Capítulo 13

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Camila se quedó petrificada al ver el sobre en el suelo, pero Lauren, no. Le puso una mano en el brazo para indicarle que se quedara donde estaba mientras ella observaba el entorno con toda su atención.

Camila no veía nada fuera de lo normal. Lauren, sin soltarla, cerró la puerta, echó el cerrojo y tomó el sobre.

Ella iba a decir algo, pero Lauren le puso un dedo en los labios, tomó en brazos a Winnie, que había ido corriendo a saludarlos, y se lo puso con delicadeza en los brazos. Después, recorrió el piso, encendiendo las luces.

–No creo que quien esté haciendo esto entre en la casa –dijo ella, pero Lauren no respondió. Continuó revisando metódicamente el apartamento.

Camila achuchó a Winnie cuando él le lamió la barbilla, extasiado como siempre por tenerla en casa. Después, Lauren lo dejó en el suelo e, inmediatamente, Winnie se fue a buscar su juguete favorito para llevárselo a Camila. Aquella noche, su juguete favorito era una pelota de tenis en miniatura.

Ella se la arrojó.

–Vamos, tráemela, tráemela –le dijo, con la esperanza de conseguirlo, algún día.

Winnie corrió detrás de la pelota y se marchó con ella por el pasillo. Camila estaba suspirando cuando Lauren volvió al salón.

–Abre el sobre –le dijo.

Era otra Polaroid. En aquella, el pingüino aparecía en un tranvía, a punto de caer a la carretera, entre los coches, y a Camila se le encogió el corazón.

–Demonios –susurró, agarrando la Polaroid contra su pecho–. Hay demasiada locura en mi vida: las fotos, el pingüino desaparecido y tú.

Lauren se echó a reír y tomó la foto de sus manos para mirarla.

–Empezaste tú, con ese beso.

A pesar de que su cuerpo reaccionó como si Lauren fuera a darle otro, ella se hizo la ofendida.

–Ya te he dicho que ni siquiera me acuerdo de cómo fue –respondió–. Ni tampoco el segundo.

–¿De verdad?

–Sí, de verdad –respondió, sin darse cuenta de que lo estaba provocando–. Puede que no seas tan buena besando como tú te crees.

–Umm. Sujétame esto un momento –dijo Lauren, y le entregó la fotografía.

Camila la tomó sin pensar, y Laurea la besó. El beso fue largo, profundo y deliciosamente excitante. A ella se le escapó un jadeo y recordó lo habilidosa que era ella con los labios, hasta que se le cayeron las llaves y la fotografía y le rodeó el cuello con los brazos para estrecharse contra ella.

Cuando se les acabó el aire, Lauren recorrió su mandíbula con la boca y ella le dio libre acceso a su cuello mientras se deleitaba con el contacto de sus labios en la piel. Lauren la mordió suavemente y ella sintió un escalofrío de pies a cabeza. Justo en aquel momento, Winnie llegó corriendo al salón y dejó algo a sus pies.

Camila se liberó y empezó a sonreír con orgullo.

–¡Sí! Por fin has aprendido a traer la pelota...

Se quedó callada en medio del horror, mientras Lauren se echaba a reír a carcajadas.

Winnie había llevado su consolador.

Ella, con la cara ardiendo de vergüenza, se agachó, lo recogió y lo metió debajo de un cojín.

–No tengo ni idea de dónde ha sacado ese... sable de luz.

Al oírla, Lauren se rio aún con más ganas. Tuvo que inclinarse y apoyarse con las manos en las rodillas. Cuando terminó y se irguió, enjugándose las lágrimas de los ojos, ella estaba en jarras, bastante menos apasionada y tan avergonzada que casi no podía hablar.

KISS- CAMREN G!PWhere stories live. Discover now