Lauren todavía estaba llena de adrenalina y tenía el corazón acelerado a causa de su carrera hacia el puerto. Corría mientras escuchaba la conversación de Camila por su teléfono, pero, como la cobertura no era buena, no había podido oírlo todo. Sin embargo, el sonido del disparo le había llegado alto y claro, y había estado a punto de morir de un infarto hasta que había vuelto a oír su voz.
–Camila, los paramédicos te van a mirar ahora.
Camila se tambaleó y se aferró a ella.
–Siento que estés disgustada.
–Ahora vamos a preocuparnos por ti.
–La regla de los cinco años –le dijo ella, y le tomó la cara con ambas manos para poder mirarla a los ojos–. Si no va a importarte dentro de cinco años, no permitas que te disguste.
Ella hizo un gesto negativo con la cabeza y la abrazó, apretando la cabeza contra su pelo.
–Tú sí que vas a importarme dentro de cinco años, Camila.
Ella no respondió. Siguió mirándola a los ojos.
–Entiendes por qué he venido sin ti, ¿verdad? No podía dejar sola a mi madre.
–Y has estado increíble, nena –le dijo su madre, que se había acercado, y se puso de rodillas a su lado–. Pero vamos a dejar que estos chicos tan guapos hagan su trabajo y se ocupen de ti, ¿de acuerdo?
–Yo puedo cuidarme sola –dijo Camila, mirando a su alrededor con el ceño fruncido–. ¿Sigue temblando el suelo?
–Eres tú –le dijo Lauren, suavemente. Tomó una manta de emergencia que le entregó Logan y se la puso sobre los hombros. Le preocupaba la herida que tenía en el muslo, porque era muy profunda. Además, tenía un corte en la mejilla y otro en la sien. Tenía las pupilas dilatadas y respiraba como si hubiera corrido una carrera. Todo aquello no presagiaba nada bueno–. Lo has hecho muy bien, Camila. Cuidaste de tu madre. Y, ahora, deja que cuidemos de ti.
Ella cerró los ojos.
–Yo estoy bien.
–Claro que sí, nena. Pero ahora, estás conmigo. Te quiero, y estás conmigo.
No hubo respuesta.
Lauren le apartó el pelo de la cara.
–Camila.
Nada. Se había quedado inconsciente entre sus brazos y, por segunda vez en una hora, a ella se le paró el corazón. Los siguientes minutos fueron de una actividad frenética, porque se la entregó a los médicos y no se separó de su lado hasta que la llevaron a la ambulancia.
Su madre subió con ella, las puertas se cerraron y el vehículo se puso en marcha rápidamente.
–Al hospital –le dijo a Logan y fue corriendo hacia su furgoneta.
Logan la alcanzó y la adelantó, toda una hazaña.
–Yo conduzco –le dijo.
Como no quería perder el tiempo discutiendo, se sentó en el asiento del pasajero. Logan los llevó al hospital a toda velocidad, en ocho minutos.
Sin embargo, pasaron varias horas antes de que Lauren pudiera ver a Camila. Tuvieron que sedarla para quitarle el yeso que tenía en la herida, y darle puntos de sutura en el corte de la sien.
Mientras, la temida sala de espera para ella fue llenándose de gente. Acudieron todos los amigos de Camila del Edificio Ocean Pier, incluyendo a su propia hermana, que la abrazó con fuerza y, después, le dio una buena colleja.
–Eso, por Camila –le dijo Taylor.
–Eh, no es culpa mía que esté aquí –dijo ella, frotándose la nuca.
Pero era mentira. Ella le había fallado. Les había fallado a las dos, y no sabía si iba a poder perdonárselo.
–No me refería a eso –dijo Taylor. Suspiró y volvió a abrazarlo, y añadió–: Laure Michelle Jauregui, no es culpa tuya que Camila esté aquí. Y la colleja te la he dado porque corre el rumor de que esperaste a que se desmayara para decirle que la quieres.
Ella se quedó boquiabierta y se giró para mirar a los chicos.
Logan. Alec. Max. Wilson.
Logan la saludó.
Lauren le mostró el dedo corazón bien estirado.
–Oh, por favor –intervino Taylor–. No trates de echarles la culpa a ellos por ser tan tonta. Ya hemos hablado de esto. Eres demasiado lenta.
–Vaya –dijo ella.
Taylor se puso en jarras.
–¿Sabes que nadie dice eso de «vaya» mejor que alguien a quien se le ha acusado de algo que hizo de verdad?
Lauren sacó el teléfono móvil y miró la pantalla. Estaba oscura; no tenía ninguna llamada.
–Lo siento –le dijo Taylor–, pero la persona que esperas que te llame está sedada y, aunque no lo estuviera, te iba a ignorar igualmente.
Lauren se marchó de la sala de espera, porque su hermana tenía razón otra vez. Ella había sido muy lenta en muchas cosas. Se suponía que tenía que proteger a Camila, pero ella la había apartado de la investigación y, por ese motivo y bajo su vigilancia, Camila estaba herida. Aquello iba a torturarla durante mucho tiempo.
Anduvo por los pasillos hasta que, finalmente, convenció a una enfermera con la que había salido hacía un año de que le indicara cuál era la habitación de Camila. Esperó hasta que su madre se fue y, entonces, se coló dentro.
Ella tenía los ojos cerrados, y parecía que estaba durmiendo plácidamente, así que ella acercó una silla a su cama y se sentó.
No se había dado cuenta de que se había quedado dormida hasta que oyó su voz baja y ronca.
–Vete a casa, Lauren.
Camila se estaba sentando cuidadosamente, con el pelo alborotado, moviéndose con tanta lentitud que ella supo que tenía dolores de los pies a la cabeza.
–¿Cómo te encuentras?
–Mejor que tú, parece. Tienes un aspecto horrible.
Sí, bueno, aquellas doce últimas horas habían estado a punto de acabar con ella.
Camila se quedó mirándola y cerró los ojos.
–No vamos a hablar de esto –susurró.
–¿De qué?
–De que crees que mis heridas son culpa tuya –dijo ella–. Así que ahora vas a cambiar de opinión sobre lo de mantener una relación conmigo por un sentimiento de culpabilidad. Pero yo no quiero, Lauren. En estas circunstancias, no. Habría querido si tú hubieras querido durante todo el tiempo.
Ella cabeceó.
–No es así, Camila. Yo...
–¡Oh, Dios mío, ya estás despierta! –exclamó su madre, que entró a la habitación con una sonrisa de alivio–. He traído gelatina. Roja, verde, amarilla... –le puso una bandeja a Camila en el regazo, y continuó–: Y acabo de hablar con tu médico. Dice que puede darte el alta dentro de unas horas. Te voy a llevar fuera de la ciudad para que te recuperes durante unos días. Tengo un amigo en Aptos, que nos deja usar su casa de la playa.
Camila hizo un mohín.
–Mamá...
–Por favor, Camila –le dijo su madre. Le tomó la mano y se la apretó contra el pecho–. Deja que haga esto por ti.
Camila miró a su madre y asintió. Después, volvió a tenderse en la cama y cerró los ojos sin mirar a Lauren.
–Camila –dijo ella.
–Me duele la cabeza –murmuró.
Entonces, su madre y ella salieron de la habitación para que pudiera descansar un poco más. Y, después, cuando le dieron el alta, se marchó de la ciudad con su madre y dejó atrás los jirones del corazón de Lauren.
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KISS- CAMREN G!P
Fiksi PenggemarLa cautivadora Lauren Jauregui no la llamó después de su apasionado beso, y Camila decidió olvidarla... hasta que tuvo que pedirle ayuda para resolver un asunto peculiar. Alguien había robado un objeto muy importante para ella, y solo había una pers...