Estaba de camino a mi pueblo. Por fin tendría la oportunidad de enfrentar a esos desgraciados. Ya verán cuando los tenga delante, ¿cómo se atrevieron a dejarme abandonada en medio de la nada? ¿Qué tipo de amigos son esos? El pueblo estaba cada vez más cerca. Pronto llegaría a la entrada.
—Disculpe, ¿podría hacerme un último favor? —pregunté, sintiendo un nudo en la garganta y buscando sus ojos con una mirada ansiosa.
—Dígame, señorita. Si está dentro de mis posibilidades, lo haré. —respondió el conductor con amabilidad, mostrando una expresión comprensiva mientras sus ojos reflejaban una sincera disposición para ayudar.
—Si su jefe pregunta a dónde me ha traído, no se lo diga, por favor. —suplicaba, con un tono de voz apremiante y un gesto de preocupación marcado en mi rostro, mientras esperaba nerviosa su respuesta.
—De acuerdo, será nuestro secreto —dijo el conductor con una sonrisa tranquilizadora, que calmaba mis temores, sus ojos transmitían confianza y complicidad en nuestra pequeña conspiración.
Bajé del coche y observé el pueblo con atención. Algo había cambiado. La casa de mi vecina, que solía ser blanca, ahora estaba pintada de rosa. ¿Habrían pintado la casa en solo dos días? Me pareció extraño, pero decidí no detenerme en detalles y me dirigí directamente a buscar a Jack, ese desgraciado. Estaba segura de que él había sido el responsable de dejarme sola en medio de la nada.
Caminé con determinación hasta su casa y vi salir a su padre, vestido con traje y con una expresión diferente en el rostro. Parecía ser una persona completamente distinta. Para mi sorpresa, se despedía de una mujer que se parecía mucho a la madre de Jack... pero eso era imposible, ella había fallecido en el accidente de coche provocado por su propio padre. Me sentí confundida y desorientada.Decidida a obtener respuestas, me acerqué al porche y toqué la puerta. La puerta se abrió y salió aquella mujer, vestida con una bata de médico. Mi corazón se detuvo por un momento al reconocerla, dejándome completamente paralizada.
—Hola, cielo. ¿En qué puedo ayudarte? —la mujer me recibió con una sonrisa amable.
—Yo... estoy buscando a Jack —respondí, sintiéndome un tanto desconcertada.
—Claro, está arriba estudiando. Dame un segundo, le diré que baje —ofreció ella con amabilidad antes de desaparecer hacia el interior de la casa.
Mientras esperaba, mi mente divagaba en mil direcciones. ¿Jack? ¿Estudiando? Era difícil de creer. La situación me resultaba extraña y confusa. ¿Quién era esa mujer? ¿Acaso su madre tenía una gemela? La posibilidad me dejaba helada.
Finalmente, Jack apareció en el umbral de la puerta, pero su reacción no fue la que esperaba. Se mostró desconcertado, como si no tuviera ni idea de quién era yo.
—Hola, ¿en qué puedo ayudarte? —preguntó, su tono de voz reflejaba confusión genuina.
—¿Ayudarme? ¡Desgraciado! Os habéis ido sin mí, ¿cómo se os ocurre dejarme sola en medio de la nada? ¡Sois lo peor! —mis palabras salieron cargadas de indignación y frustración.
—Perdona, no sé de qué me estás hablando. Creo que te has confundido de persona. No sé quién eres ni por qué me estás gritando —respondió Jack, su expresión mostraba sinceridad.
—Jack, deja de hacer el tonto. La broma ya ha pasado. ¿Ni siquiera vas a preguntarme cómo he conseguido volver? —insistí, sin comprender su actitud.
—En serio, vete. No sé quién eres y tengo mucho que estudiar —concluyó Jack.
—¿Estudiar? ¿Estás de broma? —Me cabreé tanto que no pude contener mis movimientos. Mi brazo se dirigió hacia su cara con la mano abierta y le pegué un tortazo. Jack me miró asombrado y, sin decir una palabra, se volvió hacia adentro, dando un portazo.
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Donde el espejo nos separa
Novela JuvenilKatherine nunca imaginó que su vida ordinaria daría un giro tan extraordinario. De un momento a otro, se encuentra atrapada en un universo paralelo, donde descubre que tiene un doble, al igual que sus amigos más cercanos. En este nuevo mundo, la ten...