Capítulo 7

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Al notar el contacto de los labios de Lauren, a Camila dejó de funcionarle el cerebro. Ella le acarició la lengua con la suya, y a Camila se le escapó un gemido terriblemente gutural mientras se aferraba a ella, mientras tomaba puñados de su camisa sobre su pecho.

Cuando Lauren terminó de invadir y saquear su boca, alzó la cara y la miró a los ojos.

–Vaya –susurró Camila, con las piernas temblorosas–. Es decir... –murmuró, y agitó la cabeza–. Vaya.

Lauren asintió.

–Sí. Así que, para tu información, esto no ha sido un beso normal, ni un beso agradable, sino un beso «vaya». ¿Alguna pregunta?

–Solo una –dijo Camila–. ¿Puedes darme otro?

No tuvo que pedírselo dos veces. Lauren la besó al instante, deslizándole los dedos entre el pelo para poder inclinarle la cabeza adecuadamente. Era un gesto de control, pero a ella solo se le ocurría pensar que Lauren, normalmente tan cuidadosa y contenida, no tenía nada de control en aquel momento.

Y eso le gustó.

Camila no sabía cuánto estaba durando aquel beso, porque era literalmente como estar en el cielo. ¿Quién iba a pensar que aquella mujer podía comunicarse por su medio favorito, el silencio, de un modo que ella aprobara por fin?

Cuando empezó a faltarle el aire y estaba a punto de desnudarla, consiguió retirarse.

–¿Alguna otra pregunta? –inquirió ella. También le faltaba el aire, lo cual fue más que gratificante para Camila.

Ella negó con la cabeza, en medio de su aturdimiento.

A Lauren se le suavizó la mirada, y le acarició el labio inferior con el dedo pulgar.

–Y, para que lo sepas, Jim es un imbécil.

A ella se le había olvidado Jim por completo. Se mordió el labio y se quedó mirando a la mujer que había conseguido que se le olvidara todo con aquella boca tan habilidosa. Y con su cuerpo sexy. Y con sus manos tan sabias...

–Necesito que te marches ya –murmuró.

Ella la miró de nuevo y se giró hacia la puerta. Sus movimientos no eran tan precisos como siempre, y Camila se preguntó si estaba tan anonadada como ella.

–Te vas a casa, ¿no? –le preguntó–. A acostarte, dado que tienes que madrugar tanto.

Él hizo una pausa y siguió andando sin responder.

–Mierda, Lauren. Después de todo esto, ¿me vas a dejar aquí y a interrogar a otro aprendiz sin mí?

Ella se volvió a mirarla, ya más calmada.

–Ahora hay un límite de tiempo. Menos de dos semanas.

–Pero tú tienes que levantarte muy pronto, a las cuatro de la madrugada.

–No te preocupes. Ya soy mayor.

Ella no tenía ninguna duda de eso.

–Voy contigo. Puedo ayudar.

–Mira –dijo ella–, no te ofendas, pero lo haré más rápido yo sola. Te llamo después...

–Ni hablar. Dame dos minutos –dijo ella, y se fue hacia su habitación para recoger algunas cosas que podía necesitar. Sin embargo, antes se dio la vuelta y le quitó las llaves de los dedos.

–Eso no me va a detener –dijo Lauren.

–No, pero hay una cosa que sí: si no me llevas, no voy a ponerme a trabajar en el espejo de Taylor.

KISS- CAMREN G!PWhere stories live. Discover now