Capítulo 21

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El resto del día pasó en una nebulosa, porque Camila estuvo absorta en su trabajo. Jim, por un sentimiento de culpabilidad o por otra cosa, había vuelto a darle nuevos encargos, y eso la tenía ocupada en cinco proyectos diferentes. Era asombroso y abrumador a la vez, pero, por lo menos, estaban otra vez como antes.

A la hora de comer, tenía el cerebro apagado, así que se quitó el delantal, se sacudió el serrín lo mejor que pudo, tomó a Winnie y salió al patio a aclararse la cabeza.

Se sentó en la banca de la fuente. Winnie levantó la patita junto a un arbusto y, después, se acercó a olisquear el agua.

–Ten cuidado –le advirtió ella. Hace poco se había hecho el valiente y había saltado al agua. El problema era que, con un cuerpo tan pequeño y una cabeza tan grande, no podía mantenerse a flote . Camila había sentido pánico hasta que había conseguido rescatarlo.

Sin embargo, aunque Winnie era listo y brillante, también tenía demasiada confianza en sí mismo, y de ahí el recordatorio.

–Nada de baños –le dijo.

Él resopló y se puso a correr en círculos durante dos minutos, hasta que se quedó sin energía y se dejó caer a los pies de Camila, exhausto, jadeando.

Camila movió la cabeza y miró la fuente. Tal y como le había dicho a Lauren la noche anterior, el mito de la fuente estaba bien claro: si uno deseaba el amor con el corazón sincero, encontraría el amor.

Pero los mitos eran inventos. Fantasías. A menos que... Allí mismo, en aquel edificio, habían surgido varias historias de amor durante los últimos años, algunas de ellas con sus mejores amigas, y todas tenían su origen en pedir un deseo a aquella misma fuente.

La noche anterior, cuando había pedido el deseo de recuperar su pingüino, tenía el impulso de pedir otra cosa completamente distinta, y eso le daba miedo. Le habría gustado pedir que Lauren la mirara abiertamente como hacía algunas veces, cuando pensaba que ella no se daba cuenta. Su mirada cálida y su expresión le daban a entender que aquello era algo más que sexo para ella, que tal vez hubiera sentimientos reales y profundos.

Aunque no se trataba de que quisiera renunciar al sexo; solo con pensarlo, se acaloraba. Recordaba la ligera sonrisa de Lauren, su cuerpo tomándola como quería, porque había que reconocer que todas las formas de tomarla por su parte habían sido increíbles hasta aquel momento, sobre todo cuando había utilizado la lengua para...

–Tienes que tirar una moneda –le dijo una voz ronca, y algo chapoteó en el agua. Una moneda.

Camila volvió la cabeza y vio a Tony. Él le sonrió.

–Espero que hayas deseado algo bueno, cariño –le dijo–. No me gustaría haber malgastado ese penique.

–No... no puedo creer que hayas hecho eso.

Tony se encogió de hombros.

–Llevabas aquí indecisa tanto tiempo, que Winnie se ha quedado dormido –dijo Tony, y le señaló al perro, que estaba acurrucado a sus pies, roncando como una sierra mecánica–. ¿Qué deseo has pedido?

Oh, Dios Santo. Acababa de pedir más sexo salvaje con Lauren. Se quedó mirando a Tony anonadada, y él sonrió con astucia.

–Ah, ya veo. Esa cara tiene nombre y apellido

–No. No, no, no –dijo ella–. No cuenta, porque no he sido yo quien ha tirado la moneda, sino tú.

El viejo Tony se limitó a sonreír.

–Oh, vamos –dijo ella–. ¡Tiene que haber reglas!

–No sé, cariño –dijo, encogiéndose de hombros–. Yo no sé mucho de reglas.

KISS- CAMREN G!PWhere stories live. Discover now