Capítulo 17

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—¡Maldita sea! —Evangeline destroza todo a su paso. Las decoraciones de cristal, el vidrio de los cuadros familiares, las macetas de las plantas, incluso las ventanas—. ¡¿Por qué nada me sale bien?!

La tos de su abuela interrumpe su desfogue. Ella camina hacia el cuarto de la anciana.

—¡El mundo no gira a tu alrededor! —le reclama—. ¡Deja de distraerme con tu agonía!

—Dios santo, ¿qué te pasa hoy? —su voz es apenas audible.

—¡A ti no te incumbe! —Evangeline abre los ojos, dándose cuenta de algo—. Abuelita... —cambia drásticamente su tono, aproximándose a la anciana—. ¿Me podrías dar un consejo?

—Por supuesto, cariño —ella intenta ocultar su miedo.

—¿Qué harías si te alejaras de una persona a la que quieres mucho? ¿Cómo podrías rescatar dicha relación?

—¿Peleaste con alguien, cariño?

Hace algunas horas...

Matheo pone sus manos en los hombros de Evangeline, ejerciendo más presión de la que imagina. La mujer emite un quejido de dolor.

—Dime que no es cierto —indaga él, alarmado.

Ambos están en la universidad, específicamente, en un sitio alejado del bullicio académico. No hay quien los pueda frenar.

—¿Estás loco? —agrega ella—. Yo no estuve involucrada. ¿En serio piensas que soy capaz de hacer algo así? ¡No soy un monstruo! —su mirada tiene un brillo de conmiseración, sugiriendo que no comprende las acusaciones de su novio.

—¡Evangeline! —su grito es tan fuerte que consigue estremecer a la dama—. Calíope me contó todo...

—¿Y le crees? —interrumpe—. Tú nunca confías en mí —habla como si se sintiera defraudada—. Hemos estado juntos, en las buenas y en las malas, pero jamás me apoyas ni me respaldas. En cambio, yo sí te defendería a ti, no dudaría ni un segundo...

—Hay cámaras —su declaración provoca temor en Evangeline.

—¿Qué?

—En esa puta mansión... —estruja los hombros de la joven debido al enojo—. Hay... —acerca su rostro al de ella—. Unas malditas... —y sin poderlo aguantar más, explota—. ¡CÁMARAS! —insiste enfurecido—. ¡CÁMARAS! ¡UNAS CÁMARAS DE MIERDA!

—No... —"es imposible", se dice a sí misma—. ¿Cómo?

—Edward —informa con desprecio—. Edward me enseñó las grabaciones. Es su mansión, ¿lo olvidaste?

—No... —la mujer está anonadada—. No lo sabía, yo...

—Convencí a Calíope para que no te delatara con la policía —agrega él—. Pero tienes que ir a disculparte. Lo que hiciste... —traga con dificultad—. Lo que hiciste es inhumano.

"Tienes que ir a disculparte". Aquella oración ronda en las paredes de su cráneo, una frase con un significado implícito.

La indignación se apodera gradualmente de Evangeline.

O sea, ¿qué mierda le pasa? ¿Qué insinúa? ¿Qué trata de decir? ¿Acaso está suponiendo que ella es el enemigo? Hizo lo que hizo por el futuro de su relación, ¿por qué no lo acepta?, ¿por qué no lo agradece?

La indignación da lugar a la exasperación, a la cólera.

—No.

—¿No qué?

—No me voy a disculpar.

—¿No te vas a disculpar? —la reta el hombre.

—No lo haré —Evangeline esconde su ira con una expresión fingida. Sonríe, mostrándose indiferente—. Es su culpa, ¿quién la mandó a meterse en una relación ajena?

¿Sabes quién es Evangeline?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora