10: Recuerdo borroso

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Los martillazos suenan desde el exterior

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Los martillazos suenan desde el exterior. Abro la puerta de casa y no veo nada sospechoso. ¿Acaso están de obras y no me han avisado? Aunque me parece raro, no es imposible. Dejo la mochila en el suelo de la entrada y subo las escaleras lentamente, intentando averiguar de dónde viene ese ruido. Álvaro está a mi lado igual de intrigado que yo.

Entonces lo veo. Se trata de mi padre. Está frente a mi puerta, aporreándola sin descanso. No la ha roto, pero sí ha conseguido sacarla de uno de los goznes a base de fuerza. Ahora del otro.

—¿Qué estás...?

Me sorprendo a mí misma cuando no me sale la voz. Él me mira y me fijo en que sus ojos rezuman una ira incontenible. Me apunta con el martillo. Doy un paso hacia atrás y me choco contra la barandilla. Me agarro para no caerme. Él baja el martillo y desencaja por completo la puerta.

—Tu comportamiento es inaceptable, Adriana. —Hace un esfuerzo para hablar mientras sostiene la madera—. Por eso voy a poner límites.

—¿De qué hablas?

—Del video.

—¿Todo esto por un video que ni siquiera yo subí? —replico indignada.

Deja la puerta apoyada en la pared y se cruza de brazos sin soltar el martillo.

—Tú participabas.

Nuestras voces se van alzando a medida que hablamos.

—Un argumento muy válido. Me junto con un gilipollas y ya soy gilipollas.

—Yo no te he educado para que te comportes así.

—Tú no me has educado. Punto —rebato, pero antes de que pueda abrir la boca, vuelvo a intervenir—. Que formases parte de mi vida diaria no quiere decir nada. De educarme se encargaron la abuela y la tía.

La puerta se escurre formando una barrera entre él y yo. Aprovecho el gélido silencio para dar media vuelta y marcharme. No sé cómo me siento ahora mismo ni sé cómo interpretar la mirada que me ha lanzado nada más acabar mi discurso, pero no quiero pensar en nada ahora mismo.

Saco el teléfono y noto que me tiemblan las manos. Busco en la agenda y pulso el nombre de la única persona con la que puedo hablar en estos momentos. Espero y, tras dos tonos, responde.

—Necesito que vengas.

❀❀❀❀❀

Mi tía Natalia siempre ha sido un rayo de luz en mi vida. Cuando lo he pasado verdaderamente mal, siempre ha estado para mí, y esta vez no podía ser menos. Un día después de llamarla, ha aparecido. Ella trabaja en Barcelona como editora de libros de romance.

—Cuéntame —me dice mientras recoge uno de mis mechones y me lo pasa por detrás de la oreja.

He ido a buscarla a la estación de tren y estamos sentadas en la terraza de un bar cercano. Le pongo un poco al día de la situación con los videos.

Only You © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora