los ojos. Y, viera lo que viera en su rostro, a Lauren se le iluminó la cara con una sonrisa y, por una vez, fue como una mujer normal.

–Hace mucho tiempo –dijo ella.

–¿Desde qué?

–Desde que me he divertido durante una vigilancia.

Camila se echó a reír.

–Creía que ibas a decir que hacía mucho tiempo desde que no tenías a una mujer en tu coche con la que no fueras a acostarte.

–¿Y quién dice que no estoy intentando acostarme contigo? –preguntó él.

Camila pensó: «No te arriesgues a tomarle el pelo. A ella se le da mucho mejor que a ti».

–Ven aquí, Camila.

Camila no vaciló. Se acercó a ella, y ella la abrazó, bajó la cabeza y la besó. Lauren tenía un sabor a chocolate, olía a madera de álamo y era celestial. Aquel fue el mejor beso que le habían dado en la vida, y no quería que terminara, pero, por el rabillo del ojo, vio a Dominic salir por la puerta trasera de la galería.

–Lauren.

–¿Sí? –preguntó ella mientras recorría su mandíbula, hacia la oreja, y tomaba entre los dientes el lóbulo de su oreja. Dio un ligero tirón, y le provocó otro ligero tirón a Camila entre las piernas.

–¿No-no ne-necesitábamos hablar con Dominic?

Ella lamió lo que acababa de morder.

–Um, sí...

Camila posó una mano en su pecho y la empujó hacia atrás para poder mirarla.

–Entonces, ¿vamos a hacerlo ahora?

Lauren se irguió de un respingo y miró por la ventanilla. Al ver a Dominic, salió rápidamente del coche. Ella la siguió inexplicablemente feliz, y observó a Dominic. Hacía años que no lo veía, y él no había cambiado. Seguía pareciendo Gumby con ropa de vaquero, con sombrero y botas. Cuando cerró la puerta de la galería, se dio la vuelta y las vio allí, miró a Lauren, y la cara se le iluminó.

KISS- CAMREN G!PWhere stories live. Discover now