EPÍLOGO

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—Toc. Toc. Toc.

Nadie atiende al llamado.

—Toc. Toc. Toc.

El golpeteo no obtiene resultados.

—Toc. Toc. Toc.

Nada aún.

—Toc. Toc. Toc. Toc. Toc. Toc. Toc. Toc. Toc. Toc. Toc. Toc. Toc. Toc. Toc.

La puerta se abre con rudeza.

—¿Se te perdió algo? —cuestiona el desaliñado hombre. ¡Qué nefasta apariencia! Su piel está mugrosa, su cabello se ve despeinado, la ropa que usa tiene mal olor, y en su rostro hay agotamiento—. ¿Calíope? —pasa de la tosquedad al desconcierto en cuestión de segundos.

—Sí es aquí —murmura la jovencita—. Oye, tú, déjame entrar.

—¿Eh? Pero...

La chica no espera más e ingresa a los aposentos de su morada. De inmediato es sorprendida por un desorden atroz, una espantosa desorganización en el interior de la casa. Hay polvo en exceso, humedad en las paredes, basura en el piso y telarañas en el techo.

—¿Eres alérgico a la limpieza?

—Sígueme —le pide Matheo, dándose cuenta de que su invitada no piensa retirarse.

Ambos caminan hacia la habitación del hombre. Su cuarto es el que tiene la presentación más higiénica, esto tal vez se deba a que ahora ya no duerme ahí, puesto que solo lo ocupa en las tardes para encender el tocadiscos; de hecho, justo en estos momentos suena una melodía. Es la canción de Cyndi Lauper: "Girls Just Want to Have Fun".

Matheo se sienta en la cama, pero Calíope no. Ella prefiere seguir de pie.

—Estoy confundido —revela él—. Supe que hace meses despertaste del coma, pero tu mamá me había comentado que...

—Tengo amnesia —añade la chica—. No te mintió, desperté sin los recuerdos de los últimos dos años. Por eso estoy aquí.

—Explícate.

—¡Eso hago! —lo regaña Calíope—. Bueno, escucha con atención. Cuando desperté del coma sabía que había olvidado cosas, pero no sabía qué cosas. Mamá no quiso aclarar mis dudas. Me dijo que entre menos supiera, menos dolor me causaría.

—Y estoy de acuerdo...

—¡Déjame terminar! —exclama—. ¿En dónde iba? Ah, sí. Mamá no dijo nada y yo me quedé con las dudas. Las semanas pasaron y la sensación de angustia se intensificó. Es decir, sé que algo malo ocurrió conmigo, algo tan malo que mi organismo prefirió borrarlo de mi memoria. Reconozco lo negativo o lo impactante que puede llegar a ser para mí, sin embargo, todavía quiero saberlo. ¿Comprendes lo que siento? Ya no soporto ese constante presentimiento de que a mi vida le falta una pieza. Una parte esencial. Hace poco recordé a una persona, a ti. Tu imagen y tu nombre surgieron en mi mente de forma esporádica. Entonces me propuse investigar por internet, y vaya que obtuve información, mucha. Ciertas cosas que leí me asustaron, aunque tal vez solo fueron invenciones o meras exageraciones —la muchacha agita la cabeza para recobrar el hilo de su argumento—. Tiempo después encontré la dirección de tu hogar y hoy he venido a afrontarte. No deseo huir de mi realidad.

—Chiqui... —Matheo frena en seco—. Calíope... —se corrige él—. A veces el pasado debe mantenerse oculto. Sucedieron cosas, cosas muy desafortunadas y terribles, no sé qué tan bueno sea para tu salud...

—¡No importa! —interrumpe la joven—. Haré lo que sea por recordar, por ser consciente de mi historia. Necesito recordar, porfis, porfis.

Matheo resopla, sucumbiendo a la insistencia de su invitada.

—Bien, ¿qué quieres saber?

—¡Todo! —grita involuntariamente—. O sea, no me dirás todo hoy, necesito ir de a poco. Tengo muchos cabos sueltos que atar. Tengo que asimilarlo con lentitud, pero hoy sí quisiera entender algo. Es una duda que viene flotando en mi cabeza diariamente, no me deja en paz, es algo que me da escalofríos pero que también alimenta mi curiosidad. Es una silueta brillante, es un ángel cuyo reflejo es el de un demonio, o un demonio cuyo reflejo es el de un ángel; aún no lo determino. Sé que suena ridículo, pero en serio, en serio que necesito entender, no quiero quedarme solo con lo que leí en internet.

—Adelante —agrega Matheo, fingiendo prestarle atención a su palabrería.

El corazón de Calíope se acelera, retumba sin parar. Está emocionada, descubrirá el origen de su olvidado tormento. No sabe cómo ni por dónde empezar. Son varios los aspectos qué desea abordar, son muchas las incógnitas.

Debe tranquilizarse como le enseñó su terapeuta, entonces respira hondo para equilibrar sus emociones. Al soltar el oxígeno acumulado en sus pulmones, su mente se esclarece. De pronto surgen en su cabeza letras imaginarias, letras que parecen tener vida propia porque, sin ella pedirlo, se juntan y se mezclan formando una oración. No, no es una oración, es una interrogante. La chica abre la boca para articular la tan ansiada pregunta: 

—¿Sabes quién es Evangeline?


▪◊▪◊▪◊▪◊▪◊▪    FIN    ▪◊▪◊▪◊▪◊▪◊▪

¿Sabes quién es Evangeline?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora