¿Cómo nos salvamos del amor? o ¿cómo nos salvamos del duelo?
Esas eran mis búsquedas cotidianas en internet desde que Key se fue. Era la única persona que me cuidaba cuando papá se volvía loco y la única persona que estaba conmigo cuando los demás niños se burlaban de mi.
La extraño tanto.
Su muerte fue trágica, un lunes terrorífico en donde el sonido de una bala y el hollín en los dedos se podían apreciar a kilómetros del crimen. Yo estaba ahí cuando él lo hizo, estuve ahí cuando ella prendió fuego esa casa y estuve ahí cuando la sangre brotaba de su pequeño cuerpo.
Estuve horas sosteniéndola, viendo como su casa se derrumbaba. Sus padres se habían escapado y de los dos solo el padre sobrevivió la noche.
Como vivían lejos del pueblo, tardaron un día en darse cuenta de que todo estuvo en llamas y que nuestros cuerpos yacían en el pasto. Yo me pude levantar, pero ella ya no podía, ni siquiera podía respirar, se había ido completamente.
Aguantó lo más que pudo, horas y horas soportando dolor, estábamos atrapados ahí, atados de manos y pies. Su último susurro fue una despedida y un recordatorio de amor.
Mi último suspiro para ella, fue intentar salvarla.
Nos mudamos a otro pueblo, este era mucho mas grande. Papá ya no estaba con nosotros y yo ya no tenía que pensar en formas de escaparme de mi casa.
Además, no tenía a donde.
Por suerte conocí a Kiren, íbamos juntos a la escuela y compartíamos banco. Era un niño muy listo, todos lo queríamos y lo admirábamos un montón.
Pero entonces, lo descubrí a él, bajito, pelirrojo, con una sonrisa increíblemente tierna. Tenía ocho años, pero podía jurar que en el momento que nuestras miradas se encontraron, fuimos infinitos.
Pasaron un par de años y yo seguía loco por ese niño, ahora éramos amigos, pero yo deseaba ir más lejos.
Era entusiasta y me comprendía a la perfección. Bueno, eso era lo que Kiren decía sobre él, también tenía un enamoramiento hacia el niño pelirrojo.
Yo solo sentía envidia de mi mejor amigo, tenía todo lo que yo no. Una familia increíble, inteligencia, era bueno en los deportes, traía a toda la escuela atrás de él, todos los maestros lo halagaban. Y no crean que yo no me sentía feliz por eso, estaba muy orgulloso de mi mejor amigo. Pero envidiaba no poder ser al menos la mitad de bueno que era Kiren.
Me di cuenta de que no tenía chances con el pelirrojo, así que dedique los meses siguientes a hacerle dibujos y cartitas a Key. Mamá había dicho que podíamos visitarla en nuestro antiguo pueblo algún fin de semana, le llevaríamos girasoles y algunos dulces que a ella le encantaban.
Seguía extrañándola.
No quería pasar otro día sin ella, sin ser Kiren y sin poder tener el amor de Dylan. Solo tenía 11 años, pero quería morirme inmediatamente.
Descubrí que cuando la maestra pedía dibujarnos o escribir como seriamos en unos 10-15 años, lo único que veía y podía reflejar, era la muerte. No me imaginaba viviendo hasta los 30, mucho menos llegar a los 40, me veía enterrado junto a Key por lo menos en unos 5 años a más tardar.
Mi tumba representaba mi dolor, pero no mis delirios, alumbrada de pequeñas luciérnagas que tenían la cara de las pocas personas que me importaban. Aferrado al sepulto de mi espíritu y el de todos aquellos que alguna vez me hicieron daño.
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Justo donde te deje.
RomanceIdas y vueltas sin saber que camino elegir, si dejarte ir o dejarte seguir. Dylan termina su relación con Marshall. Tienen recaídas y vuelven a ellos en varias ocasiones, no entienden sus sentimientos y mucho menos sus acciones. Pero su vida cambi...