4: Degenerados y gilipollas

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Gabi es la voz de la razón, mientras que Carol es el diablillo que me pervierte

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Gabi es la voz de la razón, mientras que Carol es el diablillo que me pervierte. Esta última no ha parado de insistir en que siga haciéndoles más putadas a la familia feliz. Por suerte, me estoy quedando a dormir con Gabi y me ha acabado convenciendo de que debería parar. Al menos por ahora, porque si sigo sería muy obvio que estoy detrás de todo.

Tras un intenso entrenamiento de voleibol, disfrutamos de una clase de tutoría donde aprovecho para quitarme el peñazo de sintaxis con la ayuda de Martín, el chico más listo de clase. A mitad de la clase, la tutora se marcha y se empiezan a escuchar risas al fondo. Entonces todos se callan y empiezan a sonar gemidos. Me doy la vuelta de inmediato y veo a algunos chicos del grupo de los Rebels, al que también pertenece Rodrigo, haciendo el gilipollas con el móvil y riéndose. Uno me mira y avisa a los demás de que ya han conseguido lo que querían. Estaban viendo mi video.

Malhumorada, me levanto y camino hacia ellos. Ya estoy harta. Desde que salió el maldito video no han dejado de soltar comentarios y mirarme de todas las maneras posibles. Me dan asco.

—Adriana, ¿me haces un favor de los tuyos? —Christian, el más gilipollas del grupo de gilipollas, habla el primero.

—¿Qué coño dices?

—Rodri dice que se te dan muy bien las pajas.

Sus amigos le ríen la gracia y me dan ganas de partirles la cara a los cuatro de un golpe.

—No te tocaría ni con un palo —le digo mostrando el asco que me da.

—Vamos, te ha visto el coño todo el instituto, ¿qué más te da que te la meta un poco?

Acerca su mano para tocarme y la aparto de un manotazo. Algunos abucheos suenan por el fondo izquierdo. La ira, que ya se había apoderado de mí hace un rato, sale de mi cuerpo descontrolada. Dirijo el puño a su cara y se la dejo del mismo color rojizo que su pelo.

—Degenerado.

Justo en ese momento, nuestra tutora vuelve.

—Adriana López, al despacho.

Me giro para defenderme.

—Pero ha empezado él —gruño señalando al malnacido de Christian. Sin embargo, su expresión burlona de antes ha desaparecido y ahora parece un corderito indefenso.

—¡Me ha dejado la cara destrozada, profe! —dice como puede tapándose la nariz con un papel.

—Tú a la enfermería —concluye la tutora señalándole, luego me mira a mí—. Y tú ya sabes dónde.

Menudo doble rasero tienen algunos.

Bajo las escaleras con resignación hasta el exterior y me meto en la galería corriendo. Se me ha olvidado la chaqueta y hace frío todavía, pero estoy que echo humo del enfado. ¿Así se defiende a la víctima? ¿Favoreciendo al que se burla?

Only You © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora