Capítulo 27

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Camila se sentía muy furiosa mientras Lauren y ella esperaban un coche de Uber. Enfadada con su madre, con el nuevo novio de su madre, con la escalera de incendios y con Lauren. En resumen, estaba enfadada con todo y con todos aquellos que formaban parte de su vida.

Incluyéndose a sí misma.

Porque... Ella podía haberse enamorado de aquella mujer inteligente, útil, resistente, estoico y silenciosa que estaba detrás de ella. Sin embargo, Lauren había aniquilado aquella posibilidad antes de poder sentir lo mismo.

Y eso hería sus sentimientos.

Sin embargo, no le iba a pedir más. Iba a continuar hacia delante. Ningún Jim ni ninguna Lauren más en su vida.

Se negó a llorar, algo que tenía tendencia a hacer cuando estaba muy enfadada, e ignoró a Lauren, que se empeñó en que el conductor las llevara hasta su furgoneta. Allí, Lauren subió rápidamente a la oficina en busca de algo, y volvió con una mochila al hombro. Después la llevó a casa. Ella abrió la puerta y entró cojeando, dejó sus cosas en el sofá y fue directamente a la cocina.

Todavía tenía helado en el congelador. Había creído que necesitaba a Lauren en su vida. Había creído que necesitaba hablar con su madre. Había creído muchas cosas, pero resultaba que lo verdaderamente necesario para ella era algún tipo de comida que la reconfortara. Sacó el bote de helado, lo metió al microondas durante 10 segundos y tomó una cuchara. Se recargó en la encimera y tomó una cucharada, con los ojos cerrados, y se concentró solo en el sabor de las chispas de chocolate que se le derretían en la lengua.

Gracias a Dios por el chocolate.

Lauren no la siguió a la cocina, al principio. Seguramente estaba comprobando que todo estaba en orden en el apartamento. Sin embargo, notó su presencia en cuanto entró, lo cual era realmente molesto. Abrió los ojos y sí, allí estaba ella, observándola atentamente.

Por lo general, cuando estaba tan agitada, nadie conseguía llegar a ella. Sin embargo, al verla sacar unos Twinkies de nata de su mochila, además de el botiquín, se le llenaron los ojos de lágrimas. Así que para eso había subido a la oficina.

–Estoy bien –dijo. Pero no estaba bien, demonios.

Lauren la tomó en brazos, la sentó en la encimera de la cocina y le dio uno de los pastelitos.

–Mi reserva de emergencia. No se lo digas a Alec.

–Qué linda –dijo ella, y notó que su ira se calmaba un poco. Pero solo un poco–. Gracias.

Lauren le miró las manos. Tenía una raspadura bastante grande en la palma derecha. Se la limpió y se la vendó. Después, le separó las rodillas y se colocó entre ellas.

–Inclina un poco la cabeza hacia atrás –le dijo ellaen voz baja, y posó las manos en sus muslos.

Camila obedeció, y su cuello quedó expuesto. Se sintió como si fuera Caperucita Roja delante del Lobo Feroz. Lauren le apartó el pelo de la cara y le tomó la cabeza con ambas manos, para mirar con atención el lugar de la sien donde se había golpeado en su imperfecta bajada de la escalera de incendios.

–¿Te duele? –le preguntó palpándola suavemente.

–No.

Y de todos modos, si le doliera, no iba a admitirlo.

Lauren le dio un ligero beso en el sitio del golpe, y el beso se extendió por todo su cuerpo. «Sé fuerte», se dijo Camila. «Te ha hecho daño y estás enfadada con ella, ¿te acuerdas?». Lauren le bajó la cremallera de la sudadera y se la quitó. Debajo, ella solo llevaba una fina camisa.

KISS- CAMREN G!PWhere stories live. Discover now