11: Visita de impacto

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Dormir sin puerta es una experiencia realmente extraña

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Dormir sin puerta es una experiencia realmente extraña. Cada vez que alguien se ha levantado o ha hecho el mínimo ruido me he despertado. Encima, tengo partido. Cuando la alarma suena, ya estoy en pie. No me molesto en apagarla, que se fastidien los demás.

Salgo del baño y me encuentro a un gigante mirándome con el ceño fruncido. Su pijama con el escudo de los libros del mago inglés es diferente, ahora hay una chica rubia con un dragón sobre su cabeza. Cruza los brazos para que aparte la mirada del dibujo y le sonrío.

—¿Esta es tu venganza? Levantarse un sábado a las ocho de la mañana es de psicópatas retorcidos.

—¿Juego de tronos?

Él hace una mueca de desagrado y yo entro en mi habitación, que está justo en frente del baño.

—Eres malvada.

—Ya que estás despierto, ¿me llevas al partido?

Sonrío más ampliamente batiendo las pestañas como si tratara de lanzarle un embrujo. Él resopla de forma sonora y se mete en el baño.

—Quiero un pastel gigante —grita desde el otro lado de la puerta—. ¡Con mucho chocolate!

Me río y entro a mi habitación satisfecha. Una vez arreglada, bajo a la cocina y preparo dos cuencos de cereales. Uno para mí y otro para David. No me habla cuando baja con el pelo mojado y peinado hacia atrás, pero le veo disfrutar con el toque de canela que he echado en la leche. En cambio, durante el camino al polideportivo parece una cotorra a la que han dado cuerda.

—Entonces Charlie coge la espada láser creyendo que es de mentira y le corta toda la cresta al punki que había nuestro lado —explica con una pasión irrefrenable—. Por lo visto era una especie de catana.

—¿No ponía eso de «no tocar»?

—Claro que lo ponía —responde entre risas.

—¿Y qué hizo el tío?

—Salimos corriendo de la exposición sin mirar atrás.

Aparca el monovolumen en el parking desierto y esperamos un rato hasta que empieza a venir más gente. Aunque insiste en quedarse, al final consigo que se marche a casa. Carol llega diez minutos después, cuando ya me he acabado el café.

El partido empieza. El año pasado no fue complicado ganarlas, pero han fichado a una nueva jugadora que ocupa lo que dos de nosotras y es tan alta que podía arrancarme la pelota de las manos sin tocar la red.

Carol saca desde el fondo y una del equipo contrario devuelve la pelota. Yo, que estoy en el centro, golpeo y cae en la pista contraria. Punto para nosotras.

Media hora después ya llevamos uno de los tres sets ganados. No obstante, el siguiente set lo ganan ellas, por lo que acabamos empatando. La entrenadora del equipo contrario pide un descanso antes de comenzar el tercero y, cuando camino hacia el banquillo para beber agua, reconozco el pelo rubio de una mujer entre el público. Me saluda enérgicamente al cruzarse nuestras miradas y mi brazo cae contra mi costado cuando veo quién está a su lado: mi padre.

Only You © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora