Capítulo 1

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El ambiente en el palacio era un alboroto, cocineros por acá y por allá, sirvientes limpiando y decorando detalladamente cada parte del salón real para que todo luzca perfecto en el cumpleaños número sesenta del rey Arthur.

En la casa del consejero real más cercano al rey, una omega lloraba de felicidad por el regreso de su hija Jokebed, una alfa de veintidós años que había pasado más de la mitad de su vida lejos de sus padres, mientras se preparaba estudiando en el extranjero.

—¡Mi niña, que bueno que estés de vuelta! Estas tan cambiada, ¡Ya eres toda una mujer!— expresaba la omega mientras contemplaba a su hermosa hija.

—Me alegra tanto verte madre ¿Por qué mi padre no está presente para recibirme? —preguntó extrañada al no ver a su padre alfa por ninguna parte en la casa.

—Oh mi niña, tu padre vendrá después, está muy ocupado por ahora. Este día es de gran celebración, es el cumpleaños de su majestad, el rey Arthur. 

—Sigue siendo la mano derecha del rey por lo que veo. —dijo con un deje molesto.

—Así es, ven siéntate— tomó la mano de su hija para dirigirla hacia la mesa. — Te preparé un pequeño festín como bienvenida. Espero aún te guste mi sazón y no hayas acostumbrado tanto tu paladar a platillos extranjeros.

Jokebed sonrió

—No sabes cuánto extrañé tu comida, madre. —acarició su mano suavemente antes de besar el dorso. —Necesito dar un paseo por los alrededores, las cosas han cambiado mucho desde que me fui.

—¿Quieres que vaya contigo?— preguntó a su hija.

—No es necesario, quiero tomarme mi tiempo, tú descansa madre, mira todo lo que me has preparado— dijo señalando la cantidad de sus platos favoritos servidos en la mesa.

Al terminar de comer, la alfa salió a dar un paseo; el pueblo había tenido muchos cambios, podía recordar todo a la perfección, a pesar de que solo tenía diez años cuando se fue al extranjero

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Al terminar de comer, la alfa salió a dar un paseo; el pueblo había tenido muchos cambios, podía recordar todo a la perfección, a pesar de que solo tenía diez años cuando se fue al extranjero.

Al otro extremo se encontraba el exuberante bosque, lugar en el que jugaba cuando se escapaba de casa. Se adentró en él y caminó por unos minutos hasta que comenzó a sentir un aroma muy llamativo que la hizo detenerse de pronto para buscar entre tanta vegetación la causa de tal fragancia que satisfacía de manera deliciosa su olfato.

Su instinto la guio hasta una hermosa cascada de aguas cristalinas, en la cual un chico desnudo disfrutaba de la refrescante sensación.

El aroma a cítricos se había intensificado, era un omega. Acababa de encontrar al portador de tan deliciosa fragancia. Se acercó con cuidado, como leona acechando a su presa, evitando hacer ruido para no asustarlo.

De pronto, el joven chico comenzó a tener una sensación extraña, como si estuviese siendo vigilado y se puso en alerta.

—¿Quién está ahí?— preguntó tratando de sonar firme y feroz.

—Perdona— Jokebed se dejó ver— Pasaba por acá y sentí un aroma, así que me acerqué.

— Eres una alfa— confirmó luego de olfatear en el ambiente el aroma de la chica —No te acerques más.

—Tranquilo precioso, no es mi intención hacer algo indebido... no si no me lo permites.— terminó la frase en un balbuceo que no fue escuchado por el omega.

—¿Puedes voltearte? Me vestiré. —dijo aún serio.

La alfa se volteó dándole la espalda al omega y una sonrisa ladina se mostró en sus labios.

—Por cierto, ¿Qué hace un omega solo en medio del bosque?— preguntó aún desde su posición— ¿No temes que alguien pueda hacerte algo estando acá indefenso?

—Llevo muchos años viniendo a este lugar, sé defenderme y además sé cuándo venir... ahora todo el pueblo se encuentra preparándose para el cumpleaños del rey, eres la única a la que se le ocurre venir acá en un día como este. 

—No soy la única precioso— respondió dándose la vuelta para ver al omega que ya había terminado de vestirse.

—¡Aún no te he dicho que puedes voltear!— le recriminó molesto.

—Lo siento, tardabas mucho... 

Jokebed escaneó con su mirada el cuerpo del omega, sus prendas parecían finas pero lo mejor de todo era que se amoldan perfectamente a sus pequeñas curvas y hasta se volvían un poco transparentes debido a la humedad de su piel. Su cabello rubio mojado caía sobre sus hombros y su fino rostro le daba la apariencia de un ser sobrenatural, debido a su exótica belleza, de labios gruesos y rosados, ojos miel y nariz pequeña.

—¡¿Has terminado de verme ya?!— el omega caminó en dirección a la alfa debido a que ésta se encontraba parada sobre el camino que llevaba de regreso al pueblo.

Jokebed tomó el brazo del chico para detenerlo cuando pasó junto a ella.

—¿Cómo te llamas?— fijó su mirada en el contrario, quien por su parte trataba de resistirse a las  feromonas de la alfa, que lo estaban volviendo loco.

El omega no respondió, estaba hipnotizado frente a la alfa de ojos grises. A sus dieciocho años nunca había sentido tal cosa por ninguna otra persona, era la primera vez que un aroma le resultaba tan llamativo y exquisito.

—¿No vas a responder?

Jokebed se percató del efecto que producía en el contrario y con lentitud acercó su rostro, el chico no mostró rechazo y ella tomándolo como una buena señal se lanzó capturando los carnosos labios del omega con un beso lleno de deseo. 

Segundos después sus bocas seguían unidas, de a poco ella ralentizó el movimiento de sus labios, tornándolos en un beso suave, hasta que se separaron en busca de oxígeno.

Las mejillas del omega se ruborizaron, a Jokebed le enterneció el cambio de actitud en el chico.

—T...Tengo que irme— después de darle su primer beso a una desconocida se sintió apenado y más porque le había gustado en demasía. Se soltó del agarre de la chica y caminó a paso rápido.

—¡Aún no me has dicho tu nombre!— exclamó la alfa desde la distancia en la que se encontraba— Soy Jokebed— se presentó ella.

El omega detuvo su paso y volteó hacia Jokebed.

—Hasta luego— fue todo lo que dijo antes de seguir su camino y perderse de la vista de la alfa que había quedado flechada y con una enorme sonrisa en el rostro. 



Hola de nuevo...

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