31: Guardaespaldas buenorro

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Me he despertado tan desubicada que lo primero que he hecho nada más levantarme es salir al jardín y regar las flores

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Me he despertado tan desubicada que lo primero que he hecho nada más levantarme es salir al jardín y regar las flores. Hace mucho que no lo hago y estaban empezando a morir. Las flores no aguantan este calor y yo tampoco. Quizá yo también esté empezando a morir. Me siento como si me hubiese pasado un tanque por encima. Me entretengo echando gotitas en cada pétalo y, cuando corto algunos hierbajos, las dejo tranquilas y me hago un café.

Tras desayunar, miro el reloj. Son las ocho de la mañana. Podría ir al instituto, pero no tiene sentido si todos están fuera haciendo el gran examen. Me ducho y me cambio en mi habitación, pero no sé qué ponerme. Como los entrenamientos de voleibol ya han acabado, he tenido que guardar todas las protecciones en la caseta del jardín para que no me molesten, por suerte he dejado las mallas en un lugar accesible. Me pongo mi conjunto favorito y salgo corriendo al refugio. Es el mejor sitio en el que puedo estar ahora mismo. Necesito despejar mi mente y pensar en otra cosa.

Golpeo la pelota una y otra vez hasta que un ladrillo de la pared se cae y la pelota se pierde en otra estancia de la gran casa. Maldita sea.

—Si tengo que morir de alguna manera, que sea sepultada bajo esta casa.

Suspiro con resignación. Es mi lugar favorito en el mundo, pero no creo que sea el mejor momento para morir, soy demasiado joven.

Entro con cuidado en la otra habitación, que está mucho peor de lo que parece a simple vista, y recupero la pelota. Me detengo un instante a mirar a mi alrededor. Aunque una de las paredes se ha caído, estoy segura de que hace años fue una casa preciosa. No sé qué le pasaría para que haya quedado así, pero tuvo que ser bastante grave. Quizá esto sea una metáfora de mi vida.

¿Y si un simple incidente puede hacer que te destruyan?

No creo que mi vida esté destrozada, aún me deben quedar muchas cosas por experimentar. Sin embargo, por dentro me siento así: como una casa en ruinas, como una flor marchita, como una mariposa sin alas.

El instituto se acaba, mis amigas se marchan y yo todavía sigo sin saber qué coño hacer con mi vida. Sé que estudiar no es lo mío y, por suerte, mi padre lo ha entendido. A pesar de estar en época de selectividad, no ha vuelto a sacar el tema y se lo agradezco. No obstante, ¿qué me queda después de esto?

Camino hacia el exterior, pero algo se interpone.

—¡Una puta rata! —exclamo asqueada y, al intentar alejarme de ella, pierdo el equilibrio y caigo de lado sobre una pila de ladrillos.

Un fuerte calambre me recorre la pierna hasta la cadera y chillo de dolor. La rata sale corriendo en dirección opuesta, asustada por el ruido de mi caída. Entre improperios, trato de levantarme y, cuando lo consigo, siento que mi pierna va a partirse en dos. No me queda más remedio que sentarme de nuevo.

Consigo sacar el teléfono del bolsillo lateral. La pantalla se ha roto de la hostia que me he dado, pero todavía funciona. Llamo a Carol y recuerdo que está haciendo el examen, así que cuelgo de inmediato. No puedo llamar a mi padre ni a mi tía, así que llamo a David.

Only You © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora