—¿Dónde está mamá?
—No sé.
—¿Dónde está papá?
—Tampoco sé.
La pequeña se detiene unos segundos, pensativa. La casa ha estado muy sola desde que sus padres fallecieron, aunque Evangeline no termina de comprender qué significa morir. Su exuberante imaginación la hace creer que sus padres se fueron de vacaciones y no la llevaron. Los vislumbra en una isla en medio del océano, están bailando y cantando, gozosos, eufóricos, con enormes sonrisas plasmadas en sus rostros. Ella también quería ir.
—¿Dónde está mamá? —insiste la niña.
—¡Ya te dije! —ha agotado la paciencia de su abuela—. ¡No sé dónde mierda están!
—¿Qué es mierda? —pregunta curiosa.
El teléfono suena descontroladamente. Vibra. Vibra. Vibra. Es un estímulo que no puede ser ignorado. La mujer se rinde ante el bullicio de su celular. Abre los ojos y se levanta de la cama.
Ya frente al espejo alisa su cabello. Hoy es un día clave, uno que determinará el antes y el después. Está harta de involucrarse en chismes, rumores y drama; irá a la universidad a estudiar, aprender y crecer. En algunos años se graduará, trabajará y viajará por el mundo. No necesita de nadie, solo necesita verse linda, ¡muy linda!
En la universidad se convierte en el foco de atención. Su apariencia es adictiva, su caminata es poderosa, su mirada es penetrante. Está más deslumbrante que de costumbre. Las clases transcurren con normalidad, uno que otro examen por ahí, varios trabajos, muchas exposiciones y sofocantes debates. Ahora que la jornada terminó puede disfrutar de un merecido descanso, por lo que se sienta en la cafetería para zambullirse una hamburguesa. Derrama un poco de salsa en su blusa, aunque no le da importancia. El trabajo ha sido arduo y gratificante, se siente feliz por su desempeño. La mayoría de sus notas están por encima del promedio.
El teléfono suena descontroladamente. Vibra. Vibra. Vibra. Evangeline se levanta para comenzar la rutina. Asiste a la universidad, hace trabajos, ayuda a sus compañeros, gana los exámenes, mira videos de gatos, retoma las clases, hace más trabajos y entonces...
El teléfono suena descontroladamente. Vibra. Vibra. Vibra. Evangeline se incorpora y masajea sus párpados, repite la rutina, llega al campus, estudia, hace tareas, ayuda, explica, descansa, come algo, vuelve a estudiar, hace más tareas y entonces...
El teléfono suena descontroladamente. Vibra. Vibra. Vibra. La mujer decide omitir su rutina de maquillaje y se encamina a la universidad. Hace un poco de lo mismo, esto, aquello, y ahora está descansando. No come nada, no ve nada, no escucha nada. Tiene su cabeza estampada en la mesa de la cafetería, está harta. Ser juiciosa es agotador. ¿Cómo lo hacía antes? Está claro que siempre ha sido responsable, pero nunca le había costado serlo tanto como ahora. ¿Por qué? Siente que falta algo, un motivante, una chispa. Su vida profesional es impecable, y lo agradece, pero su vida personal es un fiasco. ¿Qué le pasa?
Entre tanto pensar levanta la cabeza, su frente está enrojecida a causa de la superficie áspera de la mesa. Sus ojos circulan sin un propósito, de aquí a allá, de allá a aquí, izquierda a derecha, derecha a izquierda, abajo hacia arriba, arriba hacia abajo. De repente lo encuentra.
"Matheo". Ese nombre ocupa los lugares más recónditos de su mente.
El joven muchacho se traslada de forma apresurada, tendrá algo importante qué hacer. Su cabello está despeinado, su expresión es de total cansancio y su ropa está desorganizada; contra todo pronóstico, esa imagen lo hace ver muy atractivo. Luego de diez segundos ha desaparecido del campo visual de Evangeline.
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¿Sabes quién es Evangeline?
JugendliteraturEvangeline y Matheo se conocen el primer día de universidad, comparten una que otra palabra y todo termina ahí. Ocho meses después, Evangeline se ha vuelto la chica más popular del campus. Los estudiantes la aman, los maestros la adoran, todo el mu...