La vibración del celular llama la atención de Calíope, así que agarra el dispositivo y lo lleva hacia su cama. La blandura del colchón, junto a la futura conversación, aportará a la mujer una extraordinaria e inmejorable sensación. Bienestar, así le dicen algunos.
—Hasta que al fin te dignas en contestar —expresa una voz ronca.
—Hasta que al fin te dignas en contestar —ella repite la frase con un tono infantil. De fondo se oye una risa.
—¿Cómo estás, chiquitita?
—Excelente, ¿y tú?
—Igual, creo. Tal vez un poco resentido.
—Oh, ¿el niño llorón está triste? —Calíope disfruta de hacerle comentarios tontos a Matheo—. Supéralo, soy mejor que tú en el ajedrez.
—¿Y por eso tenías que quitarme a mi caballo? Era mi favorito, se llamaba Galileo.
—Uff, entonces debes de saberlo.
—¿Saber qué?
—Galileo falleció.
—¡¿Qué?! —Matheo finge dramatismo.
—Así es —ella no evita combinar risas con palabras—. Murió en un banquete.
—¿Uh? O sea, ¿cómo?
—Él era el plato principal.
—¡¿Te comiste a mi caballo?!
Ambos explotan en carcajadas. Puede que la situación sea ridícula, pero el simple hecho de intercambiar oraciones sin sentido los colma de humor. La conversación se extiende unas dos horas, o tres, ¿o eran cuatro? El tiempo pasa rápido cuando hay diversión de por medio.
—Adiós, chiquitita.
—Adiós —la mujer cuelga.
El día de hoy, el clima ofrece una gélida ventisca acompañada de algunas nubes grises. Es la ocasión ideal para preparar chocolate, y es justo lo que hacía Calíope; no obstante, la vibración de su celular interrumpió la actividad. Los planes fueron reprogramados. Ella salió de la cocina, agarró el dispositivo, entró a su habitación y se acostó en la cama. La misma sensación volvió a recorrerla, de pies a cabeza.
—Es que aún no soy capaz de entender cómo te caíste —Matheo ahoga una carcajada.
—Te dije que no sé patinar —Calíope habla con enojo—. Ojalá te hubiera pasado a ti, a ver si te gusta que se rían en tu cara.
—No me estoy riendo —el hombre tapa su celular con una mano para poder reírse.
—¡Te estoy escuchando! —la señorita, por culpa de la indisimulada mofa, iba a seguir actuando enfurecida, pero la reacción de Matheo la contagió. Los dos terminaron carcajeándose.
—Hey, ¿te acuerdas cuando fuimos a esa heladería y lo primero que hiciste fue preguntar si vendían helado?
—¡No lo menciones! —Calíope no soporta la vergüenza—. Soy terrible socializando, la próxima vez hablas tú.
La llamada finaliza después de cinco horas. Al día siguiente, el celular de la chica vuelve a emitir fuertes vibraciones. De nuevo la sensación de bienestar.
—¡Por dios, Matheo!
—Lo sé, soy un idiota.
—No eres un idiota.
—¿En serio?
—¡Sí, porque eres el idiota mayor!
—Auch.
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¿Sabes quién es Evangeline?
أدب المراهقينEvangeline y Matheo se conocen el primer día de universidad, comparten una que otra palabra y todo termina ahí. Ocho meses después, Evangeline se ha vuelto la chica más popular del campus. Los estudiantes la aman, los maestros la adoran, todo el mu...